Capítulo VII: Peleón

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Entré a casa escuchado el carro de Martinus marcharse; suspire viendo a mi padre recostado en el sillón solo en calzoncillos mientras cambiaba de canal sin quedarse en uno en especial como solía hacerlo siempre. Boté mi mochila al suelo y me deje caer a un lado de él subiendo mis pies a la mesa.

—Pensé que me llamarías para que fuera por ti —dijo sin despegar la vista de la pantalla.

—Eso planeaba pero me han traído.

—¿Te han traído? —me miró— entonces, supongo que ya tienes amigos...

—Algo así —miré con cierto cariño la pulsera en mi muñeca.

—¿Quién te la dio?

—Martinus —frunció el ceño.

—Dios, si hasta sonríes cuando dices su nombre —bufó— Martinus esta en mi lista de niños que no me agradan, ¿quién mas es tu amigo?

—Nathan…

—Él si que me agrada —gruñi.

—¿¡Qué?! ¡Eso no tiene sentido!

—Nathan solo quiere ser tu amigo, en cambio Martinus te regalo una pulsera porque planea besarte.

—Por supuesto que no —le mire mal.

—Por favor Mercy, yo hice lo mismo con tú madre... —el ambiente se torno tenso, me levante del sofa dispuesta a irme— yo no quería que... —lo interrumpi.

—No vuelvas a comparar tu estupida vida amorosa llena de engaños con mis amigos —subí las largas y ruidosas escaleras.

Me tumbe en la cama y encendi mi celular viendo varias llamadas pérdidas y mensajes en el buzón.

Mercy, todo está inundado.
Enviado a las 8:24 p.m

Mercy, mi carro se paró.
Enviado a las 8:36 p.m

¡Dios santo, responde! Voy a morir. Enviado a las 8:38 p.m

¡Aburrida!
Enviado a las 8:38 p.m

Estoy en tu sótano.
Enviado a las 8:50 p.m

Tengo frío.
Enviado a las 8:51 p.m

Ven por mi :(
Enviado a las 8:55 p.m

Me paré abruptamente de la cama y bajé las escaleras lo mas callada posible, saqué las llaves del cajón de la cocina y sin hacer ruido cerciorándome de que mi padre siguiera en la sala, abrí la puerta viendo a un Martinus sentado en las escaleras del sótano abrazándose a si mismo, probablemente entró por la misma ventana del día anterior donde me sacó la mierda de un susto. Su cabello estaba pegado a su frente por el agua y sus labios se veían algo azules.

—Dios —susurré— ven aquí, tonto...

Lo ayudé a levantarse y corrí con el lo mas rápido a mi habitación, lo tiré en la cama cerrando la puerta.

—¿¡Qué éstas haciendo aquí?! —chillé.

—¿Po-podrias darme una manta primero?

Abrí mi cajón sacando una toalla seguida por la ropa que me prestó saliendo de la alberca, mis mejillas se tornaron rojas al recordar que la sudadera estaba a un lado de mi almohada, esta olía a él y... Martinus huele bien, hay que admitirlo.

—Toma, entra al baño, ya te paso la sudadera —Cogió las cosas entrando al baño de la habitación.

Subí a la cama moviendo las colchas y sabanas en busca de la sudadera, su color guindo sobresalió del blanco y la cogí tocando la puerta, está se abrió y me sonroje viendo a Martinus sin camisa.

Cliché | Marcus & MartinusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora