—Estoy esperando con todo mi corazón que en realidad estés guardándote lo interesante para ti misma —dice Alfredo, mirándome mal e ignorando al maestro hablando. Sabe muy bien que no me estoy guardando nada— no puede ser que al fin sales en una maldita cita, con un chico mayor y S-E-X-Y, y quiero decir, un chico que es el epítome de todo lo sexy en el mundo, uno con el que yo moriría por tener un cita y tú lo arruinas siendo... tú. Te odio.
—No fue mi culpa, estúpido —replico, sintiéndome ofendida— él me hizo saltar una maldita pared, me hizo caer y llenarme de alergia. Él es un tipo raro, vagabundo, tatuado y criminal. Pero como por alguna razón del destino resulta ser un poco guapo, todo lo demás se le perdona ¿no?
—Exacto —replica, mirándome como si fuera la persona más idiota del mundo por no saber que los chicos guapos están perdonados de todo lo malo que hagan. Mi celular comienza a vibrar sobre mi escritorio y “Mi Rey Supremo” aparece en la pantalla, junto con una foto que Dick tomó de su cara sin que yo me diera cuenta. Aunque no tuviera esa foto, igual sabría que es Dick, porque no he conocido a alguien igual de egocéntrico y ridículo en toda mi vida. Presiono “ignorar” a mi celular al mismo tiempo que presiono "ignorar" en mi interior al gay a mi lado y me dispongo a poner un poco de atención en clase para variar. Lo malo es que no he puesto atención en toda la semana por lo tanto no tengo idea de nada de lo que sale de la boca de este hombre.
—¿Quién era? —lo de ignorar a Alfredo falla totalmente porque su voz es algo cercana a la más molesta del mundo, después de la de Dick, claro.
—Nadie.
Alfredo me arrebata el celular de la mano aprovechando que estoy totalmente distraída con las restas indefinidas que el profesor explica en el pizarrón.
—¿Es Dick verdad? No puedo creer que no le contestes, debería ser ilegal que alguien como tú conozca a chicos como este —dice luciendo realmente decepcionado.
—Igual no creo que eso hiciera ninguna diferencia, porque como te lo he mencionado un millón de veces ¡El chico es un maldito criminal! De los que hacen cosas ilegales y peligrosas y de los cuales yo me tengo que mantener malditamente alejada —grito en voz baja. Algo que he llegado a perfeccionar a lo largo de los años de conversaciones durante clases con Alfredo.
—Igual creo que deberías contestarle, es demasiado guapo y tú demasiado desesperada por atención masculina como para que ignores su llamada —toma mi celular en sus manos como si fuera el mismísimo hijo de Jesús hasta que por razones del infierno hay una nueva llamada entrante, de nuevo de Mi Rey Supremo, cuanta suerte tengo. Alfredo sin pensarlo presiona "contestar" y acerca el teléfono a su oreja, la cual arrancaré de su cráneo tan pronto como salgamos de clase.
—Hola. Soy Alfredo, ella está en el baño, creo que tiene diarrea o algo parecido. Sí, deberías visitarla, parecía estar pasando un mal rato. ¡Exacto! Además no deja de hablar de ti y cuan increíble fue su cita de anoche. No, Dick, yo la conozco perfectamente, sé cuando le gusta alguien —Dick sonríe ampliamente y cuando trato de arrebatarle mi celular me aleja con facilidad con una sola mano —Genial. Colegio Universitario San Luis. Claro, adiós.
—¡¿QUIEN TE DIO EL MALDITO DERECHO?! —grito indignada, olvidando por un momento que estoy en clase y que esta estúpida escuela de ricos tiene "tolerancia 0" respecto a locas desquiciadas gritando en medio de una clase. Cuando la razón vuelve a mí, miro a mis compañeros y al maestro con una leve sonrisa de disculpa— lo siento, lo siento. Prosiga con su clase.
No le hablo a Alfredo por las siguientes dos horas, porque estoy asquerosamente enojada de que le haya dicho a Dick donde estudio. No porque tema que él me venga a acosar o algo, sino porque me molesta que nunca me escuche, y que le valga un reverendo pepino lo que un loco desconocido pudiera hacerme. Sin embargo, cuando salimos al receso decido olvidarme un momento de tu total insensibilidad y camino a su lado hasta la cafetería, porque si no lo hago tendría que caminar por ahí sola, lo cual odio.
Lo bueno de estar en una escuela ridículamente cara es que la comida de la cafetería es en realidad comible e incluso algunas veces llega a ser buena, al contrario de cómo lo era en mi antigua escuela pública en la que la comida era prácticamente peor que morirte de hambre. Aquí puedo tener un plato con un pedazo grande de pizza, fruta fresca partida, una gelatina de frutas y un gran vaso de jugo de naranja. Me acerco a mi mesa de siempre, la cual me ha sido deliberadamente asignada y me siento junto con tres amigas, Laura, Alejandra y Nazareth, y claro, Alfredo.
Trato de ignorar a mis odiosos amigos mientras Alfredo les cuenta lo idiota que soy por no derretirme ante los pies de un chico sexy, rudo y tatuado. Y yo sólo estoy ahí como: ¿Rudo, Dick? "Rudo" definitivamente no es algo que lo describe realmente, yo diría algo más como… "mentalmente deficiente". Estoy a punto de defender mi honor, el poco que me queda, ante las palabras crueles de alfredo, cuando una bandeja cae a mi lado y alguien se sienta. Volteo totalmente sorprendida, porque nadie nunca se ha sentado con nosotros desde que alguien divulgó que yo tenía lepra. Y entonces me llevo la peor sorpresa del mundo.
Dick está aquí.
Dick Thomas está en mi escuela, con una bandeja de comida y sentado a mi lado, con mis amigas. Las cuales han estado hablando de él desde que me senté aquí.
—Hola, Pril —me saluda con una dulce sonrisa y se inclina hacia mí para besar mi mejilla húmedamente, dejando sus labios más de lo normal. Le permito violar mi mejilla sólo porque estoy demasiado desconcertada por su inesperada e indeseada visita— Hola Alfredo, y hola señoritas, soy Dick Thomas, el chico sexy del que estaban hablando, y por el que April, muy, muy en el fondo, se siente totalmente atraída ¿Cierto, cariño?—Falso, Escoria —contesto con odio disimulado y me muevo instintivamente lejos de él, mientras todos los demás en la mesa parecen estar siendo succionados con gran fascinación por un enorme, molesto y egocéntrico agujero negro: Dick.
—Relájate, April, creo que ya puedes dejar tu papel de chica difícil, ambos sabemos que te mueres por mí y no lo quieres admitir. Esto se está haciendo viejo.
—No estoy haciendo ningún papel, en realidad soy la peor actriz de la historia. Lo único que sucede aquí es que estoy genuinamente desinteresada en ti —digo, al mismo tiempo que le doy una gran mordida a mi pizza— supéralo.
Todos en la mesa me miran como si estuviera hablando en otro idioma, incluyendo a Dick, quien tiene una muy extraña expresión de angustia en su rostro. Parece que en realidad se considera demasiado bueno como para ser rechazado, casi me siento mal por él. Casi.
—De acuerdo, April, creo que has atravesado despiadadamente mi frágil corazón con tus duras palabras —susurra, como si de verdad estuviera dolido y me mira con cara de cachorro atropellado junto con otros 4 pares de ojos suplicantes que por alguna razón muestran simpatía por Dick y no por mí— pero la buena noticia es que te daré la oportunidad de repararlo.
—Genial, moría de la angustia —digo sin entusiasmo.
—Gracias, Dick, por la segunda oportunidad. Todos lo apreciamos —dice Laura rápidamente— tienes que tenerle paciencia a mi amiga de aquí, no tiene mucha experiencia con los chicos.
¿En serio? ¿Es que nadie me escucha? ¿En serio soy así de rara? ¿Sólo por no caer ante este chico?
—Demonios, esto nos está lastimando igual a ti y a mí, Dick. Ya, lo acepto. Creo que no puedo seguir negándolo más. Ustedes tienen la razón, todos tienen la maldita razón, están absolutamente en lo correcto —miento en voz alta, los cinco me miran y logro, por fin, tener su completa atención. Claro, esta gente sólo escucha lo que quiere escuchar— Soy completamente inepta con los chicos y mi manera de coquetear apesta por completo, pero en realidad me siento locamente atraída por ti Dick. Muchísimo más de lo que me he sentido por alguien antes.
Todos se quedan callados unos segundos, absorbiendo mis palabras. Mis tres amigas tienen la boca completamente abierta, Alfredo me mira con orgullo absoluto y Dick se ve tan confundido como si le acabara de decir que mi nombre es Pancho y vengo de otro planeta.
—Entonces, chicos ¿Creen que nos pueden dar un poco de privacidad?—pregunto, con una muy, muy, pero que muy falsa y dulce voz. Esa que sólo utilizo con adultos en momentos que lo ameritan.
Ellos asienten, sonriendo, asumiendo que por fin he recobrado la razón y estoy lista para abrirle las piernas al primer chico guapo que se ha cruzado en mi camino, sea un loco vagabundo o no. Se levantan con sus bandejas y nos desean suerte antes de ir a sentarse a otra mesa. Me atraganto con una sonrisa de triunfo mientras veo cómo Dick se mete fruta a la boca y mira a cualquier otro lugar para no hablar conmigo; comprobando lo que ya sabía, que los coqueteos del chico sólo son porque yo obviamente no voy a aceptarlo y no lo hace en serio. Aun así, duele comprobarlo, justo en mi ego.
—¿No tienes nada que decir? —pregunto, aun con esa voz dulce, poniendo mi mano en su pierna y haciendo uso de todas mi fuerzas para no reírme en su cara. Él traga y me mira. No sonríe, aunque se nota que está obviamente divertido, pero ¿cuando no está divertido este chico?
—Estás mintiendo —dice con facilidad— te conozco desde hace muy poco, pero si hay algo que sé con seguridad, es que eres una perra sarcástica y nunca hablas de esa manera o le das la razón a alguien. Sólo quieres rechazarme sin soportar sus reclamos.
Lo miro unos segundos más con esa mirada sumisa mientras él me reta con sus risueños ojos marrones y rompo en una carcajada sin poderlo controlar más tiempo.
—Para ser un verdadero estúpido, si que sabes descifrar a las personas.
—Para ser la peor actriz de la historia, hiciste un buen trabajo convenciendo a tus amigos.
—Bueno, quiero saber qué demonios quieres de mí antes de que tenga que regresar a clases —digo, acordándome de eso y comiendo mi pizza con más rapidez— así que dímelo. Algo quieres, lo sé.
—Mira, mi dulce y tierna Pril, hablemos claro. Vine hasta acá por placer. Mucho placer —ronronea con una voz seductora, toma mi mano libre para llevarla a su boca y besar mis nudillos. Lo permito sólo porque estoy muy ocupada masticando mi pizza y porque el chico obviamente vive de dramatismos antiguos como este. Tengo que irme acostumbrando— pero... también vine por negocios. Necesito tu ayuda para recuperar a mi perro, el pequeño Mochomo.