Mundo al Revés

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Lila inclinó el rostro ligeramente, despidiéndose del Caballero Blanco que la había guiado todo el camino a través del enorme tablero de ajedrez. El monumental guerrero, cubierto con su casco, había sido el punto seguro en ese mundo de locuras pero debía despedirse de él.

- ¿Estáis segura...?

La pelirroja sonrió, bajando de un salto del tablero enorme, sintiendo por fin que esa locura constante se retiraba de sus huesos. En el tablero de ajedrez todo pasaba al revés. El dolor llegaba antes de una herida, por ejemplo. Ya se conocía alguien antes de que este se presentara. Si, definitivamente confuso.

- No puedes dejar tu puesto. Y ya me has ayudado mucho. –ella observó sobre su hombro- Solo debo despertar al Rey Rojo ¿Verdad?

- Todo esto es su sueño. –la profunda voz del Caballero sonó ligeramente resignada- Wonderland desaparecerá si él despierta. Pero tú volverás a tu mundo.

- Entonces... no creo que... -aun siendo un sueño o por lo menos esperando que sea uno, se sintió mal.

Y negó ligeramente, incómoda, no quería condenar todo un mundo porque no lo comprendía y no era su nación.

- Vuestro buen corazón no sobrevivirá aquí. No me gustaría veros corrompida por esta locura. –el Caballero apoyó su rodilla justo en el borde del gran tablero, mirándola- Solo tened cuidado. Estos son los límites entre las tierras de la Reina de Corazones y la Reina de Espadas. Y donde la línea es difusa, el Caballero Gris camina, su corazón entregado a la más peligrosa de ellas y su espada a la más perversa. No dudará en entregaros a quien él crea que convenga más.

- ¿Y cuál es cuál? –Lila parpadeó, sorprendida, dejándose llevar por la curiosidad.

- Para vos, ambas, mi joven dama. –el Caballero Blanco se enderezó- Tened cuidado y despertad al Rey Rojo lo más pronto que podáis.

- Te agradezco mucho tu ayuda. –la joven inclinó el rostro- Sin ti, hubiese sucumbido al miedo.

- En Wonderland hay peores cosas que el miedo ante lo desconocido. –y con última reverencia, avanzó entre las casillas, volviendo a su puesto.

Lila lo observó, siguiendo las formas duras de la armadura, sabiendo que dentro de esta había un buen hombre. En verdad, si no fuese por él, no sabría dónde estaba y qué hacer. Lo único que recordaba antes de llegar ahí había sido tomar uno de los cómics de su novia, enganchándose por el título "Tales from Wonderland". La portada mostraba voluminosas mujeres en escasos atuendos. Pero estaba acostumbrada a la sobre-sexualización de los personajes en ese tipo de literatura visual. Además, adoraba las historias de Lewis Carroll. Antes de que su madre muriese, ella solía leerle los poemas y algunas de las historias del creativo pero melancólico autor. Pero en algún punto de la oscura trama, había sentido su cuerpo extraño y antes de poder darse cuenta se había despertado en medio de un tablero de ajedrez.

Una enorme batalla entre las fichas rojas y blancas había desencadenado que huyera frenéticamente del campo de batalla hasta que el Caballero Blanco había llegado y protectoramente le había explicado cómo salir de ahí.

Ahora, por su cuenta, debía llegar hasta el Rey Rojo. Cada segundo que permaneciera en ese lugar, parecía afectar con sus recuerdos de dónde venía. Únicamente por esa razón, luchaba por mantener la calma por sobre todas las cosas y no permitir que el pánico la venciera por mucho que pareciera la ruta más fácil. Pero debía luchar, aunque no fuese una guerrera y debía volver, porque si eso no era un sueño, no quería quedarse atrapada.

El bosque parecía enredarse con la falda de su camisón de dormir, se abrazó al pequeño suéter que llevaba encima y agradeció tener pantuflas acolchadas que la ayudaran a caminar sobre el irregular bosque. Nunca había estado en un lugar así, pero estaba segura que era mejor salir pronto de ahí. Los gritos de batallan aún se escuchaban increíblemente cerca y se sentía nerviosa al pensar en lo peligroso y precario de su situación. No supo cuánto tiempo caminó, sus ojos parecían fácilmente distraídos por las curiosas formas de las criaturas que habitaban entre las ramas, con sus sonidos tan curiosos y cuerpos imposibles. Wonderland era hermoso, como siempre imaginó y al mismo tiempo era terrorífico como su razón le advirtió que sería. El Caos, bien habían concluido los filósofos tiempo atrás, era la fuente de muchas cosas, buenas y malas, pero lamentablemente las consecuencias podían verse reflejadas de una forma... destructiva y sin frutos. Si Wonderland representaba eso, las maravillas caóticas como una expresión de la locura o de la carencia del orden, bien entendía por qué el Caballero Blanco había temido por su seguridad. Obviamente no había reglas. Y personas como él, eran casi inexistentes en ese lugar. Todo era abrumador, parecía que no existía un segundo de silencio.

Cazando lo Desconocido [Cacería] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora