VI

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Anduvieron todo el camino en completa tranquilidad, sin contratiempos importantes.  Las niñas se despertaron tarde, pudieron desayunar y marcharse de allí, si los cálculos de Lugh y Querran no fallaban con un poco de suerte llegarían al templo de Ariadnae al amanecer del día siguiente.

En ese momento el sol caía en el horizonte. Todo estaba tranquilo, tanto era así que a nuestro protagonista este hecho se le antojaba sospechoso.

Lugh iba montado en la yegua con las dos niñas atrás. Cerró los ojos y agudizó sus oídos prestando atención al clamor del viento cálido que hacia mover las hojas de los arboles y hondear levemente su cabello. De pronto sintió algo a la distancia. Alguien o algo, de gran fuerza espiritual, se acercaba a una velocidad desmesurada hacia ellos. Pero estaba bien lejos, a unas cuantas millas de distancia. El albino abrió bruscamente los ojos a la vez que se detenía tirando de las riendas de  Ariadna. De un salto limpio bajó de ella, dirigiéndose a su hermano con la mente.

—Súbete en Ariadna. Debemos acelerar el paso ¿También lo sientes?— Querran asintió a la vez que se adelantaba.— Cualquier cosa que sientas, tú solo adelántate, yo me encargaré de distraerlos.

Las niñas vieron toda esa escena sin comprenderla. Sus miradas ansiosas bailaban sincronizadas entre la espalda de Querran, los ojos de Lugh y a ambos lados del camino, expectantes. Presentían algo pero no sabían que era con exactitud. Querían preguntar, necesitaban preguntar qué estaba pasando, pero un brillo de determinación en los ojos del albino les decía que no obtendrían respuestas. Temían, no por sus vidas, sino por la del druida, algo les decía que estaba en peligro.

—Hermano mayor…— le susurró Aislin con timidez, sintiendo su pequeño corazón desbocado en su pecho.

—¿Qué sucede niña?— atendió Lugh, sonriéndole para tranquilizarla, lo sentía, se daba cuenta que ella tenia miedo.

—¿Estarás bien?— le preguntó mirándolo por arriba de su pequeño hombro, para luego agregar con un tono de desesperación en su voz.— ¡Prométeme que estarás bien!

Lugh ensanchó la sonrisa, sabia que no podía prometer eso, pero de todas formas asintió.

—Descuida, no pasará nada, llegaran antes de lo previsto. — Le respondió, eludiendo en sus palabras esa promesa que no podía hacer.

A todo esto, Querran solo escuchaba en silencio, pensando en cómo la niña se habría dado cuenta del plan de su hermano. Anya, en cambio, solo clavaba su  mirada en la espalda de Querran, ese hombre no le daba confianza, pero eso quizás era porque el susodicho no era capaz de tenerles paciencia.

—Oye ¿Qué tanto me miras?— le preguntó el nigromante sintiendo la mirada penetrante de aquella mocosa.

—Nada…— respondió Anya, con un cierto rencor en su voz.

Aceleraron el paso y, antes de lo previsto, sintieron que ese algo se les estaba acercando peligrosamente. Lugh se dio la vuelta, no faltaría mucho para que los encontraran.

—Querran.— le advirtió a su hermano.

El nombrado, solo apretó las riendas y se echó al galope, ganando   velocidad. Las niñas solo miraron hacia atrás, viendo como la figura del albino se hacia cada vez más borrosa, hasta reducirse a una mancha negra y desaparecer de sus vistas.

—¡Lugh, no te olvides de la promesa!— gritó Aislin sintiendo un nudo en la garganta que la paralizaba del miedo.

《¡Idiota! Más te valga que salgas con vida de esta》

Pensó mordaz el nigromante sin mirar hacia atrás, los tres viajeros sabían que de ser cierto lo que presentían, aquel oponente era mucho más fuerte como para que el albino pudiera solo. Pero Anya era la única que estaba tranquila. Miró a su hermana atravez de su hombro y le sonrió.

El Druida, Hijo De AriadnaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora