C I N C O

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El partido

El partido

Gire los ojos tan sólo se descubrió la cara, no era una mala perdedora, al contrario yo solía tenerle bastante admiración a las personas que me
vencían y aprendía de mis derrotas pero eso jamás pasaría con el pelmazo de Eidan Müller.

-No seas mala perdedora enana-me gruño.

-No me digas enana, es más ni siquiera me hables.

-No sabía que podías ser así de atrevida, en la mañana que me dejaste plantado en medio de la carretera pensé que eras una niñita de papá por eso sólo presumías algo que no sabias montar pero no sabía que en realidad eras tu y hace un
rato que te vi en el estacionamiento con la moto confirmé mis sospechas que eras sólo una mocosa con una moto mucho más ruda que ella... Pero saliste disparada a la carretera como una profesional... Tenía que correr contigo, no eres tan buena.

- Ese no es todo mi potencial, pero poco me importa lo que un idiota como tu piense de mi.

No di tiempo a que dijera algo más y me fui, deje mi moto estacionada en una pequeña brecha entre dos autos, eso era lo bueno de no tener un coche tan grande: cabía casi en cualquier lado.

Entre a las canchas, no era nada extraordinario, sólo eran unas canchas grandes con gradas a su alrededor, hay que decirlo todo, la cancha estaba bien cuidada y las gradas tenían sombra, de 15 líneas de asientos, pues solía ser donde se festejaban este tipo de eventos y venía mucha gente.

Me senté en la parte de arriba esperanzó a que comenzará el partido, ya eran las 4:30 pero los equipos aún estaban calentando, el equipo contrario eran las "Panteras" una escuela de gobierno como la nuestra pero situada en el
estado vecino.

De la nada sentí un peso aún lado, al girar mis ojos se toparon los ojos oscuros sobre mi, tan oscuros que bien podrían ser negros pero gracias a la luz del sol de la tarde lograba ver que en realidad eran cafés... Por alguna razón sentí un cosquilleo en el vientre.

-Señorita Armonía - me habló Coper – No pensé que le gustaba el deporte.

-No tiene derecho a pensar nada, apenas lo conocí hoy - le recordé.

El se quedó observando mis ojos un momento, me miraba analizando cada rastro en ellos, mis ojos eran dorados por completo, no se mezclaban con azul, verde o café como otros que ya había visto, ejemplo los de Héctor que eran miel pero en la parte del medio se volvían verde limón... que estúpido pero me recordaba a una limonada.

-¿Tienes hermanos Atenas?- me preguntó de la nada, me cayó como un basó de agua helada.

-No.— Mentí.

Las costras de mis brazos comenzaron a picar.

-Mi madre se fue después de que nací yo.— Dije para insinuar que ese tema prefería no abordarlo.

-Lo lamento - dijo dándose cuenta que piso arenas movedizas.

Un pitazo rompió la incomodidad del momento, de cada lado llegaron los equipos, cada uno se miraban bastantes sonrientes, el equipo contrario usaba un uniforme azul claro mientras el nuestro usaba el de franjas blancas, se estrecharon las manos y unos segundos después la pelota botaba de un lado al otro, logre ver la posición de cada uno de los chicos que había conocido.

¡Le hice un amarre al chico equivocado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora