Capítulo 10.

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Harold.

No sabía cuántas latas de cerveza llevaba, pero lo único que sabía es que necesitaba seguir bebiendo para que mi enojo vaya desapareciendo con el tiempo; cuando Elliot me contó que el imbécil de mi hermano se acostó con la patética de mi ex novia, todo empezó a tener sentido. Ahora entendía porque Drake constantemente me preguntaba por ella, o porque Helen se podía nerviosa al momento de verlo. Era porque esos dos malditos me estuvieron viendo la cara de imbécil por todo este tiempo.

Mi vida era patética, realmente era patética. Era la segunda vez que Drake me hacía esto, y sólo lo hace por diversión, porque es divertido para él ver cómo me derrumbo con las personas que quiero. Porque quiere ser mejor en todo, y ha logrado que mi punto máximo de odio hacia una persona haya llegado. Odiaba a dos personas, odiaba al imbécil de mi padre y a mi estúpido hermano. Que hermosa familia tengo, a decir verdad es la mejor de California.

Tomé otra lata de cerveza del refrigerador, y cuando estaba a punto de beberla, escuché el timbre de mi departamento. Quizás sea el repartidor de pizza, que para mí buena suerte lleva más de treinta minutos de retraso, por lo que es gratis. Corrí hacia la puerta y al abrirla me encontré con nada más y nada menos que con Ellen, con dos maletas en sus manos. Tenía una expresión neutra, pero en sus ojos se transmitía la tristeza. Sonreí.

—Te ves genial con mi camisa —dije colocando mi rostro en la puerta, ella sonrió—. Dime que vienes sola, o que al menos un repartidor de pizza viene detrás de ti.

—De hecho, vine a verte —ella hizo una mueca—. Helen me contó todo lo que ocurrió entre ustedes.

Levanté las cejas con asombro y me hice a un lado para que Ellen entrara.

—Que pequeño es este mundo, ¿no lo crees? —caminé hacia mi sofá, con algunos tropiezos en el camino, pero logré llegar—. A ti te pusieron los cuernos y a mí también. De seguro el universo ahora mismo se está burlando de nosotros.

Ellen puso los ojos en blanco, no sin antes darme un empujón amistoso. Era extraño que ella haya pensado en mí, pensé que después de todo lo que ocurrió anoche no querría volver a verme. Pero ahora me queda muy en claro que su amnesia si es efectiva, porque no recuerda lo que realmente ocurrió la noche anterior. Ellen colocó sus codos en sus rodillas y se acomodó para ver el desastre que tenía en tan pocas horas de estar aquí, ella suspiró.

—¿Cuántas llevas? —Ellen señaló con el dedo índice las latas de cerveza que estaban tiradas en el suelo. Me encogí de hombros y tomé la que anteriormente había abierto antes de que ella llegara—. Eres un desastre, Harold.

Levanté mi lata con orgullo y le di un buen trago.

—Puedo preguntar porque estás aquí. Pensé que tú y Drake eran los mejores amigos del mundo.

Pude notar su irritación hacia mí en su rostro. Cada vez que yo decía algo tedioso para ella, Ellen hacia una expresión de asco y sorpresa. Era divertido a la vez, ver como se irritaba al momento de estar conmigo y es una verdadera sorpresa que después de todo, este aquí, hablando sobre mis decepciones amorosas.

—Porque eres el único amigo que tengo.

—¿Amigos? —me coloqué una mano en el pecho y abrí mi boca con asombro. Ella revolvió los ojos y me sacó la lengua, como si fuera una niña pequeña. Sonreí.

Amigos, esa palabra era extraña para mí. Yo no tengo muchos amigos, ya que es rara vez confiar en una persona lo suficiente como la llamarlo amigo, pero quizás Ellen tenga razón y somos amigos; quiero decir, es metiche y chiflada, pero hasta ahora es la única persona que se ha preocupado por mi lo suficiente como para soportarme.

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