IV

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Se había quedado profundamente dormido, no soñó nada esta vez. Su cuerpo dolía, a causa de aquella paliza y el golpe que había recibido al caerse del árbol. Para colmo, la posición en la que se hallaba lo dejaba todo entumecido.

Despertó al oír un ruido, alguien entraba  a aquel lugar. Sin mirar supo de quién se trataba, Darhiel. Ella lo observaba de pie con el cuenco de comida en sus manos.

—Sé que estas despierto, traje tu comida.— Dijo, con cierta frialdad.

《Distancia ¿miedo?》

Pensó incoherente, el druida a la vez que erguía la cabeza para verla sentarse en cuclillas en frente de él. Dejó que le diera de comer, no tanto por hambre sino para generar oportunidades para hablar con ella.

—Mira, entendemos que vos no teneís la culpa de nada, pero no creemos que hablar con los humanos nos lleve a un acuerdo seguro.— comenzó Darhyel como si hablara por todos los elfos.

Eso no pasó desapercibido para Lugh, arqueó una ceja extrañado por la forma de hablar.

—¿”Creemos”?— Resaltó en una incógnita.

La joven se quedó en silencio un momento, hasta que entendió esa breve pregunta.

—Si, no soy la única que lo piensa, he hablado con otros elfos, todos ellos quieren que te salves. La guerra es inminente y creemos que vos no tenéis nada que ver aquí.— le respondió dándole otra cucharada de comida.

El druida casi se ahoga por el alimento que entró en su boca de manera repentina, tragó.

—¿La guerra… inminente?— resaltó de una forma que expresaba incredulidad.— Es imposible que vosotros solos podáis contra todo un condado. Es imposible.

Repitió atónito, demostrando con su mirada la magnitud del peligro que ocasionaba la sola idea de esa empresa.

—No hablamos de un puñado de lanceros, como los que acabáis de matar.— prosiguió, intentando hacer entender aquella criatura el peligro que corrían si seguían los planes de aquel elfo trastornado.— Estamos hablando de miles de soldados, artillería pesada, lanceros, arqueros y todo un ejercito… es más seguro para vosotros que pactéis con el gobernador de Eammon. Ya que no solo estoy hablando de la cantidad de soldados, sino de su bravura y sed de venganza por vuestros vejámenes.

Iba a seguir explicando la magnitud del peligro que se armaba tras las murallas del condado cuando Darhyel le puso un dedo en los labios para que se callara e hizo señas de que alguien se aproximaba a aquella “cabaña” – porque dicho de una forma, aquel árbol, era una especie de cabaña- a la vez que se levantaba del suelo e iba a abrir la puerta para dejar entrar a una media docena de elfos que lo observaban con determinación, como si intentaran estudiar sus pensamientos más remotos.

《Aunque me quieren lejos del desastre… desconfían..》

Vagamente, pensó el albino, ladeando la cabeza para verlos mejor. Uno de los elfos, Setanta, le devolvió la mirada y luego ,mirando a Dahyel, habló con un tono grave en su voz:

—Ya casi todos se han ido a dormir, el Lyan estuvo preparando los planes para matarlo mañana… debería agregarte, Darhiel, que vuestro hermano, está muy entusiasmado de obtener la cabeza de ese albino.— le comentó a la elfa, pero con la mirada de soslayo que le lanzó al druida, este se dio cuenta que le hablaba a él.

Lugh, solo escuchó la conversación, analizando todas las palabras. A excepción de Darhyel, ningún elfo, de los allí presentes, se animaba a dirigirle la palabra.

-¿Veis que tengo razón, druida albino?- habló imperiosa la elfa.

-Si… y no…-respondió con un cierto fastidio el druida- mirad, por lo que vosotros decid, no estáis de acuerdo con vuestro líder, además, os repito, es imposible que ganéis, SOLOS, esa batalla. El condado de Eammon os quiere muertos…

El Druida, Hijo De AriadnaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora