II

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Sabía que era otro día, a pesar de las cortinas oscuras, los rayos solares rebeldes insistían en ingresar a aquella habitación, las velas se habían apagado, así como todas las luces, no supo en qué momento se quedó dormida, todo su cuerpo hormigueaba, tenía hambre, sed, frío también, pues, sospechaba que estaban en una parte alta de algún bosque, ya que a pesar de saber que el sol hacía su trabajo para con el planeta, el clima era frío.

Sabía que probablemente aquella mujer no se preocuparía por alimentarla, tal vez ese era su cuarto castigo, la inanición. Suspirando deja caer su cabeza al frente, cansada, no porque haya dormido se sentía descansada, probablemente solo se había desmayado, eso pensaba con total lógica. Trataba de mover sus dedos, que dolían como si hubiesen estado días congelados, inmóviles, un dolor punzante que fue olvidado, en el instante en que luces intermitentes de navidad, iluminaron todo, mostrándole a la mujer rubia con la máscara de gas, sentada en la cama, aparentemente, leyendo un libro de pasta verde, sostenido por su mano derecha y el la izquierda, una manzana roja sin morder.

-Sigue las enseñanzas de dios y recibe sus bendiciones, y así será, que los océanos volverán a ser abundantes, y las furiosas tormentas amainaran-

Cierra el libro, dejándolo a un lado, mientras jugaba con la manzana en su mano, elevándola al aire para atraparla en la caída, repitiendo esto cada tres segundos, Lena la mira, al momento en que la mujer se cubre el cabello rubio con la capucha, quitándose la máscara de gas, entonces, solo se mantiene expectante, de la quijada fina, dejándole saber que era alguien agraciada, veía sus labios delgados, rosas y carnosos, así también como esa nariz perfecta, pero hasta ahí llegaba la visibilidad. Ella suspira, levantando un poco la manzana, llevándola a su boca, dándole un mordisco perfecto, sin residuos en sus labios o dedos.

Lena tiembla en su sitio, al momento en que la rubia se levanta bruscamente de la cama, siguiendo con sus movimientos casi mecánicos, al ingerir la fruta, ahora nota su caminar, tan relajado, y se acerca a la cortina, deslizándola hacia un lado, el sol en su cara es como fuego, ya había sufrido esa tortura, ¿por qué se lo hacía de nuevo?, quería hablar, pero nada salía de su boca a pesar de ya no tener la mordaza puesta. Entonces aquella rubia comenzó a cantar, con un ritmo sepulcral.

♪ Abre los ojos y descubre lo que hay dentro de la oscuridad

No temas a la voz de dios

Como una marioneta que fue

Vomitada por un ataúd sombrío

El interior de tu cuerpo es rojo

Y la oscuridad la cuna de tu alma

¿Dime si puedes verme?

Puedo sentir el frío de tus manos

Eleva tus ensangrentadas garras

Hazle frente al mundo que te rodea

Destruyámonos mutuamente

Y evitemos un futuro donde todo se viste de duda y confusión

De lo contrario, nuestras alas y pies en carne viva

Se pudrirán bajo este cielo vacío

Existe otra yo

Que ama tanto estar rodeada de sangre

Dime, ¿cuál es la verdadera?♪

No esperaba que su voz fuese tan hermosa y cautivante, a pesar del tono que usó para cantar, sus bruscos pasos resuenan de nuevo, al momento de verla caminar hasta su lugar, la manzana está casi a la mitad, y su estómago ruge por el olor delicioso de la fruta, que no puede probar, y como si leyeran sus pensamientos, desplaza de una mano a otra el rojizo tono ante sus ojos verdes azulados.

Seven PunishmentsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora