Héroes de la conquista

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Todo lo que conocía ya no existía. Su vida ya no existía, porque Megan murió en el momento en que su padre lo hizo.

Creyó que su antigua vida era complicada pero nada se comparaba con lo que vivía en el campamento. Aquellos hombres vivían entre el salvajismo y desolación de la guerra. No conocían otra cosa. Los días transcurrían entre la vida y la muerte. Con cada circunstancia dependiendo de estrategias y la voluntad de los dioses. Dioses que jugaban con la existencia de los humanos como si fuesen sus juguetes.

Megan se sentía decepcionada. Cuando deseaba que su vida fuese distinta, no quería eso. Quería ser feliz, en libertad pero siendo ella misma, con su padre vivo. Ahora se encontraba absolutamente sola, en un vasto y hostil mundo.

Su apariencia había cambiado drásticamente. Su largo pelo ahora era una melena corta que apenas llegaba a sus hombros. Sus ropas ahora eran pesadas y molestas, obligándose a ocultar aquellas partes de su cuerpo que pudiesen debelar su género. Lo único que permanecía era el rostro aniñado, que muchos solían comparar con el de una mujer. Sin saber, cuán verdaderos eran sus comentarios.

Y ahora debía convivir con lo que tenía. Vistiéndose como un hombre y rodeada de ellos. Muerta por dentro; ya no sonreía, ni soñaba con el día siguiente, ya ni siquiera entendía por qué continuaba con vida.

Por su parte, Nico y Zander la observaban silenciosamente. Contemplaban sus cambios y comportamiento. Le daban su espacio, a la espera de que el tiempo hiciera efecto, pero los días pasaban y nada sucedía. La Megan que conocían desaparecía un poco más en aquella persona que se veía como ella, a pesar del cambio. Cada día se veía más desinteresada, más agresiva.

Durante una oportunidad, Zander tuvo que sacarla del centro de una pelea para salvarla de las consecuencias.

— ¿Qué haces? ¿Has enloquecido? —le preguntó enfurecido, soltándola una vez estuvieron dentro de su tienda. Ella se veía como una fiera con los ojos rojos del enojo, queriendo deshacerse de él.

— ¿Por qué me sacaste de allí? —inquirió bruscamente. Él la miró con la burla filtrándose a través de su enojo.

— ¿Y a ti qué te parece? —rió sin humor— Pones en peligro tu vida y seguridad, ellos podrían descubrir quién eres. Deja de actuar de ese modo tan inconsciente —insistió, sintiendo su cuerpo erizarse de solo pensar en aquella idea.

— Por favor —musitó ella—, deja de decirme qué hacer. Tú siempre andas dando imposiciones. Estoy cansada de ti y de Nico diciéndome cómo debo actuar y sentirme, estoy cansada de esta vida, estoy cansada de todo —exclamó, deshaciéndose de las partes más pesadas de su traje.

Tiró todo con pesadez y se sentó en el suelo con expresión compungida, ensimismada en sus pensamientos y enojada con el mundo entero. Zander permaneció mirándola, enojado pero sin poder evitar ceder ante su tristeza. Respiró hondo, frustrado, acercándose a ella con actitud conciliadora.

— Sé que pasamos el tiempo dando órdenes, pero es una costumbre que no podemos evitar —dijo—. Solo estamos preocupados por ti; te cierras y no nos dices qué te sucede, lo único que haces es querer pelear como si quisieras morir —agregó, hablando lentamente para encontrar las palabras que tan difícil le resultaban decir—. No estás sola, nos tienes a nosotros de tu lado.

Zander se quedó sin palabras para decir, mientras observaba a Megan encogerse sobre sí misma, hasta que su cuerpo comenzó a moverse inquietamente. El sonido de su llanto inundó la tienda, y Zander sintió un dolor punzante en su cuerpo al pensar que era la causa de sus lágrimas.

— Extraño mucho a mi papá —exclamó ahogadamente.

Megan lloraba, rendida a sus emociones. Exteriorizando al fin su devastación interna. Y él solo la contemplaba, dubitativo sobre cómo tratarla. No era bueno consolando a las personas, o más bien, no era bueno interactuando con ellas, pero solo se sentó a su lado, escuchándola llorar y haciéndole compañía en silencio.

No me olvides [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora