9. Miedo

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Una vez terminado el helado, Nero prosiguió a botar el recipiente y a sentarse en el escritorio de Dante. Ya había pasado más de una hora y aún no volvía.

El joven tomó el pequeño cuadro de aquella mujer tan parecida a Trish que yacía sobre el escritorio de Dante. Contempló la foto por un par de minutos y negó con la cabeza.

- No, no es Trish – se dijo a sí mismo. – Es la difunta madre de Dante. Trish es la que se parece a la madre de Dante.

Depositó nuevamente la foto en la mesa y se puso a caminar por el local. Buscó algo interesante en la televisión, pero nada. Aseó a Red Queen y Blue Rose y después no sabía qué hacer. 

¿Por qué demoraba tanto Dante?

Nero cayó dormido en el sofá producto de haber divagado hasta lo más inútil que pudo haber pensado.

Sentimientos, declaraciones, miedo...

¿Miedo? ¿De qué?

¿De que Dante se arrepintiera de lo que le dijo anoche?

. . .

- Tienes cama, ¿sabes?

La siesta de Nero fue perturbada por la ronca voz de Dante, el cual tenía su rostro frente a él.

Estaba demasiado cerca.

- Hasta que llegas – balbuceó Nero, bostezando.

- Lamento la demora – dijo el mayor mientras se dirigía a su escritorio. – No todos los días debes decirle a tu cliente que su hija falleció.

Nero se incorporó en el sofá y, luego de estirarse, quedó mirando fijamente a Dante.

- ¿Y qué tal reaccionó?

- ¿Qué crees tú? – Dante dejó caer su peso en la silla del escritorio y luego afirmó los pies en la mesa.

- Maldita sea. No importa, ya tendremos alguna otra misión.

El ambiente estaba incómodo, y Nero era el que más se percataba de la situación. Un largo silencio invadió la tienda por un par de minutos hasta que Dante se puso de pie y se sentó en la mesa de centro, quedando frente al joven. Nero sentía cómo su rostro comenzaba a acalorarse.

- ¿Y si vamos a caminar a algún lado? – preguntó Dante.

- ¿Y dónde podríamos ir a caminar en esta ciudad moribunda? – contestó Nero mientras se abanicaba con la mano. Su rostro ardía como el infierno.

- Pues, podríamos ir a un parque, o a la playa – dijo Dante mientras se rascaba la cabeza. En realidad, no había muchos lugares a los que ir.

- A la playa ni de coña. Odio la arena.

Dante soltó un suspiro y quedó mirándolo fijamente, provocándole más ardor en el rostro.

- ¿Entonces te invito a almorzar a algún local?

- Ni que fuera una cita – respondió Nero. Cuando notó lo que había dicho, quería que se lo tragara la tierra.

- ¿Qué te pasa? – manifestó Dante con una gran sonrisa en el rostro, mostrando síntomas de una inminente risa - ¿El strawerry sundae estaba caducado?

- No, mierda – Nero se cubrió el rostro. – No quería decir eso.

- Hemos comido fuera del local varias veces, ¿y ahora te preocupas que sea con doble intención? – el mayor no dejaba de mirar a Nero. Acto seguido, su expresión se tornó seria.

- ¿Qué paso? – preguntó el menor, preocupado frente a la seria expresión del mayor.

- ¿Le has estado dando muchas vueltas a lo de anoche?

"Nero, yo... Yo creo que te quiero."

Los ojos de Nero se abrieron de par en par y sus manos fueron tomadas por Dante.

- Tan sólo fue el efecto de la pelea de anoche, no me hagas caso – dijo el mayor, soltando una carcajada falsa, irritando a Nero. – Nunca digo cosas cursis, así que es obvio que te hayas asustado, pero hey, olvídalo.

- ¿Cómo no voy a hacerte caso? – respondió Nero, tomando fuertemente las manos del mayor. – Por primera vez te abriste a mí, y no te supe responder. Discúlpame.

- Olvida lo de anoche, ¿está bien? No tienes por qué calentarte la cabeza por unas palabras sin sentido. Ahora vamos a almorzar, tengo hambre...

Cuando el mayor se paró, Nero lo tironeó del brazo, se puso de pie y le dio un sorpresivo beso. Lo tomó fuertemente de la cabellera y cerró fuertemente los ojos, profundizando más el beso. Dante, dejándose llevar, tomó el rostro de Nero e igualmente cerró los ojos.

Una vez sus labios se separaron, Nero agachó la cabeza en expresión de vergüenza. Dante estaba anonadado por la iniciativa del menor.

Cuando el mayor tuvo la intención de hablar, Nero le cubrió la boca con su mano derecha.

- Tan sólo escúchame. Yo no tengo mis sentimientos en orden, ni tampoco sé si te corresponderé de la misma forma, pero  lo haré... - Nero levantó la mirada y la fijó en los claros ojos de Dante. – Intentémoslo.

Dante no sabía qué responder. ¿Intentarlo? ¿En serio hablaba de intentar una relación amorosa?

Luego de unos segundos de completo silencio, el mayor abrazó fuertemente a Nero.

- No tienes que hacer esto, pero no te lo negaré. Tan sólo prométeme que no lo harás a la fuerza. Si algo no te gusta, dime y terminaremos con esto en seguida.

- Está bien – dijo Nero, mientras le devolvía el abrazo. – Tan sólo no me des apodos.

Dante apretó más al menor en sus brazos y ocultó su rostro en el cuello de su compañero.

- Nero, te quiero – dijo con su voz retumbando en el cuello del menor, provocándole escalofríos.

- N-no lo digas muy seguido – respondió Nero con el rostro ruborizado.

- Está bien, lo siento.

Dante se apartó del menor y le besó la mejilla, en lo que Nero se cubrió el rostro producto de la vergüenza.

- ¿Sigue en pie lo de salir? – balbuceó mientras luchaba con  su rostro ardiente.

- ¡Claro que sí! – exclamó Dante, emocionado. – Yo corro con los gastos.

- Estás más pobre que yo, pero lo aceptaré por esta vez.

La risa de Dante calmó los nervios de Nero, quien se preguntaba una y otra vez cómo pudo haber pedido una oportunidad.

Dante ocultaba bajo su brillante sonrisa su gran miedo...

Pasara lo que pasara, alguien iba a acabar sufriendo.

La sangre de Sparda siempre tuvo la mala fortuna de destruir planes.

Shall Never Surrender [Parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora