Nauzet Gutiérrez
Me estaciono a las afueras del bosque para empezar a caminar por el sendero que me guía hasta una pequeña cueva. La luna empieza a llegar a su punto más alto, se ve hermosa en una noche despejada como esta pero por más que me duela solo puedo odiarla. Por su culpa una semana al mes tengo que pasar por esto, la transformación es algo a lo que ya me he acostumbrado, pero a la vez es algo que nunca amaré por más asombro que a muchos les parezca. En par de minutos he cambiado completamente, mis ojos se han vuelto de un verde intenso, mi piel se convirtió en un pelaje color grisáceo con pequeños toques de blanco, de dientes pase a tener unos filosos colmillos, y de andar en dos pies pasó a andar en cuatro patas; para finalizar suelto un largo aullido.Salgo de la cueva en cuanto tengo la necesidad de correr, sé que dije que odiaba esto pero sentir el viento pegar contra mi cara me da una sensación de libertad que me llena el alma.
Busco alimento, la transformación y esta forma física que adapto hacen que sienta que muero de hambre, así como si no hubiera comido en semanas. Mis sentidos se agudizan, en especial el olfato pues aunque sea depredador no me gusta matar, prefiero comer las sobras que dejo algún otro por allí. Llego a lo que queda de un ciervo, no tengo idea de quién lo pudo haber cazado, el animal está casi en su totalidad y no es normal que las manadas de lobos que hay por aquí dejen algo así. Saco esas ideas de la cabeza para empezar a comer pero sin bajar la guardia, una vez que termino estoy manchado de sangre por lo que me dirijo al lago a tomar un poco de agua y darme un baño.
Una vez adentro del agua sigo sin bajar la guardia, es algo que aprendes estando en el bosque, nunca bajas la guardia o das la espalda por más tranquilo que este. Por lo mismo oigo crujir unas ramas a lo lejos, intento no preocuparme por eso pero el sonido se intensifica. Automáticamente salgo del lago, sacudo mi pelaje acercándome lentamente, a lo lejos oigo un gruñido a la vez que veo una cabellera rubia. Volteo a ver el cielo, ya casi amanece por lo que es normal empezar a ver personas por aquí pero un grito hace que decida acercarme lo más rápido posible.
Mi olfato me guía al igual que mi oído, llego al lugar para ver de espaldas aquella cabellera de hace un momento, en frente suyo veo a otro lobo, uno blanco que jamás había visto por aquí. Sus ojos están fijos en la persona frente a él, le gruñe logrando asustarla, a su vez veo como se abalanza para atacar. Solo por reaccionar yo soy el que termina abalanzándose contra él, lo pongo contra el piso, él logra levantarse y empezamos una pelea. Colmillos y garras, todo lo que sea necesario se utiliza en este tipo de encuentros, aquel lobo es más joven que yo por lo que no solo terminare ganándole, si no que también le daré la lección de respetar a sus superiores. Mi oponente es el primero en lloriquear, lo que significa que yo he ganado, lo suelto para dejarlo ir de una vez por todas, sus heridas no soy muy graves, nada que en un par de días no se recupere; yo por otro lado solo doy un aullido en señal de victoria.
Al darme la vuelta para descubrir quién era que la persona que huía, logro identificarla de inmediato; es ella, la chica del baño. Sus ojos azules se ven cansados, las mejillas las tiene de un color rojizo y sus labios forman un lindo puchero. Se abraza a sí misma mientras sigue llorando recargada contra un árbol, intento acercarme lentamente para no asustarla más. Hago eso de bajar mis orejas en señal de sumisión, dejo una distancia justa entre los dos, si ella quiere acercarse más no se lo impediré. Siento que una de sus manos intentar acariciarme, le hago el trabajo más fácil y me acerco un poco más, su mano pasa por parte de mi lomo y atrás de mi cabeza. ¿Por qué carajo se siente tan bien? Nunca nadie me había acariciado, joder, es una sensación increíble, muy relajante para ser honestos.
—Eres muy bonito.—Dice en un susurro.—Gracias por salvarme. Sé qué tal vez no me entiendas, pero de todas formas, gracias.—Una ligera sonrisa se forma en sus labios.
Interiormente sonrío, es muy tierna, pero a la vez es muy valiente. Digo no es como que a diario salgas al bosque a acariciar a un lobo, o tener la suerte de encontrarte a uno que no te quiera atacar por invadir su territorio.
Ella finalmente se calma pero sus caricias continúan, sin embargo yo volteo a ver el cielo. Joder, necesito irme ya o me convertiré frente a ella. Me alejo lentamente de ella, hago una pequeña reverencia tratando de hacerle saber que todo está bien para después salir corriendo de regreso a la cueva. Me transformo de nuevo a mi físico humano, de una mochila que traje saco la ropa deportiva, después de noches así juro que es mejor estar cómodo y no con un traje hecho a la medida.
Camino hasta donde deje el carro, subo todas mis cosas para empezar a manejar de regreso a casa, no logro avanzar ni cinco kilómetros y ya vuelvo a ver a aquella chiquilla. Bajo la ventana para llamar su atención y detener su caminata.
—¡Oye!, chica del baño.—Le grito. Ella rueda los ojos y con timidez se acerca al carro.
—Señor Gutiérrez, ¿qué hace usted por estos rumbos?
—Lo mismo le estaría preguntando, señorita.—Le doy una sonrisa.—Voy de regreso a la ciudad, ¿quiere que la lleve o la acerque a algún lugar? Sus clases empiezan dentro de poco.—Ofrezco.
—¿Me vería muy descortés si rechazo su oferta?—Pregunta con un tono de inocencia.
—La verdad es que si, ya dos veces faltándome al respeto sería demasiado para mi frágil corazón.—Bromeo.
—Aceptaré su oferta, pero sólo si me deja ir en la parte de atrás, y por favor no le ponga seguro a las puertas.—Dice sería.
—Como guste, señorita.—Dejo el carro en modo parking para bajarme y abrirle la puerta.
—Gracias.—Me sonríe, le doy un asentimiento de cabeza, regreso al asiento del piloto, le quito los seguros como ella a pedido y la oigo soltar un pequeño suspiro.—Por cierto, mi nombre es Natalia, Natalia Ortíz.
—Mucho gusto, yo soy Nauzet Gutiérrez.—La miro por el retrovisor.
—Ya lo sabía.—Me da una sonrisa burlona y yo le respondo igual.
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Mi Protector [EDITANDO]
FantasyElla era más fuerte de lo que pensaba, él solo necesitaba a alguien que lo hiciera feliz. Se complementaban el uno al otro, había secretos de por medio. Él tenía miedo a hacerle daño, ella se convirtió en su todo. Ella lo hizo feliz, sin saber que...