El Gran Lobo Feroz

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El humo de tabaco escapó de sus labios y lo vio ascender en espirales. La sensación de la menta se quedó picando su boca en un hormigueo agradable. El ruido que hacían el resto de sus compañeros era como un sonido amortiguado y lejano. Todos estaban emocionados por esa noche de astronomía, observando las constelaciones y prestando atención a cada gran explicación que la asistente del profesor daba. Él bostezó despreocupado y apagó la colilla de su cigarrillo contra la suela de su zapato antes de meterla en la lata vacía de la gaseosa que había estado tomando. Un rápido vistazo a Gerald le indicó que este también estaba parcialmente desinteresado de las clases. Por un lado, tomaba atención a cualquier indicación sobre la distancia entre las estrellas, las constelaciones y sobre la velocidad de la luz, pero se dispersaba rápidamente cuando la asistente se apasionada en cada famoso mito que se enredaba con las formas de las constelaciones.

El sobrenombre de Bruja debería ser cambiado para esa mujer, tal vez Cuentacuentos o algo así, se notaba que estaba disfrutando apasionadamente con todo eso. No importaba que siempre cargara un tarot con ella o tuviese un don para interpretar los sueños del resto. Al final, era obvio que le iba la fantasía.

Lo cual hacía que se dispersara terriblemente Gerald. Pero así era su mejor amigo, completamente lógico y práctico, desapegado totalmente a mitos, leyendas y fábulas que plagaban la cultura. Hasta Phoebe, la idol del salón, estaba sumergida en todas esas historias románticas en el cielo. Aunque tenía sentido, la chica era soñadora y completamente popular, tenía esa belleza asiática que acentuaba con la moda de alta costura que provenía directamente de Japón y que parecía diseñada para su figura. La mayoría de sus compañeros parecían perdidos en la forma en que Phoebe contenía el aliento ante cada leyenda mítica. Casi parecía que ella creía que eran verdad. Eso o sabía que estaba captando la atención de todos con sus preciosas expresiones.

Y ni que decir de Helga, la poetiza de la clase, la artista consumada que se la pasaba sumergida en sus ensoñaciones. Todo el mundo conocía que era una romántica empedernida aunque nunca se había interesado en ningún chico. Al parecer, ella prefería los romances de libros, la belleza de las esculturas y las parejas en los cielos. Una cursi completamente.

- Nunca le quitas los ojos de encima. –comentó Gerald, ajustando sus gafas de descanso y ni siquiera despegó su mirada de su tablet- Me sorprende que ella no se dé cuenta.

- ¿De qué? –preguntó, sonriendo de lado, entreteniéndose con la manera en que la coleta baja que tenía la rubia se había desatado ligeramente y pequeños mechones acariciaban su cuello.

- De que te la comes con los ojos cada que la miras. –Gerald lo miró, enmarcando una ceja- ¿Tu nueva Caperucita Roja, Lobo Feroz?

- Gran Lobo Feroz. –Arnold sonrió de costado, deslizando su lengua bajo sus dientes, anticipando su cacería- No es mi culpa que las chicas me llamen así.

- Y tú solo las alientas. Claro. Inocencia pura, hermano. –Gerald sonrió con resignación- Solo dime que Pataki no es tu pequeño juguete por lo imposible que luce.

- ¿Quién sabe? –preguntó, encogiéndose de hombros- Pero debes admitir que es preciosa.

- Admito lo que veo. Y lo que he visto es que desde que somos niños no dejas de mirarla. Pero ella apenas y te registra.

Auch.

Arnold lo fulminó con la mirada. Porque era verdad. Aunque había jugado superficialmente con algunas compañeras de su salón y de años superiores, la verdad es que la pequeña artista lo tenía embobado desde que habían estado en el jardín de infantes. En ese entonces, Helga lo había encontrado llorando en el armario del conserje, completamente asustado en su primer día de clases. Pero la niña no se había burlado de él, se había sentado a su lado y le había cantado. Helga le confesó que su madre siempre le cantaba cuando se sentía decaída. Cuando las lágrimas había desaparecido, ella lo tomó del rostro con un cuidado absoluto y le había dicho, muy lentamente:

Cazando lo Desconocido [Cacería] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora