Quizás podría haber evitado que sucediera. Quizás, si supiera todo lo que estaba apunto de cambiar aquella noche, podría haber sido un poco más lista y no tomar todo como si sucediera a la ligera. Como si una simple acción no retomara en el futuro. Esa noche fue solo el comienzo. El comienzo de algo que se avecinaba. Como cuando estás en el medio de un huracán y ves ese momento de claridad, de luz y piensas "se ha terminado"... Pues no. No se ha terminado. Solo acababa de empezar. El ciclón está engañándote, dejando que bajes la guardia. Así me sentí yo esa noche que comenzaba mi tormenta, creyendo que estaba sana y salva. Ajena a toda esa clase de dolor.
Mi error fue no abrir los ojos. Fue no bajar la guardia y confiarme demasiado. Me centré demasiado. Me centré demasiado en mí y en ese sentido actué como una egoísta. No pensé en ver más allá. En ver como otras personas podrían, a través de otros ojos, haber sentido de una mejor manera.
Ahora sé lo que es. Ahora sé cómo se siente. Y ahora un montón de sentimientos están a mí disposición. Como una partida de ajedrez, ahora me tocaba a mí mover la pieza adecuada para no estar al alcance del jaque mate. Estaba a punto de perder lo poco que me quedaba por perder.
No, esa noche no era un noche llena de oscuridad. Tampoco estaba cubierta de nubes. Como he mencionado antes, o estaba hablando metafóricamente, esa noche estaba en calma. Como lo que todo universitario decide hacer un sábado por la noche.
Cada uno a su manera, cada uno con la gente que quiere o simplemente a solas. Pero esa noche en la que todo comenzó, parecía que todo estaba preparado de antemano.
En un pequeño bajo, un grupo de amigos se había reunido aquella noche. La música no estaba tan alta, por lo que no se trataba de una fiesta propiamente dicha. Había varias cervezas abiertas, al igual que vasos varios pero otros también llenos de alcohol. Nicolás Andrade, un joven castaño claro, abre la puerta del frigorífico y agarra su tercera botella de cerveza para saciar su sed. Sed que ya hace tiempo era innecesaria tener que saciar. Cuando es consciente que una de las canciones que había estado sonando había dado paso a la siguiente y que esta le gustaba no duda en emocionarse.
— Oh, me encanta esta canción. Sebas, sube el volumen.
Sebastián Hernández, el más pequeño de aquel grupo de amigos, le hace caso a la petición de su amigo y tras haberlo hecho no duda en comenzar a moverse al ritmo de la música. Se suponía que aquella quedada era algo informal, pero todavía faltaba uno de ellos. Carlos. Por ese motivo, y para no tener que aburrirse habían decidido empezar a beber sin él y simplemente esperar mientras se lo pasaban bien.
Cuando Sebastián pregunta quién faltaba, pese a que ya sabía de sobra la respuesta, es Pedro Lanza el único que le responde. Él se encontraba sentado de una forma bastante cómoda en un viejo sofá, una de sus manos estaba sujetando un vaso lleno de alcohol mientras que con la derecha no dejaba de teclear en su teléfono móvil para así enviarle un mensaje a Carlos y pedirle que se diera prisa.
— Lleva sin conectarse desde hace tres horas... —comenta algo sorprendido Lanza al ver la última hora de conexión de su amigo.
— Eso es que se está tirando a la rubia —comienza a reírse Tomás desinteresado—. Ya sabéis como es. Cuando se ausenta de las redes sociales es porque está bastante ocupado metiendo su aparato en el de Paula.
Tomás Llanca, aun que todos sus amigos le llamaban simplemente Llanca, era el mayor de aquel grupo, pero pese a la diferencia de edad, sin duda era el que utilizaba un lenguaje más vulgar que el resto de sus amigos.
— Eso estaba claro —le responde Nicolás, quien se cruza de brazos una vez se había sentado al lado de Lanza—. Pero habíamos quedado a una hora todos juntos. Tenía tiempo toda la tarde para estar con Paula. Él lo sabía.
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La Cadena.
Teen FictionUna tranquila noche Carlos Mancebo se da cuenta de que ha sido parte de un juego llamado "La Cadena". Las normas de este juego han provocado que cada persona que se encontraba dentro, tenía que hacer cosas que nunca creían ser capaces. Nerea Santoy...