Capítulo 32.

810 76 21
                                    

Ellen.

Desperté con el corazón en las manos. No sabía que había pasado anoche, pero sabía que hice algo; mi cabeza me estaba latiendo, tenía una capa de sudor en la frente, y podía sentir un hormigueo en mis manos.

Recordaba con lujo de detalle lo que había ocurrido la noche anterior, pero lo que no sabía es como llegue hasta el departamento de Harold. Recordaba cuando él me subió al auto, pero todos mis recuerdos a partir de ahí son solo imágenes borrosas.

Me quité el edredón del cuerpo y solté un gritito cuando vi la manera en la que estaba vestida: llevaba puesta la camiseta de Harold y estaba en calzoncillos; desvié la mirada de mi cuerpo semi-desnudo hacia la habitación, no había pista del vestido de Helen y tampoco de ropa regada de Harold, eso quiere decir una sola cosa, por suerte, no hicimos nada. Mi cabeza me seguía doliendo, incluso quería ponerme a llorar por el insoportable dolor.

Pude escuchar como tocaron la puerta, y cuando fue así, me cubrí nuevamente con el edredón.

—¿Quién es...? —sentí un nudo en la garganta cuando pregunté.

La puerta se abrió y Harold asomó la cabeza hacia mi dirección, sonriendo con cautela.

—¿Te sientes mejor?

Mis ojos se entrecerraron, haciendo que esta acción contestara su pregunta.

—¿Recuerdas que ocurrió anoche? —Harold entró a su habitación. Asentí con la cabeza, recordaba gran parte de la noche, de hecho—. Drake y yo no pudimos dormir, estaba preocupados por...

—¿Drake está aquí? —lo interrumpo, alzando la voz debido a lo que había comentado anteriormente.

Harold asintió con la cabeza, provocando de alguna manera que mi mandíbula me llegara hasta el suelo. Eso era algo nuevo, ya que no podía creerme eso: Drake estaba aquí, estaba junto con su hermano. Era algo difícil de creer. Al menos algo bueno había sacado de esto y es que finalmente había logrado unirlos a ambos, de alguna manera.

Me sentía avergonzada y aterrada por lo que había ocurrido la noche anterior, no dejaba de repetirme constantemente que he sido una verdadera estúpida por haberme emborrachado y no solo eso, por haber permitido que aquel chico me diera drogas, cuyas drogas nunca antes había consumido; no sabía que debería decirle a Harold, solamente quería hundirme o al menos, quería desaparecer. Nunca antes me había puesto de tal manera y ni siquiera sé que ocurrió el resto de la noche, ¿acaso me puse peor? ¿Hice algo vergonzoso? No tenía ni idea.

—Yo anoche...—empiezo a decir, pero la vergüenza me estaba consumiendo, por lo que decidí preguntárselo sin vacilar—. ¿Hice algo estúpido?

—No sé si es una pregunta o una aclaración. —Me cubrí el rostro con ambas manos y sacudí la cabeza—. Admito que fue muy estúpido de tu parte haber ido a aquella fiesta.

—¡Lo sé! —exclamé, echándole una breve mirada—. ¿Dónde está mi ropa? ¿Por qué no la tengo puesta...?

Sentí un hormigueo en mis manos, las cuales estaban sudadas de alguna manera y la bilis se me había subido por la garganta. Harold me estaba observando con detalle, haciéndome temblar por dentro.

—Anoche empezaste a sudar mucho, quiero decir, te pusiste muy mal. Tuve que darte un baño, tenías fiebre.

Empecé a tener pánico. La boca volvió a abrirse, esta vez con impresión. Sacudí la cabeza con incredulidad y pregunté:

—¡¿Me viste desnuda?!

—No lo hice a propósito, quería ayudarte.

Por supuesto.

Prohibido Enamorarte. ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora