Las apariencias no siempre son como parecen ser, detrás de una tierna y angelical sonrisa o una cautivadora mirada se puede ocultar el peor de los males, se pueden ocultar mil demonios, mil tormentas y mil tristezas. Y es que unos dulces ojos llenos...
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La familia Straufellz siempre se caracterizó por sus buenas acciones con las personas más necesitadas del pueblo de Windfilldürf, solían alimentar a los hambrientos y brindarles hogar a los huérfanos, por su dulzura y compasión era la adoración e inclusive veneración de muchos pero también la envidia y antipatía de otros.
Poseían un gran negocio familiar que les brindaba una economía prospera, muchos se preguntaban la razón por la cual aquella pequeña empresa podía satisfacer todas las necesidades y lujos de esa superficial parentela; y es que no tenían ni idea de los sucios negocios que les rodeaban, drogas, prostitución y centenares de asesinatos.
¿Cómo es posible que la policía local no actúe ante los hechos? Esa fue la pregunta sin respuesta de muchos pobladores, pero es que la única manera de callar una verdad sin procedentes es con el papel moneda, es la corrupción.
Utilizar cómplices disfrazados de amigos con tal de acallar los chillidos que reclaman piedad, de acallar los gritos desgarradores de las familias afectadas que reclaman justicia, que lo único que quieren es ver a sus seres queridos aunque sea solo un efímero segundo, pero cuando eres poderoso todo lo puedes lograr e inclusive sobornar a un cuerpo policial. Y esto, Markus Straufellz y el resto de su atormentada parentela lo sabe hacer como si de su juego preferido se tratase, sobornar personas, comprar su silencio.
Aquel hombre con mirada demandante, fría y calculadora ante todos, con un vestuario elegante y rígido que corroboraba su poderío ante aquellas masas, siempre mantenía una sonrisa en el rostro e inclusive en lugares inapropiados, es como si aquella mueca nunca se le esfumase del contorno de la cara. A muchos les parecía aterradora e inclusive espeluznante aquel gesto ya que no transmitía nada, ni la efímera gota de confianza, de seguridad, aquella sonrisa era inexpresiva, vacía en su totalidad y muchas veces traumante.
Pareciese que el amo de este clan se mantuviese en un constante trance o algún escape de la realidad, pocos poseían la valentía de acercársele e interrogarle el motivo de su alucinante sonrisa, mas sin embargo los que sí lograban acercarse a él siempre obtenían una misma respuesta, una sonrisa mucho más ancha que la anterior que lograba hacerles delirar y desear no haber realizado esa pregunta jamás ya que al acercarse a Markus, sentían un aura oscura, llena de maldad pura acompañados por esos ojos saltones azulados que enloquecen a cualquier persona y no precisamente por su belleza sino por la pesadez e inclusive rigidez de su mirada.
Cabe destacar que la Familia Straufellz supo cómo ganar la confianza de las mentes débiles, sabe como introducirse en sus pensamientos, sabe como hacerles creer que son personas bondadosas, solo preocupadas por el bienestar general de la localidad de Windfilldürf para ya luego darles una estocada mortal.
Mas sin embargo a otros les parecía encantadora aquella sonrisa típica de esta familia ya que la asociaban con la amabilidad, buenas costumbres y ante todo con la felicidad y calidez, creían que aquellas personas se preocupaban por el bienestar del pueblo; creían que eran felices. ¡Pero que equivocados estaban! Debieron saber que aquella historia no era de princesas en apuros, ni príncipes en equinos al rescate, debieron saber que aquella historia era la realidad sin ninguna anestesia para evitar el sufrimiento y que el monstruo de Windfilldürf no iba a descansar hasta alimentarse del ultimo tuétano existente en aquella localidad.