• 3 || Retos y misterios ||

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Advertencia: este capitulo contiene escenas de sexo y un poquito de violencia. Te recomiendo ir con cuidado si no te gustan las escenas como estas.

Ahora disfruta y gracias por tu paciencia ;')

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Las luces del pequeño salón eran tenues. El aire cálido y hogareño que la cafetería desprendía era perfecto para una buena conversación matutina. Los meseros se movían deprisa, la gente hablaba muy bajo, era de verdad un ambiente muy íntimo.

La rubia escuchaba con atención las palabras de su compañera, explicando paso por paso cómo se había desarrollado cierta situación, que terminó siendo todo un éxito.

—... Entonces lo llamo y empezamos a hablar normal. Se notaba que me tenía ganas y yo me hice la inocente todo el tiempo. Pero no de esas inocentes bobas, sino que se notaba que era muy fingido—declaró la castaña con un tono ameno y calmado—. Me pregunta que si puedo servirle más café, pero se ofrece para acompañarme, entonces yo cedo. Cuando estábamos cerca del lugar donde hay una cafetera, que pertenece a un escolta, el me acorrala y empieza a coquetear.

Su compañera soltó un carcajada muy nasal y la rubio río un poco, más por la manera en como la  expresaba todo con los movimientos de sus manos. Y se reía por la historia porqué todo estaba saliendo como quería.

—Yo empiezo a responderle de manera muy sutil, y en ese contexto de: me encantan los policías, ¿sabes? Le pregunto sobre si las bases de archivos policiales los tiene muy cerca, para no preguntar de manera muy específica—prosiguió la chica, burlándose de su acostón—él me contesta que ojalá, pero no me da más detalles, así que me le arrimo un poco más y de manera juguetona le pregunto si por casualidad no los tenía en su casa, como para que creyera que era una indirecta de que quería ir a su apartamento y todo el rollo. Él me responde que no, que están muy lejos de él, que estaban en la oficina y qué tal vez un día debería pasarme por su puesto algún día. Y para que no sospechara, le dije que debería buscarme en su base de datos porque seguro era peligrosa.

La rubia soltó una carcajada y tomó un sorbo de café, miró a su compañera y le preguntó:

—¿Y cuánto te costó la información? ¿Fue un buen pago?-—se burló.

—Fue satisfactorio—dijo con una sonrisa traviesa—no negaré que me gustó, y mucho. Me invitó a comer mañana por la noche, así que puede que tenga diversión nocturna—culminó emocionada.

La rubia se sintió aliviada. Las cosas estaban saliendo bien, y aunque sabía qué tal vez no era correcto que estuviera haciendo todo eso, no sentía que podía abandonar aquello.

—Gracias, Christina—le comentó posando su mano encima de la de ella para agradecerle—Hiciste un increíble trabajo.

-¡Sé que soy increíble, Darling!—exclamó la norteamericana utilizando su apodo de cariño—Lo hago por tí, pero sabes que necesito lo que me debes.

—Claro que te lo daré-le aseguró la rubia, sacando docientos euros de su cartera—Un trato es un trato, más tarde de paso los otros trescientos por transacción.

—No te preocupes, soy una persona paciente—alegó Christina tomando el dinero y guardandolo en uno de sus bolsillos—. Me tomo el cafecito y tendré que dejarte, debo volver a la prisión. Ya va a empezar mi turno.

—Claro, chérie. No pasa nada—dijo la rubia para empezar a terminar su café bien cargado.

Las tazas se vaciaron rápido y pronto la chica americana tuvo que irse. Está se levantó y le plantó un beso en la mejilla.

La Dama De RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora