VI

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Corrió despavorida huyendo de todo el temor que la acechaba, rehusándose a vivir en aquel desgarrador calvario. Phoebe Lancaster estaba liberándose de las cadenas que ella misma había ayudado a atar alrededor de sus brazos, estaba siendo luego de mucho tiempo libre por fin.

—Me rehúso a vivir un día más en esta muerte —susurró a sí misma para de una manera u otra apaciguar los nervios que florecían en su interior cuando notó que las dudas sobre regresar o no comenzaban a atacar su débil mentalidad.

El miedo dejó a un lado su diminuto cuerpo para convertirse en una perenne felicidad, al fin había logrado lo que siempre quiso obtener, su amada libertad.

Olvidó el dolor que sus extremidades sentían, olvidó los moretones que siempre la acompañaban y solo pensó en huir de aquellas crueles garras que se afianzaban a su alrededor.

Andaba con cautela y su vez con angustia por las temerosas laderas del bosque; podía apreciar como las pequeñas y grandes aves sobrevolaban su alrededor culminando con la aparente paz que en sus adentros existía, a medida que avanzaba hallaba más cerca su independencia emocional, notaba como las crueles rocas se desprendían de su adolorida espalda, empezaba a palpar el dulce sabor de la libertad. Mas sin embargo el destino no sería tan bondadoso con aquella pequeña soñadora.

Algo detuvo su camino hacia la felicidad una vez más.

Yacía el cuerpo casi inerte pero aún con vida de un joven hombre cuyos gritos contrastaban con la aparente tranquilidad que hacía metros existía aquel hombre sentía un profundo dolor en su interior gritaba con determinación pero a su vez con abundante temor, rezaba por su vida en aquel empobrecido suelo, pedía consuelo por su alma. Pero aun más, rogó con una fuerza insaciable que aquel cruel monstruo se alejase de su humilde familia, que no hiriese a sus hijos, su razón de vivir.

Aquella dulce chica de alma pura y bondadosa se encontraba entre la espada y la pared ¿Qué debía hacer? ¿Huir por su felicidad con el riesgo a no encontrarla o ayudar a un joven que se afianza a la vida mediante un hilo cada vez más débil y fino? ¿Debía arriesgarse una vez más para salvar a otros o por primera vez salvarse así misma?

Decidió no escuchar su corazón y partir de aquella sanguinaria escena lo antes posible, volteó su torso dispuesta a ignorar a aquellos destrozados ojos pidiendo auxilio. Pensó por primera vez en su corta vida en si misma y huyó de aquel traumante lugar, dejando tras si a un hombre con fuertes ganas de vivir pero sin la capacidad de hacerlo, dejando atrás a una víctima más de aquel terrible monstruo del bosque. Su cuerpo con suerte sería devorado por los buitres —quienes esperaban a un lado el momento exacto para atacar y alimentarse de las cuencas de aquellos inocentes ojos—. Ella lo dejó caer.

La vena del remordimiento amenazaba con explotar mientras avanzaba su largo camino hacia las afueras del bosque, lo había dejado atrás, a una persona que no conocía pero que le había dicho todo con aquella mirada rota, había dejado caer a su alma gemela.

Muchas veces no observamos a quién dejamos partir de nuestras vidas, no se tiene el conocimiento de lo trascendental que pueden resultar esas personas hasta que por una circunstancia u otra la vida decide arrebatártela, perderlas para siempre. A veces una decisión que creemos «pequeña» puede acarrear miles de consecuencias mucho más grandes, lo que creemos insignificante para otra persona resulta ser crucial. Phoebe estaba dejando ir a el amor de su vida en aquel bosque, aquel chico era su alma gemela pero, ¿Quién dijo que las almas gemelas están destinadas a estar juntas? Muchas permanecen a la distancia, profesándose amor en secreto con el deseo de permanecer juntos pero el destino así no lo desea. No queda más que afianzarte a vagos recuerdos e inclusive a falsas imaginaciones, otras pasan por castigos mucho más voraces, la cercanía, saber que la persona con quien deseas estar está muy cerca de ti, a tu alrededor, pero a su vez tener en cuenta que tu alma y la suya jamás podrían unirse en una sola.

Phoebe Lancaster no soportó ni un efímero segundo más la situación que se presentaba, giró su cuerpo a dirección contraria y corrió con inmensa prisa hacia él, no sabía el porqué pero, debía hacerlo. Aquellos ojos merecían brillar una noche más.

Con desesperación trotó hacia aquel mordaz rincón del bosque, esperando encontrarle con vida. Una vez allí se abalanzó hacia él rogando al cielo que respirase.

Sus oscuros ojos yacían cerrados, su pecho se movía de arriba a abajo con lentitud indicando que aún existían remotas esperanzas. Con todo el esfuerzo y la fortaleza que salió de su adentros levantó su flácido cuerpo y lo colocó a un lado de su antebrazo, con dificultad caminaba junto a él en el bosque, ella no se rendiría y mucho menos abandonaría a un ser inocente. Su caminar era lento, puesto que ambos no tenían idea de un lugar certero donde ir, la herida en el abdomen del chico empezaba a tornarse cada vez mas grotesca, la cantidad de sangre derramada era descomunal, con rapidez perdería fuerzas y fallecería.

Phoebe al percatarse de la situación entró en pánico, no obstante, intentó rasgar una parte de la camiseta que traía consigo mas sin embargo le resultaba imposible lograr su cometido, intentó de mil maneras rasgar aquella parte de su ropa pero le resultaba poco eficaz el esfuerzo, el joven herido al percatarse de lo que se pretendía encontrar, tomó el lado izquierdo de su pantalón y de allí sacó una pequeña navaja.

¿Por qué no la usó para defenderse?

Ambos reposaron en el suelo para de una manera u otra evitar el grotesco derramamiento de sangre que en los adentros del bosque se producía, no tenían en cuenta que alguien con poca nobleza estaría detrás de sus pasos. Markus Strauffelz poseía en sus adentros una furia que haría explotar a cualquiera, aquel cruel hombre corría con desesperación por los mediados del bosque, su prisionera se había fugados de aquellos brazos de fuego, el amor de su vida huía de las cadenas.

El amargo sabor de la soledad atacaba su paladar sin contemplación, lo había perdido todo, la chica que juró siempre poseer a su antojo ya no estaba junto a él, había perdido a uno de sus puntos más débiles pero también la causa de su sangriento poder. Markus Strauffellz sintió ira motivo por el cual no dudó un segundo en correr tras su paso, persiguiendo unas recientes manchas de sangre que lo llevarían a un destino en concreto.

Lo llevarían a Phoebe Lancaster.

El ciclo se volvería a repetir, el la encontraría y nuevamente la llevaría a rastras tras sí. ¿Eso sucedería, no es así?

 ¿Eso sucedería, no es así?

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Este capítulo era para celebrar que somos 400 personitas tras las pantalla en tan poco tiempo, pero en menos de lo que canta un gallo ya somos 500 leídas, ¡QUE COOL! De veras estoy grandemente agradecida con cada un@ de ustedes, son maravillosos. Agradezco cada lectura y comentario.

¡Disfruta de la lectura!
Nos leemos.

Vínculo Sangriento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora