Desde hacía tiempo estaban viviendo una vida sedentaria en una aldea. Tras tantas luchas la mayoría de los soldados se dispersaron hasta ser nuevamente llamados.
Los recuerdos de una vida que quedó atrás volvían a Megan melancólica. Pero se dio cuenta que el tiempo pasado además de enseñarle mucho también había curado ciertas heridas. Tantas cosas quedaron atrás que le costaba reconocerse pero lo importante era que aún seguía de pie.
— Meg —la llamó Aricia. Megan se apresuró a ir hacia ella para caminar hacia donde estaban el resto.
Las vestimentas de hombre habían quedado también atrás y volvía a sentirse un poco más ella al poder vestir prendas como las de antes. Nunca creyó extrañar ese tipo de cosas hasta que tuvo que vivir sin ellas.
Ambas caminaron con los brazos enlazados hacia el lugar donde los chicos practicaban lucha. Pero no estaban solos, allí también había un par de soldados que se rehusaban a volver a sus hogares además algunos niños que querían aprender y personas que les gustaba deleitarse con las peleas de ese tipo.
— ¿Quién crees que gane? —inquirió Aricia con una sonrisa divertida, alzando sus cejas con desafío.
— Zander —respondió Megan, sin dudarlo, al ver a Zander luchar con otro chico más pequeño y torpe—. Y Nico —dijo tras ver más allá de ellos a otra pareja de luchadores; aunque el contrincante de Nico podía verse rudo y fuerte, no dudaba que él fuese capaz de ganar.
Sentando a un lado, Aricia y Megan conversaban acerca de sus días, riéndose e intercambiando historias divertidas. Ninguna de las dos esperó que una amistad pudiese salir de aquel encuentro, pero fue una de las mejores cosas que les sucedió a ambas. Habían encontrado en la otra a alguien con quien pudiesen hablar de cualquier cosa sin ningún tipo de restricciones. Todo ese tipo de cosas que Zander y Nico evitaban con ella, Megan podía hablarlo con Aricia.
En un momento, Megan se percató de la mirada soñadora de Aricia hacia el lugar donde estaba Zander. Un sentimiento amargo la recorrió hasta que reconoció que ella no contemplaba a Zander sino al chico con quien peleaba.
— Él va a estar bien —le advirtió para hacerla sentir bien. Aricia enrojeció y ocultó su rostro con sus manos.
— ¿Cómo...? —inquirió, haciendo que Megan se encogiera de hombros. No le resultaba difícil identificar ese tipo de emoción en un rostro tan claro como el de Aricia; esa misma expresión tenía Megan cuando contemplaba a Zander en soledad.
— Tranquila que no le diré a tu hermano —le dijo señalando al chico con el que Nico peleaba. Orestes era el hermano mayor de Aricia; protector y fuerte, ella temía más por la vida de su amor bajo las manos de su hermano que por la guerra.
— Por estas cosas te quiero —susurró Aricia, dejando un beso sobre la mejilla de Megan, sintiéndose segura de saber que podía confiar en ella—. Ojala pudiese luchar como ellos —suspiró meditabunda.
Megan se voleó hacia ella con curiosidad y arrogancia.
— Tienes a la mejor profesora aquí junto a ti, ¿No crees que no voy a enseñarte? —preguntó Megan con una media sonrisa—. Te enseñaré lo básico, luego puedes pedirles consejos a él —asintió hacia Eugene, quien caía bajo la espada de Zander.
La risa de Aricia cortó el aire y Megan se sintió feliz con su reacción. Aunque su felicidad duró poco porque se levantó ni bien Eugene cayó al suelo. Zander permaneció detenido sobre él solo un instante antes de alejarse de él para ayudarlo a ponerse de pie.
— Buena pelea —oyeron ambas que él dijo a un Eugene que a pesar de haber perdido se veía revitalizado. Los dos chicos comenzaron a conversar mientras caminaban cansados y sudorosos.
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No me olvides [Finalizada]
Fiction généraleTres almas conectadas a través de los años, enlazados más allá de la vida y la muerte, tres almas gemelas que siempre buscarán reencontrarse.