Promesas por cumplir.

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Los fin de semana de Aria solían ser tranquilos. Disfrutaba estar en pijamas, comer comida chatarra, ver películas y series además de pasar tiempo ordenando o comiendo con su primo y su amiga. Aquel domingo al mediodía no era la excepción. Hacía calor y la música sonaba en todo el departamento festivamente, mientras Simón terminaba de cocinar, Mora bailaba en medio de la sala y Aria estaba recostada en el sillón luego de haber preparado la mesa.

— ¿cómo puedes bailar con la resaca que tienes? —le preguntó a la chica de pelo castaño, despeinada, con un vestido multicolor y lentes de sol que ocultaban su aversión a la claridad. Ella se movían danzarinamente con movimientos fluidos mientras bebía jugo de frutas.

— Es un talento natural que aprendí luego de despertar temprano y con resaca luego de mentirle a mis padres sobre lo que hice la noche anterior —confesó, probablemente sedienta.

Sonrió divertida ante la visión de su amiga, recordando que no revisaba su teléfono desde temprano. Sorprendida, se encontró con mensajes de Liam y Ezio, además de llamadas perdidas de ambos.

Liam: <Aria, ¿sabes dónde está mi hermano? Tuvo una discusión con nuestro padre y se fue enojado, no me responde los mensajes ni las llamadas>

Ezio: <perdón que te moleste, pero ¿estás en tu casa?>

Liam: <si sabes algo de Ez, avísame ¿si? Yo me fui a la casa de Laurent>

Ezio: <perdón por molestar, no hagas caso a esto...>

Leyendo los mensajes se llenó de alerta, y no le importó estar en pijamas para salir hacia afuera. Comenzó a responder con manos inseguras, oyendo la voz de Mora preguntar qué pasaba mientras salía volando. Intentó llamándolo pero él no respondía, y salió a la calle distinguiendo el auto de él estacionado a unos metros.

Sin pensarlo mucho, se acercó a él, golpeando la ventana suavemente para que le permitiera entrar al auto.

Sus ojos se abrieron como platos, viéndose perdido y torpe.

— ¿Por qué no contestabas? —preguntó casi molesta, notando que tenía su teléfono en sus manos, cuando él le abrió la puerta—. No tenía el teléfono conmigo cuando escribiste y llamaste por eso no respondí —le aclaró sonando agitada, agradeciendo que él no había decidido irse.

— Yo... no sabía qué hacer, y después sentí que era molestarte por algo insignificante —respondió, su voz profunda era tan suave que ella notaba que controlaba como podía oírse. Sus ojos estaban enrojecidos y sus rasgos suaves se veían endurecidos por el enojo y la tristeza.

La molestia en Aria se reemplazó por entendimiento, y negó rápidamente con la cabeza.

— Para mí, nada de ti es insignificante, hiciste bien en venir aquí —le aseguró, y él quería verse feliz por su respuesta pero no estaba con el ánimo suficiente.

— ¿qué sucedió? —preguntó, porque aunque sabía la respuesta, quería oírlo de él. Ezio respiró hondo frustrado, con el pelo desordenado, las ondas naturales de su pelo comenzaban a evidenciarse.

— Mi padre es un idiota, lo cual no es novedad, pero siempre tengo la ligera esperanza que cambie pero no lo hace —se quejó verborragico—. Siempre intentamos ser los mejores hijos, trabajo con él, hago lo que quiere ¿y qué hace él? Nos desprecia. No le importamos cuando se separó de nuestra madre, ni cuando estuvo meses sin vernos, tampoco le importa si somos felices mientras él esté satisfecho consigo mismo, y ahora tiene una nueva novia con la cual se va a casar y ¿ni siquiera nos avisa? —inquirió molesto, su voz era inestable y su cara enrojeció—. El nos ignoró porque estaba con ella, y resulta que si ella no hablaba del casamiento, no nos enteramos. ¿Cómo es esto? ¿Nosotros tenemos que vivir haciendo lo que él quiere y él no es capaz de ser decente? —las preguntas hacían eco en el auto, y Aria lo miraba externalizar todo lo que tenía guardado. Nunca lo había escuchado hablar tanto, mucho menos con tantos sentimientos.

No me olvides [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora