Las puertas del alma

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Recostada en el sillón de su casa, con una copa de vino y la compañía de su gato, Aria quedó pensativa con la vista en la nada misma. Había algo que la molestaba desde hacía días y aún no podía quitarse la extraña sensación que la tensaba.

El museo. Liam. La reunión con los arquitectos.

Los tres tenían algo en común, habían traído súbitamente los recuerdos de sus sueños. Risas, llanto, vida y muerte. Una luna roja y la promesa de un destino que nunca terminaría.

— ¿Alguna vez no has sentido que conoces a alguien aunque nunca la hayas visto en tu vida? —le preguntó a su gata gris que dormía en un círculo al final de sus pies.

— Muchas veces —la voz que le respondió la hizo gritar asustada y casi tirar el contenido del vaso. Con una mirada venenosa, vio al chico que se acercaba a ella con una sonrisa satisfecha por la malicia.

— No sabía que estabas en casa —comentó, sintiendo sus mejillas enrojecer al mismo tiempo que movía sus pies así él podía sentarse.

— Acabo de llegar —respondió, viendo momentáneamente la televisión donde una serie estaba casi por terminar, y volvió sus ojos hacia Aria—. Hace mucho tiempo que no te veía viendo series o películas —comentó, y Aria entendía a qué se refería.

Por un momento, no estaba trabajando compulsivamente. Ella se encogió de hombros tímidamente.

— Siempre me dices que debo distraerme y ser más espontánea —dijo mirándolo con una sonrisa. El chico de piel morena, cabello castaño claro y rasgados ojos marrones le sonrió.

— Vas aprendiendo, prima —exclamó Simón a su compañera de convivencia desde que iban a la universidad—. Entonces, ¿de qué va eso de conocer extraños? —inquirió, acomodándose contra el respaldar y robandole la copa de vino a Aria.

— Me pasó ya dos veces donde me crucé con personas que siento que las conozco pero nunca las vi en mi vida, o eso es lo que creó. Es como si al verlas, me hubiese sentido triste y mal por no recordarlas —confesó meneando la cabeza. Oyó a su primo asentir meditabundo con sus ojos en la serie donde había una escena de acción.

— ¿Quizás en otra vida? Eso es lo que suele decir la tía Lía. Que cuando uno encuentra personas que conociste antes sientes que los tiempos son relativos, como si un segundo con esa persona fuese lo mismo que diez años con otra —respondió, encogiéndose de hombros—. Ya sabes que ella siempre insiste que tiene más de un alma gemela —rió ante el recuerdo de su tía.

— Esa es sólo su excusa para casarse tantas veces —se quejó Aria, estallando en risas con su primo.

— ¿Y si es cierto? ¿y si tenemos más de un alma gemela? Yo no creo que un alma gemela sea solo por el amor romántico, puede ser un amor filial, platónico y entre amigos —explicó, y ante el silencio de Aria se volteó hacia ella, quien le robaba la copa para terminarse todo el vino de un trago.

— Eres todo un romántico primo, si acaso todos los que te persiguen lo supiesen, estarían gritando ser tu alma gemela —canturreo divertida, ocultando cuan afectada estaba por las palabras. Simón sonrió, estirando su mano para sacudir su pelo.

— Voy a bañarme porque voy a salir con los chicos —comentó poniéndose de pie y alejándose de ella, no sin antes saludar a la gata durmiendo—. Si te vuelve a pasar, miralos a los ojos, dicen que son las puertas del alma —gritó su primo entre risas antes de desaparecer. Aria le tiró con una almohada que colisionó contra la puerta, y luego se detuvo, pensando en sus palabras y recordando los ojos de los dos extraños que cruzó.

Estoy loca; suspiró pesadamente.

***

Más allá de que no veía grandes diferencias, algo había cambiado en tu rutina diaria. Quizás era que se dedicaba a distraerse con un pasatiempo todos los días, empezó el gimnasio o se reunía con sus amigos un poco más seguido. Incluso había ido a un bar y una fiesta en el último mes. Eso ya era un completo cambio.

No me olvides [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora