Fuerza de la naturaleza

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La gran batalla había sido un éxito. Sin embargo, ninguno de los dos lo sentía de esa forma. Una extraña sensación de insatisfacción los recorría, perturbándolos y se negaban a aceptar su recompensar. Los días libres y el oro, podrían haberlo usado para cruzar la región hasta donde estaba su familiar, pero no fue así.

Con todo lo que necesitaban, subieron a sus caballos y emprendieron un silencioso viaje hasta la casa de la única persona que tenían en sus vidas que se acercaba a una figura familiar. Y esa persona tenía un aspecto terrorífico pero un cálido interior.

Zander y Nico cruzaron una mirada al contemplar al envejecido hombre. Recordaban cuanto miedo le habían tenido en su niñez pero también las incontables veces que él los ayudo, guiándolos y protegiéndolos. Y no había sido fácil para él, tener que lidiar con dos niños que provenían de sitios tan distintos y con pasados tan complicados.

Al verlos, con aquel aspecto tan adulto, Leander sonrió y fue hacia ellos. Abrazándolos como un padre abrazaría a su hijo recién llegado. Aun cuando Zander y Nico se quejaban o pretendían huir. No estaban acostumbrados al contacto gentil y a la buena voluntad de las personas hacia ellos.

— ¿Cómo han estado niños? Supongo que muertos de hambre —exclamó Leander, risueño, arrastrándolos al interior de su hogar. Dubitativos, Zander lo miraba con una expresión de ruego mientras que Nico solo sonreía ante las continuas palabras de la persona que los había criado, entregado y a quien habían seguido tantas veces en batalla.

El interior era amplio y cálido, y se encresparon al sentir aquel ambiente familiar. Sus ojos se posaban en cada elemento que había allí, comparándolo con la última vez que habían estado.

Los recuerdos de su antigua vida militar reposaban con orgullo en las paredes. Zander y Nico los contemplaban con admiración y ambición.

— He oído que la batalla ha ido bien —exclamó él, sonriendo. Pero su sonrisa disminuyó levemente al verlos tan perdidos e inexpresivos. Sus ojos negros se afinaron sobre ellos, y se cruzó de brazos—. ¿Por qué lucen como si hubiesen perdido? —inquirió.

Zander resopló molesto; durante la batalla había salido herido y no luchó como quería. Podía ser que estuviese prácticamente intacto, pero no su orgullo. En cuanto a Nico, él comenzó a sacudir su pelo, evitando mirarlo a los ojos. Los recuerdos de ese día con Afrodita le daban escalofríos. Sus pensamientos y emociones. Lo que había estado a punto de hacer.

— ¿Podemos hablar de otra cosa? —inquirió Zander, sonando como un niño. Leander sonrió, como si fuese algo que esperaba que dijese, y solo los invitó a ponerse cómodos en su casa.

La incomodidad del inicio se disipó a medida se acostumbraron a ese lugar y a ellos mismos. Las palabras interrumpían los silencios. Y de pronto, la tranquilidad se inquietó.

— Padre, ¿Quién ha dejado esos caballos... —la pregunta nunca terminó de formularse. Megan permaneció boquiabierta, procesando la imagen frente a ella; su padre comiendo con dos inesperados invitados.

La joven de ojos negros, palideció como si hubiese visto a sus pesadillas. El instante de reconocimiento fue evidente. Se tensó ante la palidez de la mirada de Zander, repeliendo todo lo que él significaba. En cambio, cuando se encontró con Nico una sonrisa se dibujó entre sus labios. La emoción recorrió su cuerpo pero dudó; hacía tanto tiempo que no veía a Nico, su gran amigo de la infancia, que no sabía muy bien cómo actuar.

— ¿Me has extrañado? —preguntó él, extendiendo sus brazos para abrazarla, dándole a ella la confianza suficiente para dar el siguiente paso. A pesar de que ella era demasiado grande en comparación de otras chicas, se veía pequeña junto a Nico.

No me olvides [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora