14 - La verdad y la realidad

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La verdad a menudo es sólo una costumbre. Pensar que algo es realmente cierto, incluso si no lo es, hace que se convierta en una realidad, del mismo modo que si todo el mundo está convencido de que definitivamente ocurrió tal cosa, el individuo que crea lo contrario no será más que un loco. Las dos partes, potencialmente, tienen las mismas posibilidades que creer que lo que defienden es la verdad, ¿pero cuál es realmente la verdad? John no tenía pruebas para saberlo. Solo estaban sus recuerdos y drogado en su habitación de hospital estos parecían cada vez más una ilusión.

Watson empezaba a sopesar, como médico, lo que sus colegas decían de él, que el estado de shock le había hecho inventarse recuerdos como un modo de sobrellevar el dolor ante la pérdida de un hijo. Incluso si estaba seguro de haber podido ver que había dado a luz a una niña antes de caer inconsciente, John cada vez se decantaba más por pensar que, efectivamente, se había vuelto loco.

Si ese era realmente el caso, John estaba mucho más cómodo creyendo que habían enterrado a algún impostor y que su hija seguía viva en alguna parte, estuviese donde estuviese.

La señora Hudson permanecía en la habitación junto a él, ignorando todas las advertencias de los médicos que aconsejaban que se marchara a su casa, no solo porque a su edad era recomendable dormir en una cama en lugar de en un incómodo sillón, sino porque creían firmemente que alimentaba las fantasías de John al escuchar una y otra vez la historia que le contaba sobre lo que le había sucedido.

- Tenía que haberla visto. Es hermosa, señora Hudson, un bebé perfecto, con unos fuertes pulmones, sin duda, por su forma de llorar. Su pequeña cabeza tenía una mata de pelo claro, estoy seguro de que tiene el mismo precioso pelo enrulado de su padre. - comentó inconscientemente, y el recuerdo del pelo despeinado de Sherlock, corto, rebelde y rizado, lo hizo sonreír durante un instante, antes de recordar su rostro de pánico e ira mientras intentaba estrangularlo. John se contrajo, escondiendo la cabeza en su propio pecho lleno de culpabilidad y comenzó a llorar con fuertes sollozos.

Una mano suave y pequeña pasó por su espalda. La señora Hudson reconocía el amor en las palabras de Watson, así como el miedo y el dolor. Aún era demasiado pronto para que un alma tan destrozada pudiera recomponerse, pero en el fondo de su corazón esperaba que llegara el día en el que John fuese capaz de perdonar a Sherlock, y no podría hacerlo antes de perdonarse a sí mismo.

- Seguro que sí, querido. Ella estará bien, esté donde esté.

- ¿Usted me cree, señora Hudson? - John la miró con incredulidad y ella le respondió con una dulce sonrisa de madre comprensiva que fue como un rayo de sol en su oscuridad.

- Claro que te creo, John. Una madre siente estas cosas y reconoce a su hijo, no importa lo que ocurra.

John sintió la creciente tentación de discutir sobre su creencia alegando que ella jamás había tenido hijos, pero la ligera cordura que aún conservaba su mente le ayudó a contenerse. Él sabía bien que las mujeres alfas tenían serios problemas para dar a luz e incluso cuando lo hacían, por el diseño de su sistema reproductor solían morir en el parto. Tal vez la señora Hudson tenía también una dolorosa historia que no quería que nadie conociese, que había decidido olvidar.

- ¿Amaba al señor Hudson, Martha? - escapó de sus labios, y la mujer pareció consternada. John temió que se pusiera a llorar, pero volvió a mostrarle su sonrisa y lo cogió de la mano, adivinando sus pensamientos.

- Lo que tuvimos Frank y yo no se puede comparar a lo que tenéis Sherlock y tú. - se interrumpió para aferrarlo con más fuerza de la mano antes de que Watson se atreviese a protestar. - No se trata de que seáis compañeros destinados, eso son tan sólo chorradas románticas. La realidad es más compleja y a la vez tan simple como que tenéis lo que él otro necesita, y eso, querido, no tiene nada que ver con el instinto, ni con el sexo.

Los ópalos de Baker Street [Johnlock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora