Feliz

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—Tu casa es muy...grande.

—Lo se, en realidad no me gusta su magnitud, hace mas notoria la soledad —respondió mientras me guiaba por un pasillo— quita tus zapatos, a excepción de la cocina, todo es alfombra.

Retiré mis zapatos dejando expuestas mis calcetas con dibujos de gato, las miró colocando su pie arriba del mio, sus calcetas eran de Batman.

—Tu pie es muy grande —mire los casi cinco centímetros de diferencia que tenía.

—O tal vez tu pie es muy pequeño —levantó su pie volviendo a ponerlo encima del mío.

—No hagas eso —reí, ambos comenzamos a jugar intentando pisar nuestros pies.

—Yo soy batman y tu gatubela, ¿coincidencia? No lo creo —tiró de mi brazo hasta quedar cerca de mi— ¿quieres poner algo de música?

—C-claro... —me di la vuelta antes de que notara el rojo de mi cara.

Por las bocinas comenzó a sonar Compass- The Neighbourhood. No conocía a la banda y mucho menos la canción, pero esta tenía un buen ritmo que provocaba ganas de bailar.

—Es una de mis bandas favoritas... —el timbre del teléfono lo interrumpió— ya vuelvo...

Me senté en el sofá moviendo la cabeza al compás de la música, no pude evitar levantarme y subir el volumen al máximo, comencé a moverme de un lado a otro con el increíble ritmo.

—You are my only compass! —repetí el coro tan pegajoso que esta poseía.

Cuando la canción finalizó separé mis piernas dejándome caer al suelo en un perfecto split.

—Wow... —abrí los ojos de golpe viendo a Martinus en el marco de la puerta mientras cerraba la botella de agua— cuanto talento —se burló.

—Uh... —me levanté totalmente avergonzada.

—No, no, no, sigue bailando, no te preocupes por mi —sonrió— me gusta verte bailar—. Mi cara se tornó mas roja e inmediatamente me crucé de brazos.

—Tonto... —me quejé, cogió mi mano tirando de ella por todos los pasillos hasta llegar a la cocina.

—Veras, —sacó dos cajas de la alacena— estos son muffin de moras azules y estos con chispas de chocolate —me miró titubeante antes de abrir ambas cajas— no suelo compartirlos con nadie pero...toma uno de cada uno —levanté una ceja mirándolo extrañada— solo hazlo antes de que me arrepienta.

Cogí dos panecillos viendo la cara de angustia que Martinus poseía en su cara, me llevé el de moras a la boca deleitando mi lengua con tan increíble sabor.

—Vaya, es muy rico —seguí masticando, de pronto puso una mano en su pecho.

—¿Disculpa? ¿Rico? ¿Solo rico? ¡Es un manjar de dioses!

—Eso quise decir —reí— manjar de dioses.

—Ahora ven —volvió a tirar de mi ahora escaleras arriba, pasamos un par de puertas hasta llegar a una de color negro, la abrió dando a conocer una habitación de juegos increíbles.

—Wow... —entre viendo una pista de baile, los sillones frente a las grandes pantallas, controles remoto, realidad virtual, dios santo. Este chico era lo que le sigue de rico— debe ser increíble tener una sala de juegos... —murmuré.

—Seria divertido si tan sólo tuviera alguien con quien jugar... —respondió mientras se colocaba en una de las cuatro plataformas— ven, vamos a jugar —casi brincaba de emoción.

Cliché | Marcus & MartinusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora