• 11 || Confusión ||

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Kagami Tsurugi

Desde niña había visto cadáveres. No era un secreto para ninguno que mi pasión por los misterios que podría albergar un cuerpo era por culpa de mi padre.

Él tenía un morgue y siempre me decía: Los cuerpos nunca mienten.

Y yo como sabía perfectamente como se veía un cadáver, te puedo asegurar que Adrien en un punto que nunca pude reconocer, cambió de la noche a la mañana.

Se veía que no dormía bien, pero lo ignoramos porque sabíamos que cuando la ansiedad lo atacaba, podía llegar a desvelarse mucho. Su cabello estaba totalmente desarreglado, su voz pezarosa y la manera en que de pronto y sin que te dieras cuenta te olvidabas de su presencia era aterradora.

Todos sabíamos que él estaba mal, que tenía muchos problemas encima, pero cuando todos se enteraron del tema de la mansión, nadie quería decirle nada. Era como poner una gran bolsa de arena y la que ya cargaba.

Sin embargo, debíamos decirle, y como todos mis compañeros no se atrevían-o no tenían pelotas. Cómo prefieras, para mí es lo mismo-, yo lo hice.

-Adrien-lo llamé al entrar en la sala de reuniones-¿Cómo estás?

-Bien, Gami-me respondió un poco más animado que el día anterior-¿Y tú?

-Pues, bien, la verdad-contesté nerviosa. Él me miró y ví en su mirada que se veía mejor, mucho mejor. Y en esos momentos yo iba a hacerlo sentir mal-¿Te has enterado de lo qué pasó?

-¿De qué cosa?-fue a servirse un poco de café, una muy buena señal. Me ofreció uno y por poco dejo caer la taza por mis nervios.

-D-Dee-intenté mirar hacia todas partes buscando ayuda o apoyo, pero nada más estábamos nosotros dos, porque los cobardes esos no quisieron involucrarse-De un i-incendio.

-¿Un incendio?-cuestionó extrañado y bebiendo un poco de la taza-¿Y murió alguien? ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan nerviosa?

Mostré una sonrisa forzada y me maldije a mí misma por haber aceptado eso. Seguramente Luka hubiera hecho un trabajo mejor, pero menos delicado. Sin embargo, debía decirle, él se lo merecía.

-L-Lo que se incendió fue...-solté un suspiro e inhalé-la mansión. La mansión Agreste.

Sus facciones fueron decayendo poco a poco, como si alguien soltara los pequeños hilos que mantenían sus facciones un poco animadas. Su rostro se oscureció y sentí mucha culpa.

-¿Fue ella?-preguntó con la voz muy tensionada, seguramente por la rabia.

-Según los testigos, tod-do apunta a que sí-dije entredientes, una mala costumbre que tenía-Afirmaron ver a la dama de rojo con el otro sujeto, el gato ese.

Fuertemente dejó a café en la mesa, volcando un poco el contenido que había. Su cara se notaba muy furiosa y un escalofrío me recorrió.

-Gracias por decirme-si rostro no mostraba ninguna expresión, queriendo ocultar su ira.

Entonces se levantó dejando el café caliente sin terminar, abrió la puerta y seguramente se dirigió a su oficina.

Cuando pareció desaparecer, varios rostros se vieron el la puerta, como tipo: "Qué fuerte ¿No?"

-Ustedes me deben una, hijos de la gran...

Qué lástima que yo nunca hubiera adivinado que toda esa era una simple actuación. Me había concentrado tanto en cómo me sentía y mi nerviosismo, que no ví un brillo inusual en sus ojos.

La Dama De RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora