Verte Una Vez Mas

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Astoria miraba atreves de la ventana, veía sin ver con sus ojos azules secos de tanto llorar, con la vista perdida en el infinito pensaba en él, en su pequeño Fred, y apretaba con más fuerza ese osito de felpa contra su pecho.

Su vida no tenía sentido sin su hijo, le habían arrebatado el alma y cualquier motivo de seguir adelante, amaba profundamente a Ron, pero el cariño que tenia por Fred era de otro origen muy diferente.

La angustia que sentía no era comparada con ninguna, el miedo, la desolación de perder a su hijo era el más grande sufrimiento, hubiera preferido morir a vivir de esa manera, estrujándose los sesos pensando en ¿dónde estará? ¿Se encontrara bien? ¿Sí, aun vive?

A lo lejos vio una figura aparecerse, el inconfundible cabello rojo se movía con el viento, pronto supo que era Ron quien se acercaba a la madriguera, pero no lo hacía solo.

La rubia abrió los ojos sorprendida, pensando que su mente le jugaba una cruel broma, parpadeo varias veces aturdida, intentando descifrar si lo que veía era real o solo una muestra de que estaba perdiendo la cordura.

Le llevo un minuto soltar el osito que aferraba entre sus manos, giro sobre sus talones y corrió escaleras abajo sobresaltando a la mayoría que estaba en la sala.

-¿Qué ocurre Asty? -Pregunto preocupada Molly, pero no recibió más respuestas que un leve empujón de su nuera que salió como estampida por la puerta.

Sorprendidos por su manera de actuar se apresuraron a seguirla pensando en que definitivamente había perdido la razón. Pero lo comprendieron todo cuando  lograron ver ya solo a unos metros el feliz encuentro.

De nuevo las lagrimas surcaban las pálidas mejilla de Astoria, pero esta vez no eran lagrimas de angustia eran de felicidad, había corrido con todas sus fuerzas, con todas las esperanzas puestas en que ese no fuera solo un sueño. Veía a Ron sonreír y mirarle después de mostrar el pequeño bultito que llevaba en sus brazos.

Como si pensara que se tratara de un espejismo que se rompería si los tocaba, detuvo su carrera a unos pasos de Ron, mirando embelesada con los ojos aguados y la respiración entrecortada a el pequeñín acomodado en los protectores brazos de su padre.

Se llevo una mano a los labios para contener los sollozos que se hacían cada vez más fuerte y miraba con tanta emoción de manera alternada el rostro tranquilo de su hijo y el de su hombre, intentando aclarar su mente, sus pensamientos dispersos, alejar sus temores y confirmar que eso era verdad y no solo un truco de su  cabeza.

Fue entonces que el pequeño reconoció a su madre y estiro sus pequeños bracito regordetes hacia ella, sonriendo con toda la inocencia y dulzura del mundo, exigiendo que le cargara.

Le llevo tan solo un segundo a la rubia estirar sus manos y tocar las delicadas manitas, suspiro de alivio al ver que no era una alucinación, era su hijo, de carne y hueso, el que le miraban con sus ojitos alegres esperando que lo abrazara.

Lo tomo con devoción entre sus brazos y lo cubrió de besos haciéndolo reír mas por las cosquillas que le hacían, después solo lo acomodo con infinita ternura y cerro los ojos suspirando con alivio, de nuevo su más grande tesoro estaba seguro, su angelito divino estaba con ella nuevamente para iluminar su vida.

Ron se acerco besándole los labios de manera fugaz a su mujer, y los abrazo a ambos, él también lloraba. Habían sido días muy largo, los peores de su vida y tenerlos ahora ahí cerca de él, hacia que se diera cuenta cuanto los amaba.

En la entrada de la madriguera todos lloraban, Molly se limpiaba con el delantal, Freu había sacado su pañuelo, Angelina era consolada por George y Percy tocia y se tallaba los ojos  para desembarazarse de la situación de estar llorando como una mujercita, Penélope su esposa le daba palmaditas en la espalda mientras ella sin ninguna pena lloraba con una sonrisa dibujada en sus labios.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora