Enfadado tal vez es un adjetivo demasiado banal para describir lo que Watson sentía en esos momentos. La falta de sensibilidad de Sherlock hacia un problema tan delicado era realmente digna de lástima, pero para John solo era un motivo más de rabia.
Sherlock siempre conseguía lo que se proponía gracias a que mantenía aparentemente la cabeza fría y sin embargo aún no la había encontrado. La impotencia estaba consumiendo a Watson, ¿y qué era lo que podía hacer él? Pues justo lo que estaba haciendo en ese momento. Beber en un ridículo bar con su absurdo bigote postizo puesto.
Apuró el trago de whisky con soda con gran presteza y pidió otro. Cuando lo tuvo en sus manos miró el contenido ambarino con el ceño fruncido.
- Señor, es la hora de cerrar.
La voz del camarero lo sacó de su ensoñación y le obligó beberse la copa de un trago para a levantarse y volver a su casa, enfrentándose a la triste realidad de que estaba borracho y seguía siendo un completo inútil.
Al llegar a su calle no se sorprendió al ver a una mujer cerca del portal, mirando hacia el otro lado de la calle como buscando algo, esperando. Era común encontrarse clientes de todo tipo a cualquier hora del día o la noche que acudían a Baker Street. Bastaría unas palabras para espantarla, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca para que ella oyera sus pasos, se giró y John se quedó mirándola muy sorprendido.
La mujer corrió hasta él y le dio un fuerte abrazo que lo hizo tambalearse y Watson tardó unos segundos en reaccionar y corresponder al abrazo, pero cuando lo hizo su sonrisa fue sin duda sincera.
- ¡Dios mío, señorita Morstan! ¡Dichosos los ojos! Pensé que se habías trasladado a Irlanda. ¿Qué haces aquí?
- He venido en cuanto me he enterado de lo ocurrido. Perdóname, me hubiese gustado venir antes. - dijo con gran familiaridad y con una sonrisa triste que invitaba a que John la imitara.
- Ma-mary, que hayas venido hasta aquí solo para darme el pésame...
- Por favor, sabes que no he venido para eso. Quiero saber qué es lo que ha ocurrido. Llevo esperándote horas. ¡Cielos! ¿Dónde has estado? - John suspiró y se apartó, pero ella le agarró de las solapas de la chaqueta y acercó la nariz a su boca. - Hueles a destilería, ¿has estado nadando en whisky o solo empapaste el bigote antes de ponértelo?
- Tal vez las dos cosas.
- Así que no querías volver a casa.
John la miró taciturno, con el ceño fruncido, pero Mary no se dejó achicar, frunció el ceño de igual modo y le cogió de la mano, tirando de él.
- Vamos a mi hotel. Creo que necesitas desahogarte.
- Pero, Mary... - exclamó algo escandalizado. ¿Qué iba a pensar la gente si una señorita soltera invitaba a un hombre en mitad de la noche a su habitación?
- No es una sugerencia. - se apresuró a contestar, adivinando sus pensamientos y dándole a entender que le importaba menos que nada lo que la gente pensase de ella.
Y así lo metió en el carruaje sin que le diese tiempo a protestar, aunque hacerlo no habría sido una opción.
Desde el primer momento en el que John Watson conoció a Mary Morstan sintió una conexión con ella que solo se podía comparar a la que había sentido hacia tres años atrás con cierto detective famoso.
Como bien había observado Watson: "su rostro no tenía facciones regulares ni una complexión hermosa, pero su expresión era dulce y amistosa, y sus grandes ojos verdes resultaban particularmente espirituales y atractivos". Aquella descripción obviaba sin embargo otros rasgos de Mary que llamaron la atención de John, como su pelo corto, tan alejado de la moda y tan poco femenino, y su color rubio intenso, que no pasaba desapercibido aunque solía cubrirlo con tocados, desde sombreros hasta turbantes.
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Los ópalos de Baker Street [Johnlock]
Mystery / ThrillerAunque Sherlock Holmes y John Watson pensaron que sus vidas cambiarían tras desarrollar sentimientos mutuos, nunca imaginaron el giro que tomarían los acontecimientos tras una sorpresa inesperada. Un nuevo criminal acecha en las calles de Londres y...