Cuestión de fe

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La encontré. Encontré a Megan.

Cerró los ojos con fuerza, desistiendo del recuerdo. Completamente negado a creer cualquier posibilidad de realidad. No quería creer esa posibilidad porque significaban muchas cosas. Admitir que sus sueños eran fragmentos del pasado, que su vida había sido horrible, que había perdido todo y que probablemente tendría que volver a vivir luego de perder todo nuevamente.

Le gustaba su vida tal cual como era en ese momento, le gustaba la estabilidad y comodidad que tenía, y no le importaba si no era completamente feliz o no se llenaba el vacío de su existencia. Prefería vivir una vida insulsa antes que encontrar la felicidad completa y perderla.

Temía a una pérdida que no vivió pero que suponía que llegaría.

Tu orgullo no te dejará ver lo que tienes frente a tus ojos hasta que lo pierdas. Esa será tu penitencia y mi venganza. Vagaras por el mundo solo, recordando cada instante de felicidad pero sin poder tenerlo. Las palabras calaban hondo en su cuerpo y en su mente, una tortura lenta y dolorosa.

Estaba enojado y frustrado. No sabía si era con su hermano por insistir en algo sin sentido o con él mismo por pensar demasiado en eso. Estaba cansado de luchar contra Liam, pero sabía que él era un hombre de más fe que él.

Te encontraré, no me olvides. Su promesa sabía agridulce, avergonzado de sí mismo cada vez que oía esas palabras. Los sueños que vivía noche tras noche, era un perpetuo recuerdo de lo que fue y de lo que negaba ser.

Canalizando todas sus frustraciones, comenzó a blandir su esgrima contra su contrincante, queriendo sacar todo de su sistema. Olvidarse por un momento de Zander, Megan, Nicodemus y dioses que no le importaban. Que se pudra Artemisa por dejarlo solo y Afrodita por sentenciarlo a la eternidad.

— Ey, ey, ey, ¿qué te pasa? —dijo su contrincante sacándose la máscara, mirándolo confundido. Él quería continuar pero por lo visto su inesperada actitud iba a traer sus consecuencias—. Ez, ¿estás bien? —preguntó su amigo, peinando su pelo, siguiéndolo hasta el banco donde tiró sus cosas.

— Nada, solo estoy cansado —respondió. Laurent se detuvo, con la boca abierta y negó mecánicamente.

— Esa respuesta me suena —murmuró para sí mismo—. ¿cansado? ¿o tiene que ver con Liam? —inquirió, deteniéndose al ver que Ezio se volteaba para mirarlo con amenaza.

— ¿qué te dijo? —preguntó a la defensiva. Laurent se encogió de hombros, acercándose más a él y dándole palmadas a su espalda.

— No me dijo nada, solo me comentó que pelearon. ¿hasta cuando van a seguir siendo perro y gato? —inquirió, desde que los conocía su relación era igual; vivían en una competencia permanente y la especialidad de cada uno era hacer frente al otro.

Ezio permaneció mirándolo con mala gana, silencioso y huraño, hasta que meneó la cabeza, posando sus ojos en un punto lejano al campo.

— Estamos en veredas contrarias sobre algo, él se guía por sus instintos y yo por mi raciocinio —confesó. Laurent asintió, habiendose imaginado por qué cuestión iba la diferencia.

— Liam siempre fue un hombre de fe, pero eso no significa que no pueda ser racional. Hay veces, pocas, pero es racional. Quizás solo con apoyarlo aunque no estés de acuerdo, es suficiente —comentó. La expresión de Ezio se tornó burlona.

— Tú siempre lo defiendes —se quejó, haciendo que Laurent intentara golpearlo.

— No es cierto, cuando tienes razón lo admito, pero esta vez, creo que tu hermano solo quiere que lo acompañes y lo entiendas, no que saques toda tu inteligencia y escepticismo para hacer frente a sus planes —agregó, viendo a Ezio mostrarse poco convencido, logrando que Laurent lo golpee en la espalda con fuerza—. ¡A eso me refiero! —exclamó.

No me olvides [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora