Capítulo 3: Lobo Blanco, Lobo Negro

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[[Parte I]]

Hacia ya cuatro noches que nuestro héroe había dejado la capital del condado y se dedicaba , otra vez, a vagar por los caminos. En ese momento, se encontraba en un pueblo limítrofe entre los condados de Eammon y Navia.

Un pueblo como cualquier otro, en aquella fructífera tierra. Con un cordón montañoso a la izquierda y, a los pies de este, un inmenso lago, en donde el albino podía ver nadar  a los Kelpies, moradores del agua. Él se encontraba montado en su yegua, siguiendo un camino que lo conducía a los puertos del Aire, con el único fin, de llegar hasta la ciudad sagrada de Morrigan. El lugar donde moraba su hermano, Querran. Necesitaba verlo y pedirle un favor.

Algo lo detuvo, un murmullo extraño y un cambio brusco en la energía del ambiente. Miró sobre su hombro y notó la figura de un anciano encorvado sobre un bastón de abedul. No vio su rostro, lo llevaba oculto debajo de una capucha. Este extraño, le hizo una seña muda con su dedo índice, indicándole que lo siguiera.

Lugh, se rascó la nuca extrañado e intrigado por la situación, acto seguido, se encogió de hombros con aire desinteresado. Giró las riendas de Ariadna, para indicarle el cambio de rumbo. Y siguió al anciano, sin preguntas, en el mismo silencio con el que este lo conducía.

Había algo extraño en ese sujeto, pero no le dio indicios de desconfianza. Por ende, lo siguió hasta una cabaña que parecía abandonada. Vio como el viejo se adentraba en ella. Alzando una ceja, que demostraba curiosidad en el asunto, Lugh, paró a su yegua y se bajo de esta.

Entró al recinto. Tardó unos segundo en acostumbrarse a la oscuridad, pero, al hacerlo no vio a nadie allí. Buscó con la vista algún rastro del viejo, al no encontrarlo, entendió todo.

Ese viejo no existía en realidad, solo era una ilusión creada por algún sabio experto en magia. Y ese sabio, por alguna razón, se encontraba oculto en ese momento. Esto ultimo, fastidiaba al albino. Intentó buscarlo, pero no hubo respuestas. Entonces, puso sus ojos en blanco.

《Muy equivocado estas si crees que caeré en un juego tan pobre》

Pensó a la vez que juntaba las yemas de sus dedos delante de su pecho y comenzaba a murmurar un conjuro, para que el desconocido apareciera. No hizo falta terminarlo, a mitad de sus palabras, se escuchó en toda la cabaña un risa ronca llamando su atención.

—¡Oh!¡Vaya, que alegría! ¡No esperaba menos de usted, Lobo Blanco, hijo del Druida Briam!— fue el modo que empleó como saludo un extraño viejo, mientras dejaba ver y hacia, con exagerado esmero, una reverencia.— Mi nombre, es Callum, el ermitaño. Supe de tu llegada gracias a las habladurías de los nigromantes.— Comentó, para luego pararse en seco, con expresión de preocupación, como si recordara algo  importante, y atropelladamente seguir con su bienvenida.—¡Oh! ¡Pero que descortés soy! Dispense usted a este viejo. Venga, por favor, tome asiento, usted debe estar cansado. Espere un momento aquí, le traeré algo de beber.

Dicho esto, aquel extraño individuo, por medio de su magia hizo danzar un par de sillas acomodándolas enfrente del joven hechicero, que miraba todo con aire extrañado. Lugh, lo vio desaparecer por una puerta que daba a la cocina.  Resopló con algo de cansancio, tomó la silla que tenia en frente, le dio la vuelta, sentándose descaradamente sobre ella con el respaldo hacia adelante. Ese tipo si que era extraño. Lo oyó prender el fuego y calentar un poco de agua. Solo esperaba que esto demorara demasiado. Apoyó sus brazos en el respaldo, justo en el momento exacto que aquel hombre salía de la cocina con una bandeja de madera que llevaba un par de tacitas de té y una tetera de zinc provista de agua y hierbas aromáticas.

—Disculpe el desorden, Lobo Blanco, verá, no estoy acostumbrado a recibir visitas ¿Sabe?— se disculpó un tanto nervioso aquel extraño a la vez que acomodaba las  cosas sobre la mesa.

El Druida, Hijo De AriadnaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora