Ironías del destino

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Los pasos apresurados sonaban contra el suelo con énfasis, creando ligeros ecos entre el silencio del estudio. Era casi de noche y ya no quedaba nadie en el lugar pero sabía que la persona que necesitaba estaría allí. Siempre estaba allí hasta tardías horas de la noche.

Una extraña emoción lo recorría desde la tarde y ya no podía contenerse. Años de recorrer el mundo y de buscar lo que no sabía que había perdido, estaban a punto de tener sus frutos. Su mente trabajaba más rápido que la realidad, y en solo un par de horas ya había planeado lo que seguiría, pero primero debía confirmar sus grandes sospechas.

— La encontré —exclamó cruzando la puerta de la oficina, viendo a un joven detrás del escritorio trabajando en la computadora con gran concentración. Con rapidez, cruzó la habitación y posó las manos sobre el escritorio, viendo al chico con emoción.

Deteniendo lo que estaba haciendo, el chico de cabello negro azabache se volteó hacia él sin expresión alguna. Sus ojos del color del cielo lo evaluaron con aburrimiento, y la sonrisa de Liam se extendió aún más. Los ojos celestes pálidos del chico miraron a todos lados antes de volver hacia Liam.

— ¿Por qué tengo miedo de preguntar qué encontraste? —inquirió con cuidado.

— Megan, encontré a Megan... o eso es lo que creó —afirmó viendo al chico abrir sus ojos con sorpresa antes de adquirir una postura desconfiada, apoyándose sobre su asiento—. Esta vez estoy 90% seguro que es ella —agregó al ver que estaba a punto de quejarse.

— Liam, ya tuvimos esta conversación antes —se quejó el otro, pasando sus manos por su pelo—. La última vez dijiste lo mismo y no era ella —agregó.

Negando con énfasis, Liam lo miró con seguridad. Él sabía lo que había visto durante la exhibición. La joven se había emocionado con la historia y los recuerdos de Nicodemus y Zander, eso solo podía significar una cosa. Era Megan.

— Ezio, sé lo que dije pero esta vez sé que es ella. La forma en la que lloró al ver la obra, la familiaridad que sentí al verla y son los ojos de ella. Puedo reconocer esos ojos en cualquiera de mis vidas, Zander —insistió.

— No me llames así —la voz del otro sonó glacial en la habitación, sus ojos eran como dardos venenosos. Pero el veneno ya era un viejo amigo de Liam, así que solo unas miradas no le harían nada.

Liam vio a Ezio cerrar los ojos por un breve momento, como si luchara consigo mismo para no ceder y caer en la ilusión. Podía pretender seriedad y frialdad, pero conocía su interior y estaba tan aterrado a fallar una vez más como él.

— Hablé con ella —murmuró Liam, notando la forma en que Ezio se tensaba y abrió sus ojos fingiendo no estar afectado por eso—. En esta vida se llama Aria y fue a ver mi exhibición, lloró al ver las imágenes y la ayudé a tranquilizarse. Parece tener una edad cercana a la nuestra y ser de aquí —dijo con una sonrisa, pensando que más allá de la vida y la muerte, el destino se encargaba que siempre estuvieran medianamente cerca.

El destino era malicioso así como la diosa que los maldijo.

— Eso no significa nada, Liam —respondió Ezio, reticente a la idea de haberla encontrado. La desconfianza nublaba su juicio, y hacía que Liam se sintiera impotente.

— Significa más que la última vez, ella sintió la familiaridad y me preguntó si nos conocíamos —confesó. Ezio tardó en responder, permaneciendo con los brazos cruzados y expresión estoica.

— ¿Qué le dijiste? —preguntó; lo conocía tan bien que oía las dudas en su voz.

— Le dije que no nos conocíamos. ¿Querías que dijera que era Nicodemus, que llevaba buscándola prácticamente toda mi vida y que hice una exhibición solo para encontrarla? —inquirió con tono mordaz y una sonrisa maliciosa.

No me olvides [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora