• 12 || Camino a la sentencia ||

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El cielo nublado se alzaba imponente, combinando perfectamente con el panorama que la ciudad de París vivía en esos momentos.

Los noticieros cubrían el hecho, los habitantes se refugiaban en sus casas y una gran minoría iba a apreciar el acontecimiento.

Pero los presentes se dispersaron asustados cuando una ráfaga de disparos retumbó en el lugar. Las balas rompieron el aire tenso, haciendo que todos de callaran en un silencio sepulcral.

Los que presenciaban el hecho—ya fuera por televisión o en persona— se tapaban los oídos o la boca de la impresión, incluso ambas. Algunos virotearon en silencio y otros mostraron cara de preocupación.

Un viejo anciano esperaba que no fuera nada grave, y Luka Coffaine, al ver aquello, esperaba no haber fallado, porque ese suceso podría ser la entrada a todas las respuestas.

La sangre fluyó en su traje y sintió dolor mucho después. Observó su mano manchada de líquido escarlata, fijó su vista de frente a su amante y le dedicó una sonrisa. Después de eso, se desplomó en el suelo.

—♥—

Treinta minutos antes

Adrien Agreste

Tenía un poco de frío y sentía silencio a mi alrededor. Intenté jalar la sabana grande que tenía, pero no llegué a alcanzarla con mis ojos cerrados en todo momento. Me sentí frustrado.

¿Quién coño a cogido mi sábana?

Terminé de levantarme y cuando abrí los ojos, me dí cuenta de tres cosas: uno, estaba desnudo y sin cobija. Dos, era de mañana y seguramente era muy tarde. Y tres, no estaba solo.

El cuerpo desnudo de Marinette se encontraba sentado en la orilla de la cama, sin moverse. Sonreí. Sus curvas majestuosas y su cabello negro cayendole en su espalda era un paisaje maravilloso que quería que se repitiera cada mañana.

La noche anterior había sido increíble. Ella me había dado más confianza y cariño, habíamos hecho el amor dos veces y además había dormido con ella.

¿Podía pedirle más al mundo?

Solté un bostezo, alertando de mi despertar, pero igual no me miró. Por lo que me arrastré un poco más hacia ella y posé mi mano en su cadera.

Se echó hacia un lado.

¿Okey?

—Buenos días, bichito—me froté los ojos para despertarme y sentí todavía la máscara negra. Tenía un muy mal presentimiento y fue en aumento cuando no me contestó—Ey, ¿Qué pasa?

Sin decir una palabra, llevo su mano a un teléfono inalámbrico que había en mi mesita de noche y presionó el botón de los mensajes. Había dejado la contestadora encendida.

La voz de Kagami se escuchó en el mensaje, desesperada por comunicarse conmigo:

Adrien, ¿Dónde diablos estás? Debiste llegar hace una hora y Félix está como loco. ¡Necesitamos que vengas ahora!—la japonesa dió un largo suspiro de estrés y volvió a hablar—Es que Luka acaba de darle a el coronel un sospechoso. El muy trastornado volvió a revisar la alcantarilla que ustedes exploraron en la tarde y encontró algo. ¡Mejor te lo digo aquí! Es decir, es la primera vez que tenemos un sospechoso—bueno, sospechosa es más preciso, pero que importa—¡Y tú no estás aquí! ¡Y además sé que se te caerá el culo cuando te digamos quién es, porque tú la conociste!—Hizo una pausa y pareció hablar con alguien más, al momento prosiguió—Bueno, lo importante es que vengas rápido, mal nacido. Adiós.

La Dama De RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora