XI

241 43 157
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Una imagen podía describir miles de sucesos en un solo, todo lo espeluznante quedaba resumido a una pequeña fotografía que hacía fantasear hasta a un pequeño roedor dentro de una inmunda alcantarilla llena de barro, pestilencias e infinitos gérmenes. 

Una mueca mal gestionada transportaba miles de sensaciones negativas, su sonrisa en aquel retrato indicaba  todos los males de la humanidad en un sola persona. No existía algún adjetivo que lograse calificar lo que su mirada transmitía, miedo o quizá unas ganas interminables de salir despavorido de aquel espacio alejado en el tiempo.

Ya era muy bien sabido que su mirar hacia delirar a los más resistentes, al igual que su padre, Markus Strauffellz siempre supo como introducirse en las pesadillas de los mediocres soñadores con el único objetivo de verles agachar la mirada buscando piedad.

Una pequeña figura de cera con mirada azulada y físico indescifrable reposaba sobre un improvisado santuario, su imagen empezaba a ser venerada como el dios diabólico que se convirtió por acción y fuerza de un indebido destino.

¿¡Quién era el responsable de la divulgación de tan dichosa imagen atrayente de las más voraces maldiciones!?

En aquella diminuta habitación habían numerosos artefactos jamás antes vistos por Benedikt, centenares de agujas clavaban un pequeño cuerpo rojo con una especie de arena brillante en su interior, en el suelo frío y a la vez húmedo reposaban figuras enaltecidas por aquella alma llena de una culpabilidad agonizante.

¿Cómo habían llegado esos artefactos a aquel pacífico hogar?

La fría tarde se convirtió en una inhóspita noche en un abrir y cerrar de parpados y allí permanecía él con sus oscuros ojos llenos de la más grande sorpresa debido a que un singular suceso estaba ocurriendo justo al frente de sus narices, un pequeño vudú con el cabello rojizo poseía numerosos cortes en sus articulaciones, un líquido rojizo brotaba de la tela del mismo color y caía a chorros sobre el suelo de madera maciza.

El muñeco destilaba sangre por doquier ¿Cómo era posible tal suceso? La herida en su vientre  se acrecentaba ritmos vertiginosos  mientras se tornaba mucho más profunda rozando la blancura de los huesos de la inexistente cadera.

El sujeto inanimado convulsionaba sin parar como si realmente estuviese sufriendo, como si de verdad sus arterias explotarían con el paso de un segundo a otro.

Aquella marioneta guardaba una cierta similitud con la chica que reposaba en la cama llena suciedad.

 Benedikt aterrorizado levantó la mirada y observó a la chica de cabellos bermejo, una vez más el aire parecía espumarse de sus pulmones como ya era costumbre.

Algo no andaba bien.

Su cuerpo reposaba sobre la cama con incontables ojeras que con facilidad cubrían gran parte de su exquisito rostro esculpido por los mismísimos querubines sin ellos esperar que semejante escultura fuera destruida por las almas caídas del firmamento.

Vínculo Sangriento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora