Perdida《DL》[Completa✔]

1. El comienzo [De una pesadilla]

4 Años después

El césped húmedo acaricia mis pies descalzos como si de una fina alfombra se tratase. La lluvia caía fuertemente sobre mi cabello que sin darme cuenta se camuflaban con mis ácidas lágrimas. Escucho el auto aparcarse en la entrada de la casa. Mi corazón se acelera de golpe y limpio mis lágrimas, rápidamente entro a la casa y subo a la habitación a cambiarme la ropa mojada por una seca y recién planchada.

El sonido de las llaves introduciéndose en la puerta hizo que mi respiración se cortase, tomo la ropa y la lanzo al cesto sin importar que estuviera mojada. Me puse mis zapatillas y bajo lo más rápido que puedo las escaleras.

En el momento en que la puerta se abrió, mi corazón se detuvo.

—Taro... —Es lo único que logro murmurar.

Me miraba analizandome por completo tratando de buscar algún error o defecto, a pesar de que no lo hubiera.

—¿Así me recibes?. —Recriminó molesto. Se acerca a mi y yo involuntariamente retrocedo. Taro me toma fuertemente del brazo y deposita un beso en mis labios. — Toma. —Se quitó el saco mojado por la lluvia y me lo lanzó a la cara. — Tienes que lavarlo, lo necesito limpio para mañana.

Taro se lanza al sofa y enciende la tele. Suspiro, voy al porche y enciendo la lavadora y echo el saco mojado junto a un montón de ropa sucia.

Vuelvo a donde Taro y lo veo sobre el sofa viendo un partido de fútbol. Quizá ya podré descansar...

—Yui ve a hacer la cena. —Dice Taro.
— Tengo hambre.

Asiento con la cabeza. Voy a la nevera y frunzo el ceño, la nevera está completamente vacía, solo había unos pocos huevos. Frunzo el ceño.

Hoy cenaremos simples huevos.

Echo los huevos al sarten y me paralizo al sentir una respiración detrás de mí. Taro.

—Quiero cenar tostadas. —Exige.

Mi mano aprieta el mango del sarten con fuerza.

—No.

—¿Qué dijiste?. —Preguntó molesto

Mi mano apretó con fuerza el mango del sarten, giro dispuesta a enfrentarlo.

—¡Que no! ¡No hay más nada! ¡Tu solo gastas dinero en el alcohol!. —Grito con fuerza. — ¡Eres un borracho que no hace más que arruinarme la vida!.

—¡No me alces la voz!. —El levanta su mano y golpea con fuerza mi mejilla haciendome caer de golpe al suelo. — ¡Eres una estúpida!.

Siento como se abalanza sobre mí, golpeo con fuerza su rostro, esto no pasará otra vez. El toma mis brazos y los sube sobre mi cabeza dejándome aprisionada contra el suelo.