IV

53 9 3
                                    

Connor jadeaba de rabia, premeditando sus pasos y buscando alguna mentira en aquellas palabras. No las había, pero tampoco le creía, sabia que los druidas podían controlar su voz y disfrazar sus intenciones, haciendo creer a los demás lo que quisieran que creyeran. Observaba al druida con desconfianza, una desconfianza que para el albino no pasaba inadvertida. Asía con ambas manos la empuñadura de su espada, cerró sus ojos dos segundos, intentando ver la manera de atacar a aquel hombre. Tambaleó su cuerpo hacia su costado izquierdo, escuchó un movimiento, el hombre ya se había puesto en posición de defensa. Se fue al lado contrarió y arremetió sin miramientos con un grito de guerra ensordecedor. Lugh pudo contrarrestar ese ataque bloqueándolo con el filo de su espada y golpeándolo de lleno con su puño libre en la boca del estomago, haciéndolo perder el aire y el equilibrio con aquel golpe.

—Te repito, cálmate, créeme, no le pienso hacer nada a Verena.— pudo defenderse el albino entre jadeos entrecortados.- Escucha, lo único que quiero es reconvertirla.

Desde el suelo, el joven pelirrojo lo miraba con rencor, pero el hechicero no se inmutó ante eso, algo le decía que toda aquella escena tendría alguna buena explicación y que lo ayudaría con todo lo demás, al fin de cuentas, ese niño tendría algún motivo valido para batirse a duelo con alguien que se suponía que tendría más poder que él. Una brisa meció su cabello, que resplandeció con brillos plateados ante la luz de la pequeña estela que él había creado. Observó al joven en silencio, expectante a sus movimientos, sabia que su actitud tenia un peso sobre aquel muchacho, lo utilizaría a su favor. Connor se levantó con dificultad, empuñando su espada y volviendo al ataque en otra envestida. El lugar se llenó de gritos de guerra desafinados por el joven y las espadas de ambos chocando entre sí, lanzando pequeñas chispas de un tono anaranjado. El druida intentaba por todos los medios eludir sus emboscadas sin hacerle daño, intentaba con todas sus fuerzas hacerse oír, pero eso ultimo era un esfuerzo en vano.

—No te creo, los Druidas como vos sois solo unos desalmados que atacáis por la espalda— le dijo furioso entre dientes el pelirrojo mirándolo a los ojos en una de las oportunidades que sus espadas se encontraron.

—Te estoy diciendo la verdad, cálmate y escúchame, pequeño criajo— le respondió Lugh en un siseo contenido pero con calma, a la vez que hacia fuerza con sus brazos para apartarlo de nuevo.

Otro movimiento de parte del albino y el mocoso volvió a caer al suelo, volviendo a su vez a levantarse poniéndose en una posición de ataque, saltando en el lugar y flexionando las rodillas para luego volver al ataque con los mismos bríos que tuvo desde el principio. Lugh suspiró, ya comenzaba a cansarse de ese juego demasiado absurdo para su gusto, saltó, esquivándolo y agarrándose a una rama de roble que se encontraba sobre su cabeza, se balanceó sin dificultad esperando a que el joven se diera la vuelta. Cuando este lo hizo se dejó caer sobre él, posando su rodilla en su pecho, poniéndole el filo de su espada al cuello y observándolo con determinación, dándole a entender que no estaba para juegos y que un movimiento en falso podría ser fatal para el pelirrojo.

—Te calmaras, porque sabes que en este momento tu vida depende de eso....— le sugirió sin muestras de sentimientos o pensamientos en su rostro, pero con una voz que indicaba determinación a sangre fría.

El muchacho no dijo nada, solo lo lo observó con verdadero terror en sus ojos, vio como el druida miraba de soslayo la mano en la que ceñía su espada, escuchó como carraspeaba y le hacia señas con la cabeza indicándole que seria mejor que soltara aquel pedazo de lata oxidada si quería dejar de sentir el frío acero de la espada del albino apretándole con cuidado el cuello. Así lo hizo soltó la espada, la cual el hechicero la tomó con su mano izquierda para luego tirarla con precisión hacia el primer árbol que tuviera en frente, logrando a su vez que esta se clavara en el tronco.

El Druida, Hijo De AriadnaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora