• 13 || Naranja y Amarillo ||

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Estaba a punto de entrar a la sala más fría y deprimente del mundo, pero para él eso no era nada comparado con la persona que estaba dentro. Miró el pomo de la puerta y se recriminó a sí mismo del por qué se había ofrecido a tal misión.

El sin querer estaba en el ojo del radar pero quisó mostrar su valía como detective ¿No? Eso no era por querer ver con sus propios ojos como la chica que amó era un monstruo que siempre fue intangible ante él ¿Cierto?

Fuera como fuera, ya no podía echarse para atrás, por lo que con valentía abrió la puerta y la observó con el corazón encogido pero con el rostro inexpresivo.

¿Como puede ser tan hermosa incluso en estas condiciones? pensó sin querer y desviandose en su objetivo, pero debía recordar el porqué ella estaba ahí, en porque podía verla tan cerca.

Su cabello azabache estaba suelto un poco más abajo de sus hombros, ya sin aquellas extensiones que usaba diariamente para verse un poco más diferente a la asesina. En sus ojos azules se podía ver la burla ante la situación que se presentaba y no pudo evitar que una sonrisa se formara.

Y al ver aquello, Luka pudo observar como la maldad estuvo allí, bajo aquella piel de porcelana que había besado tantas veces, bajo aquella sonrisa que se suponía le regalaba con amor. Sin embargo, al verla en esa situación dudó que lo que vivió hubiera sido real.

Caminó a paso lento hasta una silla y se sentó. Viéndola más de cerca notó como tenía las muñecas enrojecidas, las cuales estaban presas por unas esposas. La miró a los ojos y esa sonrisa cínica se ensanchó todavía más, poniéndole la piel de gallina.

—Marinette Dupain-Cheng—empezó a decir, nervioso por los ojos que miraban todo a través de un espejo polarizado—tenemos en estos momentos unos audios donde el detective Adrien Agreste la llama por su nombre, pero según sabemos él hablaba con la dama de rojo ¿Qué me dices sobre eso?

En un movimiento despreocupado miró de refilón al espejo sabiendo muy bien que había gente detrás y guiñó un ojo, para después rodar lo ojos con obviedad.

—¿Qué carajos quieres que te diga, Lukita?—le dolió la burla con la que dijo su nombre y le causó intranquilidad en cómo su mirada se ensombreció—Yo soy la dama de rojo, chérie. No hagamos más dramas.

—Si hacer drama te parece hacer un plan bien ejecutado para que una asesina que ha matado a veintisiete personas sea judicializada sin morir en el camino, entonces creo que sí hicimos un gran drama—mencionó con recelo ante tales respuestas de su parte.

—Primero que todo ustedes no hicieron un plan super elaborado—bufó con arrogancia y se burló en su cara, cosa que empezaba a fastidiarle—Lo que pasó fue que me distraje, pero si eso no hubiera pasado ustedes seguirían estancados en su investigación de mierda.

—Ya teníamos algunas pistas—contradijo.

—Prematuras y sin un buen soporte—se miró las uñas y después habló al espejo jactandose—Deja tu arrogancia Félix y acepta que vas perdiendo.

—Así como yo lo veo, la que tiene un disparo en la pierna y esta esposada aquí eres tú—sonó la voz del coronel por un altavoz sin sentimiento alguno, centrado y sin dejarse llevar de sus palabras.

—Pues sigues perdiendo porque tú quieres dos cosas: que me arrepienta a tus pies de lo que hice y que te diga cómo lo hice, y ninguna de las dos va a pasar—le retó con los ojos botando chispas, y Luka vió perfectamente como la determinación se apoderaba de su cuerpo—date esto por ganado, pero no te durará mucho tiempo, eso te lo juro.

La Dama De RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora