35. Pensamientos de huida

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La cabeza de Catalina era un caos de pensamientos, por un lado quería quedarse con Tony contarle todo lo que había acontecido y pedirle que la refugiara entre sus brazos para siempre. Pensar que podrían continuar lo que hasta ahora estaba empezando, solos en ese lugar, para siempre sin que nadie pudiese interrumpirlos. Por otro lado estaba su conciencia que le dictaba que tenía que acudir a las autoridades, para poner a todos ellos tras las rejas. Por último y más imperativo era la necesidad suscitada por el miedo que sentía, que le dictaba que huyera, que se alejara de todo y de todos para no arriesgar a inocentes. Con esta última opción no podría jamás volver a Tony, a su vida anterior, mucho menos a su madre. Era el escenario más triste y doloroso de todos, pero sería un sacrificio justo para garantizar la seguridad de todos.

Y con este último pensamiento y la certeza de que era la mejor de todas las opciones, se puso en pie, dispuesta a empezar la ejecución del plan. Al tratar de ponerse en pie la fuerte garra de Tony la sostuvo anclada a él, a las piernas en las cuales estaba sentada.

- Suéltame. Déjame ir... me tengo que ir. – pidió sollozando.

- Tranquilízate pequeña. – le pidió usando una voz pausada y tranquila.

- ¿Cómo quieres que me tranquilice? – preguntó casi gritando. – vi, unos traficantes rusos, matar a una persona. Y ahora tengo en mis manos una evidencia física de lo que ocurrió.

Tony se puso en pie muy acelerado, observó prudentemente a su alrededor. Las palabras de Catalina no deberían ser escuchadas por nadie, lo que ella acabada de confesarle era demasiado grave como para tomárselas en broma.

- Entremos a la cabaña, necesitamos hablar, adentro. – solicitó mientras tomaba del brazo a Catalina quien a cada momento se iba poniendo un poco más histérica.

Ella se dejó hacer, y empezó a caminar hacia donde él le convidaba. Catalina olvidó que Black estaba con ellos fuera, pero Tony no, tomó la correa del gato, instándolo a ingresar a la cabaña al igual que ellos.

Tony ingresó cerró la puerta con llave, luego ingresó habitación por habitación y cerro todas las ventanas y contraventanas, tal y como si se fuese a dormir, aseguró completamente la cabaña. Después se acercó a una computadora portátil que tenía sobre la mesa, la abrió y realizó rápidamente algunas cosas. Catalina simplemente como si fuese un zombi, tomó asiento en una de las sillas frente a la chimenea observando hacia la nada, mientras las lágrimas continuaban surcando su rostro.

- Bien. Ya todo está asegurado. – afirmó Tony, dejando la computadora abierta. Se acercó a Catalina y se agachó frente a ella para verla de frente y limpiarle las lágrimas del rostro. – ahora pequeña, vas a contármelo todo.

- No quiero. – contestó con voz estrangulada. – No quiero que por mi culpa algo malo te pase.

- Nada va a pasarme. – afirmó mientras le acariciaba el rostro.

Catalina se lanzó a abrazarlo fuertemente mientras sollozaba en su hombro, provocando que los dos casi cayeran sobre la alfombra. Tony se escurrió con ella en brazos tomando una posición cómoda, permitiéndole que ella se desahogara y dejara fluir el miedo a través de las lágrimas, mientras mantenía un suave arrullo y caricia frotándole la espalda. Poco a poco empezó a culminar el llanto, tan pronto cesaron los sollozos ella empezó a narrarle aquel fatídico día.

- Yo... yo solo había deseado que mi vida fuera distinta. Soy contadora, no escritora.

- ¿Enserio?.

- No quise mentirte. - Le confesó. – Pero los agentes del FBI me dijeron que debía mantener mi identidad falsa en todo momento.

- Entiendo, y ahora también comprendo tu gusto y destreza para las matemáticas.

- Me gustan las matemáticas, pero estaba algo cansada con mi monótona vida. Mamá me dijo que intentara algo diferente, y por alguna casualidad terminé en un curso de fotografía. Y descubrí que me encanta la fotografía.

- Si, lo sé. Y es eres muy buena.

- Gracias.

Se mantuvo en silencio unos momentos hasta que comenzó de nuevo su relato.

- Vivo en Nueva York. Fue después de acción de gracias. Ese día había, después de haber hecho todos mis deberes en casa tuve tiempo libre, así que decidí salir a practicar...

Catalina se tomó la licencia de narrarle todo. Como cuando lo hizo en el momento de las confesiones con la policía, solo que en esta ocasión se permitió narrar incluso sus sentimientos. Empezó por la toma de fotografías paso a paso, los sitios en que había estado, el hecho por el cual estaba acostada en el claro del bosque, la escena del asesinato, la huida del parque. El descubrimiento del testigo, es decir ella, por parte de la policía. La búsqueda en su trabajo y el hecho de que ella creía que era la sospechosa del asesinato. El escape de la cuidad. La ayuda que le prestaron los agentes García y Roger y los tres intentos de asesinato para con ella. El intercambio con el FBI, hasta la llegada a Lincoln. Incluso le confesó que Christine era una agente encubierta. Relatarle todo a él se sintió demasiado bien. Desde lo acontecido no había podido desahogarse con nadie y secretamente había tenido que guardarse sus sentimientos.

- ¿No sé porque te cuento todo esto?. – confesó mientras se acurrucaba aún más sobre el regazo de Tony.

- Porque confías en mí. – aseguró.

- ¿Y ahora que voy a hacer?

- Vamos. Vamos a hacer.

- ¿Me acompañaras en todo este lio?

- Hasta que esté solucionado.

- Gracias. – Catalina levantó el rostro y se prendió de su boca. Lo beso con desesperación, como si en ese beso se le fuera la vida.

- No tienes por qué darlas.

- Santillana. - dijo Catalina

- ¿Qué? - preguntó Tony sin entender a qué se refería.

- Mi apellido, soy Catalina Santillana, tengo 28 años, soy contadora, hablo español por nacimiento e inglés por profesión, llevo poco más de un año en los estados unidos. Y nunca creí verme envuelta en todo esto.

- Lo sé.

Nuevamente buscó refugio en el cuerpo de Tony, dejando que el suave vaivén de su mano sobre la espalda de ella la continuara consolando y calmando lentamente.

DESEOS CUMPLIDOS |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora