Hoy Me Perteneces

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Hoy Me Perteneces

La noche llego serena, un manto de estrellas cubrían el firmamento, un ligero viento silbaba entre los arboles como ligeros arrullos, el cielo infinito era coronado por una esplendorosa luna, pálida, serene y soñadora, que se reflejaba soberbia  en el extenso lago negro como si se tratara de un espejo.

Las aguas gélidas y tranquilas, solo perturbadas repentinamente por el viento que formaba suaves ondas en la superficie del agua haciéndolas llegar a la  horilla donde se perdían para dejar nuevamente quietas esas profundas aguas con sus misterios.

Un muchacho esperaba en la quietud de la noche a la dueña de su corazón, estaba nervioso su corazón latía con fuerza, no sabía si era por el frio o por su nerviosismo pero temblaba ligeramente y sus manos sudaban tanto que cada tanto tiempo tenía que secarlas con un pañuelo que llevaban en el bolsillo del pantalón.

Su rubio cabello brillaba con la luz tenue de la luna, sentado bajo el cobijo del mismo árbol donde se encontró por segunda vez con su querida desconocida, con la mujer que había marcado su vida de manera trascendental.

Llego temprano solo por la emoción de esperarla llegar, se sentía un poco tonto de sentirse de esa manera, enamorado. Quien lo hubiera dicho, que el gran Draco Malfoy alguna vez estaría en tales circunstancias. Pero sí, en efecto la amaba, de una manera que ni el mismo podía comprender del todo.

¿Él que sabia del amor? si esta era la primera vez que la calidez de ese sentimiento se adueñaba de su pecho. Como poder saber si era normal esa inexplicable e incontrolable necesidad de verla que lo estaba atormentando de esa manera, ¿Cómo saber? Si esa emoción que hacia latir a su corazón tan rápidamente era del todo normal o es que estaba enfermo y al borde de muerte, morir de amor no tendría entonces que ser tan malo, pensó.

La noche era fría, sus manos se sentían un poco entumecidas pero a pesar del ello el calor en su pecho era tal que nada mas importaba, solo deseaba que ella llegara al encuentro.

Cerró un momento sus ojos al tocar sus labios y tembló un poco más al recordar lo que había pasado esa tarde, no estaba seguro pero por el hormigueo en sus mejillas debían estar sonrojadas. Y como no, si estuvieron a punto de entregarse en la máxima manifestación de amor posible.

La deseaba sin duda, pero ahora que lo pensaba con la mente y el cuerpo más frío, podía darse cuenta que se estaban precipitando. No era que no la deseara lo suficiente, la amaba mucho lo había comprobado, tampoco era que su instinto y virilidad no pidiera a gritos adueñarse de ese tentador cuerpo, mas al verla así, desnuda. Pero no quería sucumbir solo por el deseo carnal, no quería que fuera como antes, cuando solo buscaba eso, satisfacer su cuerpo, sus instintos sin importar más nada, ni siquiera los sentimientos de las chicas con las que se acostaba, no le importaba herirlas o lastimarlas, solo las utilizaba, tomando sus cuerpos, apoderándose de sus virtudes con frialdad, sin esmero ni conciencia.

La amaba mucho para querer solo poseerla, la deseaba sí, con todo su ser, pero quería hacer el amor con ella en toda la extensión de la palabra y para ello necesitaba gritarle al mundo cuanto la amaba.

Dejaría atrás todo para estar con ella, su malsano pasado, sus estúpidos prejuicios, no le importaba lo que diría su madre o su padre cuando se enterara, estaba dispuesto incluso a limar asperezas con  a Potter y a Weasley si ella se lo pidiera, solo por ella, porque merecía todo.

-¿En qué tanto piensas? -Escucho una dulce voz preguntar, estaba tan sumergido en sus pensamientos que no se dio cuenta que Hermione estaba a su lado arrodillada y hablándole al oído, haciéndolo estremecer.

Una Oportunidad Para RedimirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora