• Prólogo •

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París, Francia. Él lugar dónde muchas personas van a buscar o sellar el amor de su vida, dado que la ciudad de la las luces o del amor —cómo prefieras llamarla—era un lugar lleno de magia.

París era el encanto de muchas generaciones, una joya del mundo, el lugar perfecto para vivir. Era recuerdos y vivencias, y color, y brisas frescas.

Recuerdo cuendo era un niño, un niño inocente, una víctima del mundo que—gracias al cielo—aún no decidía atacarme. Recuerdo ir al parque con mis padres, recuerdo jugar a que los toboganes y columpios oxidados eran castillos y dragones. Recuerdo el maravilloso sabor del helado de chocolate y frambuesa derretirse en mi boca cuando me ensuciaba las mejillas de chispitas de colores.

Oh, que recuerdos.

Espero y te hayas dado cuenta que usé el determinante temporal "era" ¿No?

Así es... Eso ERA París; un lugar de luces, de amor, de romanticismo en su arquitectura y de olores, y sabores. París ERA sueños, desde los más pequeños niños hasta los adultos que querían alcanzar sus grandes metas.

Era...

Una gran palabra que puede cambiarlo todo.

La utilizo porque es necesario, porque hubo un cambio y porque París se volvió todo lo contrario. Los sueños se destrozaron, las luces se apagaban a la medianoche y los gritos podía o no inundar las calles después del toque de queda.

Pero... ¿Que causó esto? ¿Qué hizo que una gran ciudad tan hermosa como la gran París se convirtiera en la capital mundial del miedo y la desesperación? Pues... Deberías preguntarselo a ella.

Ella: Pronombre personal femenino.

Ella: Cómo la llamaban los que no le tenían nombre fijo.

Ella: La que tenía más de un nombre para determinarla pero ninguno para identificarla.

Ella: La peor enemiga de París, mi mayor enemiga y la enemiga de la justicia, que otra vez recae en mí.

Ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella, ella...

Ella estaba en mi cabeza, me seguía a todas partes como si alucinara y cada vez que intentaba atraparla, ¡zaz!... Se me iba de las manos.

Maldita ella, maldita La dama de rojo.

Nadie pudo hacer nada, nadie pudo hacer nada hasta que este investigador decidió acercarse un poco más. Decidió buscar una historia hasta que, sin querer, hizo parte de ella.

—Oh, bichito ¿Cuánto apuestas a que te pillo?

Una sonrisa.

Dos sonrisas.

Cada quince minutos.

Un círculo pequeño

Un círculo grande después del tiempo.

La torre Eiffel, la meta.

El juego comenzó...

La Dama De RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora