- Pero... ¡¿Es un chico?! Debe haber un error. Yo siempre me ocupo de chicas, nunca he trabajado con chicos... - el joven miraba con cara de incredulidad en la dirección que le marcaba su compañera.- Eso es lo que ha dicho el jefe. Este es tu nuevo encargo. Después de la última cagada te merecías un castigo y creo... ¡No, no! Estoy segura que ESTE es tu castigo – La chica rubia que le acompañaba no pudo disimular una gran sonrisa. Quería a ese chico con toda su alma, pero necesitaba espabilar. – Eras el favorito del jefe y lo has cabreado. Demuéstranos a todos de lo que eres capaz. – Y con estas palabras desapareció dejando tras de si una pequeña nube blanca.
Él se quedó mirando a través del cristal de la cafetería. El objeto de la conversación miró hacía donde hace un rato los dos cupidos estaban discutiendo, pero ya no había nada allí.
***
- Agoney, ¡esto es un desastre! Este artículo no tiene ningún sentido. – Miriam, su jefa directa, le miraba por encima de sus gafas de pasta verde y subida en sus tacones de 12 centímetros. Siempre le había parecido una mujer impresionante pero ahora le daba hasta miedo. – Tenemos tiempo hasta la semana que viene, inspírate en las fotos de Ricky y escribe algo coherente sobre el festival ese... El patrocinador está pagando una pasta por este reportaje y se merece tu mejor trabajo.
- Lo siento, Miriam... Ahora mismo me pongo. – La rubia ni los miró cuando reportero y fotógrafo abandonaron el despacho.
Ricky intentó hablar con el canario y darle ánimos. Sabía, igual que la mayoría de sus compañeros, lo mal que soportaba las críticas y llevaba una temporada bastante mala. Agoney no le dio ni la oportunidad de abrir la boca. Cogió su bolsa y abandonó la oficina. Ricky lo miró irse y suspiró. Se estaba quedando sin ideas y no sabía cómo ayudar a su amigo.
- ¿Mucha bronca? – Roi se acercó a Ricky mirando hacía la puerta por la que había salido el reportero.
– No tanta. Pero ya sabes cómo está esté. Se lo toma todo muy a pecho. – La contestación de Ricky provocó una pequeña carcajada en el otro.
– Ricky ri, lo que esté necesita es un buen polvo. Está así porque no folla. – y se sentó en su mesa con la banda sonora de la risa de Ricky de fondo.
Agoney abandonó el edificio donde estaba alojada la revista en la que trabajaba. Adoraba su trabajo y se exigía como él que más. Pero hacía ya demasiado que no escribía un reportaje digno de premios. Y para colmo, tenía que escribir sobre un maldito festival en el que se pasó con los cubatas y se perdió casi la totalidad de los conciertos. Pero claro, eso no se lo puede contar a Miriam o lo degradara a la sección consejos que odiaba con todas sus fuerzas. No le despedirán, es el mejor redactor que tienen en la revista, aunque sentía que su manga ancha se estaba acabando, así que tenía que ponerse las pilas. Inmediatamente.
Había quedado con Mimi, una de sus mejores amigas (con la que fue al famoso festival), en la cafetería a la que iba siempre. Era su base de operaciones. No podía escribir encerrado en una oficina con teléfonos sonando, gente gritando o compañeros pidiendo favores a los que nunca se podía negar. La bailarina todavía no había llegado y probablemente aún tardaría. La pequeña cafetería era propiedad de dos chicas que habían puesto toda su alma en hacer que ese negocio saliese adelante. Aitana y Amaia eran pequeñas fuerzas de la naturaleza que siempre proponían actividades de lo más diversas dentro del local: noche de karaoke, improvisación, monólogos, lectura de poesía... Nada se escapaba de sus intereses y esto hacía que la clientela del local fuera de lo más variopinta.
Agoney hacía tiempo que era un asiduo a los capuccinos con caramelo que le preparaba Amaia y en ocasiones se dejaba sorprender por las creaciones de Aitana, aunque no todas fuesen un éxito que permaneciera en su estómago. La sonrisa de la chica cuando le explicaba el experimento merecía la pena. Su mesa, al lado de la ventana, con una pequeña mesa donde podía apoyar su pequeño ordenador, y ese orejero que parecía comérselo cada vez que se sentaba, le estaban esperando como si supiesen que iba a aparecer en ese mismo momento. Pero hoy había algo distinto. Un nuevo camarero. Y eso era totalmente nuevo. Las chicas siempre se habían ocupado de todo ellas solas y hoy no se las veía por ninguna parte. Se acercó a la barra con la intención de investigar. Como buen reportero, no se podía perder ninguna historia que apareciese ante él.
Cuando llegó a la barra, el chico que había al otro lado estaba mirando la cafetera como si fuese la primera que veía en su vida. Carraspeó un par de veces y esperó hasta que se giró lentamente ofreciéndole la sonrisa más brillante que había visto en mucho tiempo.
- ¿Sí? ¿Qué quieres? - le preguntó el rubio mientras lo observaba con un gesto algo confuso.
- Perdona, ¿no está Amaia? ¿O Aitana?
- No, lo siento. Tenían algo que hacer y me han pedido que les eche una mano. Soy Raoul, primo de Aitana.
Raoul levantó su mano para saludarle pero Agoney se había quedado congelado. ¿Primo? Nunca le había hablado de un primo... Siempre hablaba de su hermano pequeño que vivía todavía con sus padres o de su novio o su mejor amigo pero nunca había nombrado a un primo. Toda esta situación era bastante rara para él y seguiría investigando... Grrrr, mejor debería dedicarse a su artículo y dejar de ser tan desconfiado. Seguro que mañana volvía a aparecer la doble A y todo volvería a ser como siempre.
El camarero bajó lentamente la mano y volvió a preguntar a Agoney que quería tomar. Pidió un café con leche (no se atrevía con nada más complejo) y se dirigió a su mesa para ponerse a trabajar y esperar a Mimi. Al poco apareció Raoul con su café y un pequeño trozo de Red Velvet que tenía una pinta exquisita. Lo dejó todo encima de la mesa y esperó a que Agoney le devolviese la mirada. Este lo miró sin entender de dónde salía la tarta.
- Te ha invitado el chico de allí, el que está en el sofá azul. - Agoney miró hacía donde indicaba el rubio y vio a un moreno de ojos oscuros levantando su taza hacía él, a modo de brindis en la distancia. - Es bastante guapo, ¿no? - Agoney volvió a mirar al camarero que seguía de pie al lado de su mesa - Deberías ir a agradecérselo, Agoney. - El aludido volvió a mirar hacía el sofá azul y se levantó despacio de su querido orejero. Cuando estaba a medio camino se giró hacía Raoul con mirada interrogante.
- No te he dicho mi nombre.
Raoul lo miró durante unos segundos con el color subiendo lentamente por su cuello. Con la cara completamente roja contestó ligeramente.
- He adivinado que eras tú. Amaia habla mucho de ti. Eres su cliente favorito.
Agoney se quedó conforme durante unos segundos. ¿Amaia? ¿No era primo de Aitana? Intentó apartar esas ideas de su mente, ya las volvería a recuperar más tarde, y se dirigió hacía el moreno que lo esperaba con una pequeña sonrisa y un brillo muy especial en los ojos.
La vida en la cafetería siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
***
- ¿Y bien pequeño? ¿Has avanzado en tu nueva misión?
- No ha sido tan difícil como esperaba. Agoney es muy receptivo y está abierto al amor. Hoy ha conocido a una nueva persona. Puede que ese sea el definitivo.
- Bien, bien. Sabes que este encargo es muy especial. Nada debe salir mal, confio en ti. Puedes irte pero mantenme informado de todo lo que pase.
El pequeño cupido abandonó la sala donde se había reunido con su jefe y se dirigió a la nube donde le esperaba su mejor amiga.
- Entonces, ¿todo ha ido bien? - preguntó la rubia mirando hacía la cafetería donde Agoney se despedía de Mimi con una gran sonrisa en la boca y un gran reportaje en el ordenador.
- Perfecto. Al chico le gustan las cosas bonitas. Admira la belleza. Era cuestión de elegir un buen candidato y este lo parece. Espero que recupere su musa, su buen humor y todo lo que parece haber perdido.
- ¿Te han contado por qué es tan importante este encargo?
- No, pero me imagino que ha sufrido por amor. Es lo que todos los humanos hacen. Les encantan los dramas, viven de la tragedia cuando en realidad todo es mucho más sencillo.
La cupido rubio miró a su amigo con resignación. No sabía porque ni cuando se había vuelto tan descreído. Parecía no creer más en el amor. Y eso era un problema porque era el encargado de repartirlo por el mundo. Este encargo era realmente importante pero él todavía no sabía cuanto.
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EPIFANÍA
FanfictionAgoney no cree en el amor. Hace tiempo que se dedica a vivir sin pensar a largo plazo. Pero alguien tiene otros planes para él. A veces el amor es cosa de dos o de más...