John hubiera gritado si hubiese tenido tiempo para reaccionar, pero no fue así. Sherlock lo había tirado al suelo con tal fuerza que su cuerpo golpeó el parqué como una barra de hierro mientras la pistola salió disparada de sus manos hacia la otra esquina de la habitación.
El sobresalto había sido incluso mayor que el dolor que le produjo el chocar contra el suelo con el gran cuerpo de Sherlock sobre él. Jadeó en busca de aire y lo apartó, tirándolo hacia uno de los lados, maldiciendo de todas las formas que se le ocurrían.
- ¡¿Quieres matarme?!
- ¡Lo que no quiero es que te mates tú! - gritó Sherlock con el rostro desencajado.
- ¿Pero de qué coño hablas? - lo miró incrédulo John, sentándose al igual que había hecho Sherlock.
- I-ibas a dispararte... - dijo apenas en un susurro quebrado y comenzó a llorar y John comprendió, conmovido. Nunca había visto a Sherlock con un aspecto tan lamentable como el que presentaba en ese momento. Sus ojos se posaron en su brazo, que cogió con brusquedad para observar mejor las heridas de los pinchazos.
- ¡Dios mio, Sherlock! - exclamó John a punto de echarse él también a llorar. Con temor y desesperación al mismo tiempo, con la otra mano libre tiró de su camisa semiabierta para observar su cuello, comprobando que no quedaba ninguna marca de su tentativa de estrangularlo. Y sin embargo eso no tranquilizó ni un ápice su conciencia.
Holmes lo sorprendió, cogiendo la mano que tenía sobre su cuello y bajándola, mientras la apretaba con fuerza para llamar su atención. Negó con la cabeza, deteniendo todo intento de John por disculparse. No era momento para disculpas, no las quería ni las necesitaba.
- Si alguien debe perdonar, eres tú. Estaba tan ciego que no te creí, y te deje solo y sufriendo, siendo tratado como un loco cuando eras el único, el único que veía con claridad. - Sherlock susurró cada palabra, desgarrando su alma, confesando sus pecados entre lágrimas, como si estuviese a las puertas del cielo y rogase por ser condenado al infierno. -Y abandoné a mi hija, llorando un niño que ni siquiera es nuestro. Perdóname, te lo suplico.
Ambas miradas se enfrentaron, perdiéndose más allá de la superficie en los sentimientos desbordados, desnudos en la superficie de un lago oculto en cada una de sus pupilas, y se entendieron, como nunca antes se habían entendido, y John lloró como un niño, desahogándose, arrojándose en los brazos de Sherlock, y él lo correspondió, abrazando su cuerpo, marcando las yemas de los dedos en su piel y se hubiesen fundido de haber podido.
Permanecieron de ese modo, hasta que ambos sintieron que los músculos no les respondían correctamente y cayeron por su propio peso, quedándose dormidos.
El primero en despertar fue Sherlock y su primer pensamiento nada más hacerlo fue para John, a quien tenía justo enfrente, roncando levemente con un sueño tranquilo, pero su ceño fruncido denotaba que se trataba de una falsa apariencia. ¿Estaría soñando con Ella? Holmes estaba seguro de que sí, porque él tampoco podía apartarla de su mente y lo único que hacía que lograra mantener la sangre fría era pensar que su hija, estuviese donde estuviese, no corría peligro. Quien se la hubiese llevado, ayudado por Lawrence, no pretendía matarla, ni siquiera hacerle daño, y seguramente la estaría criando, tal vez en sustitución de su propio hijo muerto, al que habían dejado abandonado junto a John.
Aunque la idea de que estuviese a salvo era reconfortante, Sherlock no tenía intención de dejar las cosas como estaban y estaba dispuesto a recuperar a su hija. Estaba seguro de que John también sentía lo mismo.
Se bañó con toda la celeridad que pudo, recuperando el aspecto elegante y carismático que lo caracterizaba. Nadie podía sospechar a simple vista que bajo su traje impoluto se escondían los indicios de su adicción.
ESTÁS LEYENDO
Los ópalos de Baker Street [Johnlock]
Mystery / ThrillerAunque Sherlock Holmes y John Watson pensaron que sus vidas cambiarían tras desarrollar sentimientos mutuos, nunca imaginaron el giro que tomarían los acontecimientos tras una sorpresa inesperada. Un nuevo criminal acecha en las calles de Londres y...