Capítulo 23.

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Abrí los ojos con pesadez, la cabeza va a estallarme y siento náuseas, aumentan con el pasar de los segundos mientras me doy cuenta de no reconocer dónde estoy.

Es una habitación pequeña, no hay ni una pequeña ventana. Dentro sólo hay un viejo colchón, sucio y mullido. Lo poco que podía ver era gracias a un foco colgado del techo que a penas y lograba Iluminar un poco la pequeña habitación.

Había una tubería vieja sobresaliendo del piso, cerca al colchón, de allí fue de donde decidió encadenarme aquel sujeto, todo con tal de asegurarse de que no pudiera escapar de sus garras.

Intenté recordar donde estoy pero los recuerdos que tengo son borrosos y parecen de otra persona, lo único que recuerdo y parece mío en verdad es ese sujeto con máscara de payaso frente a mí pero eso no me dice nada sobre cómo llegué aquí.

Me arrepiento de haberle pedido a Zed ir al lago, de no haberlo hecho ambos estaríamos bien, en casa y yo no estaría en esta diminuta y sucia habitación, secuestrada por un sujeto que negó ser Félix.

Entonces las imágenes de Zed siendo arrojado lejos de mí, de sus manos destrozadas, volvieron de golpe.

Me tomé la cabeza con fuerza ante la idea de que esos sujetos me lo hubieran arrebatado y esta vez para siempre.

La puerta de metal oxidado chirrío al ser abierta, demostrando una vez más lo viejo que es todo a mi alrededor. Vi entrar a un sujeto vestido completamente de negro, la misma máscara que recordaba de payaso me impedía ver su rostro.

Traía en sus manos una charola con un sándwich y una cajita de jugo, al ver que dejó la puerta abierta me moví discretamente para ver detrás de él, pero estaba oscuro.

Me desespera no saber si es de día o de noche, no saber cuánto tiempo estuve inconsciente ni cuánto tiempo llevo aquí.

Me tendió la charola pero no la tomé, no sabía que podía traer la comida y preferí no arriesgarme aunque eso me constará escuchar el gruñido que emitió junto a su risa burlona después de verme hacerme un ovillo en un intento por protegerme del exterior.

Cuando escuché que la puerta fue cerrada, abrí los ojos. Había dejado la bandeja en el piso pero, aunque sabía que no debía hacer eso, la hice a un lado y no la comí.

Después de algunos minutos en lo que todo se mantuvo en silencio, la puerta se abrió nuevamente aunque nadie entró, un hombre alto, de complexión musculosa se quedó parado en el umbral, pude observar mejor el corredor aunque siguiera a oscuras. La misma oscuridad me impedía ver su rostro por lo que no estoy segura de si lleva la misma máscara o no.

Lo único seguro es que me mira.

-¿No piensas comer? -Su voz salió ligeramente apagada. -Pareces algo más delgada desde la última vez que te vi.

-No. -Intenté que mi voz sonara lo más dura posible, no quiero demostrarle que tengo miedo. -¿Por qué me tienes aquí?

-Porque te extrañaba. -Rió como si fuera un niño avergonzado. -Necesitaba volver a tenerte.

-Extrañar lo que nunca nos ha pertenecido debe ser duro, ¿no es así? Estoy segura de que incluso duele.

Se quedó en silencio, pude ver como cruzaba loa brazos sobre su pecho. -Me querrás, así tenga que obligarte.

-¡Cielos! -Exclamé aún sabiendo que podía desatar su furia. -¿Cómo planeas obligarme a sentir algo que esta fuera de mi control? No puedes obligar al corazón a sentir algo que no siente.

Debo admitir que eso fue cursi.

-¡Callate! -Gritó de pronto. La oscuridad me jugó en contra, además de la rapidez sobrehumana que posee, no fui capaz de verlo venir, fue tarde cuando me di cuenta de su cuerpo frente a el mío. Fue tarde para evitar la bofetada que recibí de lleno y con tal fuerza que me hizo sangrar el labio. -Callate, no quería pegarte pero tú lo provocaste al decir esas cosas. Tú y yo formaremos un hogar, tendremos un final feliz de cuento, nuestro propio y único "siempre juntos".

Peligro. |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora