Capitulo 7

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—Espera, espera, espera —me calla, caminando hacia mí sin parecer alterado en lo más mínimo. ¿He mencionado antes que odio demasiado esa despreocupación suya hacia básicamente todo en la vida? Bueno, lo hago— dejemos una cosa en claro: no me robé este auto... lo tomé prestado... a largo plazo.

—¿Ah, sí? ¿Y quien, exactamente, fue esa alma noble que te prestó su Ferrari a largo plazo, eh?

—Bueno, conocí a este muy amable caballero en Villa Durban, donde a veces trabajo, y me pareció que no extrañaría este auto y que no le molestaría prestármelo por un día o dos, o un mes o dos... de hecho, fue tan amable y simpático que incluso me dejó, inconscientemente, tomar varias otras cosas de casa. Tomé su iphone 5, su laptop, un poco de efectivo abandonado en la caja fuerte y algunas prendas caras en su armario. Ahora tengo un traje real, de esos de saco y camisa de seda con botones. Incluso conseguí una de esas cosas que se ponen para que tus pantalones no se caigan, hasta hace juego con los zapatos y la corbata.

—¿Cinturón?

—Sí, eso —se encoge de hombros y se acerca a abrir la puerta para mí.

—No subiré contigo a un auto robado. No iré a ningún lugar con un ladrón.

—Ya te dije que no es robado,April, pero si te hace sentir mejor, mañana lo devuelvo. Aunque este tipo de verdad no lo va a extrañar.

Dudo un momento sin moverme, porque sé dentro de mí que esto es una muy, muy, muy mala idea. Sé que las chicas que aparecen en la sección roja del periódico, descuartizadas, sintieron esta clase de desconfianza antes de subir al Ferrari robado de sus atacantes. Sé que los hombres que tienen encanto y belleza son los que hacen esa clase de crímenes. Sé que soy una chica de 17 años que nunca ha tenido una cita en su vida y que el primer chico que parece fijarse en mí, es un maleante y probablemente sólo quiere matarme. Pero me niego a pasar una noche más encerrada en mi habitación, así que acepto.

—Um,Pril, supongo que no traerás algo de efectivo ¿Cierto? —pregunta cuando entramos a la carretera y ya me es totalmente imposible abrir la puerta y huir.

—No. No me han pagado y soy tan pobre como tú, ¿por qué?

—Este hombre amable del que te hablé al parecer es un tacaño y no llenó el tanque antes de prestarme su auto. Así que tengo nada más que mi valiosa presencia y no creo que eso llene el tanque.

—¿No me acabas de decir que también te "prestó" un dinero abandonado en su caja fuerte?

—Sí, pero ya me lo gasté todo —murmura con reproche y hace una linda mueca con sus labios— además, no ocupamos nada de dinero para donde vamos a ir, por lo tanto no me molesté en ir a conseguir algo.

—¿En qué te gastaste el dinero, Dick?

—Bueno,April, te compré el ramo de rosas rojas más grande y caro que estaba en la florería... —dice, con una nueva voz baja, dulce y romántica que no había hecho antes. Y justo en ese momento comienzo a sentir un poco de verdadera simpatía por él, porque nunca antes alguien me había comprado flores. Le sonrío con ternura y me volteo hacia él, esperando que las tome del asiento trasero y me las de o algo así, pero él solamente se voltea hacia mí y da un par de golpecitos en mi hombro— te las daré cuando te las merezcas, cariño, cuando aprendas a tratarme con respeto.

Maldito perro.

—Deberías haberme dicho de antemano qué era lo que tenías planeado antes de traerme aquí y básicamente forzarme a hacerlo —murmuro con enojo y planto mi pie con fuerza en el piso, sintiéndome totalmente idiota por haber aceptado en primer lugar. Ahora estoy con un tonto chico delincuente del otro lado de la ciudad sin ninguna oportunidad de regresar a mi casa por mi cuenta. Esto se está convirtiendo en una costumbre. 

—Pero entonces no hubieras aceptado, cariño. No lo podrías decir a simple vista, pero soy un hombre muy inteligente —me guiña el ojo, colocándose de nuevo detrás de mí para ayudarme a saltar aquella gruesa barda de tres metros. 

Ladrona de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora