Capítulo 21.

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Tomé las diferentes pastillas de la mesita de noche y las metí en mi boca, el olor y el sabor de todas ellas me generaba un asco increíble pero era algo que podía soportar, después de todo, solo será un momento.

Después de lo que dijo Mike, Jacob insistió en que viera un médico y no se rindió hasta que accedí y trajo uno, como ya sabía, comentó que estaba perfecta de salud pero que debía retomar los horarios y porciones a las que estaba acostumbrada y en compensación por los días que pasé mal comiendo me recetó diversas vitaminas que tengo que tomar una vez al día todos los días.

El sabor es horrible pero sirvió para que Mike dejara de intentar culparme de algo que no hice.

Me estiré en la cama antes de ir a tomar una ducha, el reloj marcaba las 7:30 en punto y dentro de poco tenía que bajar a desayunar.

Como extra, Abraham le pidió a Bercia ayuda con el control de comidas, así que todos los días desde entonces me prepara un rico desayuno que tomo a la misma hora siempre bajo su atenta mirada.

Sigo sin hablar mucho, lo necesario, a veces Zed se desespera por ello e intenta hacerme hablar de cualquier cosa, luego de fracasar, supongo que termina por rendirse.

No voy a mentir, a veces hay días malos. Días en los que no puedo levantarme de la cama, donde lloro mucho por todo y por nada, en los que no como porque duermo todo lo que puedo, es difícil sobrellevarlos sin sentir que pierdo la calma pero al final, siempre se terminan.

Abraham ha estado allí siempre, durante esos días me abraza y no dice nada, solo se queda conmigo todo lo que puede y me reconforta. Luego me anima a superar ese pequeño tropiezo para levantarme la mañana siguiente, quizás con rastros de una mala noche pero con ganas de mejorar.

–¿En qué tanto piensas, niña?

–¿Por qué crees que existen los días malos?

Estaba de espaldas a mi, lavaba los trastes que dejaron los Alcázar antes de irse a hacer sus obligaciones mientras yo desayunaba en la barra. –Porque necesitamos crecer.

Me quedé en silencio un momento, analizando lo que acababa de decir. –Crecer...

–Sí, mi niña, si no tuviéramos días malos no sabríamos que existen las caídas, los tropiezos, las piedras en el camino, no se aprende nada en un camino fácil.

Le sonreí un poco aunque no pudiera verme. –Eres muy sabia.

–Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Seguí comiendo en silencio, aún tenía que ponerme al corriente con algunas materias así que terminé de comer, Bercia se negó a dejar que la ayudara a limpiar así que fui directo a la biblioteca, Abraham me había dejado algunos de sus cuadernos para seguir pasando apuntes, claro que eran los que no utilizaría hoy.

Estaba pensando en volver a la escuela pero me daba miedo ser juzgada y señalada por lo que pasó, no se como hace Mike para ocultárselo a los Alcázar, a Jacob e incluso a Abraham pero no pudo haberlo ocultado de todo el pueblo.

De ser así, quizás todo sería más fácil.

Dejé al final las copias de matemáticas por si había algo que no entendía pedirle a Abraham que me explicara, era más fácil así.

Tomé los cuadernos que Jacob me había hecho favor de traer de casa y seguí con mi ardua labor de pasar los trabajos hasta que Zed hizo su aparición, asustándome.

Normalmente usa la puerta después de tocar, esta vez decidió entrar por la ventana tras mi espalda. Al verme saltar, rió.

–¿Tan concentrada estabas? –Le sonreí como respuesta. –Kacey...

Peligro. |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora