La lluvia ha vuelto a aparecer en mi piel; las gotas cayendo parece que ahora han vuelto a existir, rozando mi ropa. MI pelo está húmedo y, por primera vez, me doy cuenta de que lo que piso, más que tierra, es barro. Mi aliento resuena entre el agua cayendo y los rayos lejanos, algunas gotas del rocío de los árboles caen en mi cabeza. Debo de tener un aspecto lamentable.
Una silueta está detrás de unos matorrales, mirándome. ¿Quién es? ¿Acaso mi tío me ha vuelto a encontrar? Paralizada del miedo, paralizada por lo que acabo de echar que, por cierto, ¿qué demonios era? ¿Qué está pasando? ¿Qué le pasa a mi cabeza? Cada vez pienso que la cordura era una vieja amiga mía que hizo las maletas y se fue.
Sea quien sea el que me estaba observando, tras percatarse de que le he visto, sale de entre los arbustos. Me calmo (tan sólo un poco) al ver que no es mi tío, pero me desconcierto aún más al ver a un joven salir.
El cabello rubio de su cabeza parece oro líquido al estar mojado, el flequillo le cae por la frente, pegado a ella. Tiene una cara fina y alargada, pero unas mejillas que podrían estar perfectamente sonrosadas. Parece un niño. Su boca y nariz son pequeñas, cosa que no resaltan mucho, más bien esos ojos redondos que parece que se te clavan en el alma.
Lleva unas botas marrones altas, con unos pantalones marrones de a saber qué tela, que no diviso bien. Tan poco he reparado mucho en el color de su camiseta, aunque sí he podido notar que parece más bien una túnica a la que ha atado un cinturón con una especie de bolso.
El chico muestra una sonrisa de alivio y se me acerca, e ignora que una rama se le ha clavado en el hombro.
—¡Qué susto! —exclama con una voz de niño que está comenzando la pubertad—. Creí que eras una humana, menos mal que has hecho esa cosa rara.
Ladeo la cabeza, nerviosa y perdida. ¿Qué no soy humana? Intento decir algo, pero como siempre de mi voz sale un murmullo que apenas se escucha.
—¿Estás bien? —dice el chico. Un rayo aparece y, en los segundos que ilumina el entorno, puedo distinguir algo extraño en él: sus orejas son puntiagudas, como las de un elfo. Doy un paso atrás, asustada, pero después me recompongo, quizás sean falsas—. Oye, no tienes buen aspecto.
—Yo... —Mi primer impulso es dar media vuelta y volver, pero estoy tan agotada que declino la idea y me quedo en mi sitio—. Sí, estoy bien.
Él arquea una ceja, da unos lentos pasos hacia a mí, clavando su mirada. Dando un rápido giro con las manos, y como si fuera lo más normal del mundo, hace que se le iluminen en un haz de luz verde. Dejo escapar un gritito del susto.
Ya está, es oficial, estoy caída en un sueño y en coma. Seguramente me habré desmayado en mitad del bosque.
—¿Qué? —dice él, preocupado y volviendo a retroceder.
—¿Cómo has hecho eso de las manos? —Más que una pregunta, es una orden. Quizás pueda hacer lo mismo que yo he hecho antes.
—Magia, ¿es que tú no sabes hacerlo? —El tono que ha pesto es tan infantil que me resulta enternecedor.
Para él, la situación actual es la más normal del mundo. Sin embargo, no creo que deba fiarme de un desconocido que acabo de conocer en un bosque en una tormenta en mitad de la noche, el cual viste raro y ha pasado desapercibido mi aspecto.
Me encojo de hombros, ¿qué otra opción me queda? Todo lo que pueda hacerme él no será mucho peor que lo que me espera.
Meneo la cabeza ante su pregunta.
—Oh..., tranquila, ya sabes cómo somos los seres del bosque —explica con una sonrisa.
Por mi cabeza pasan muchas cosas que podría decirle, tantas y tan inapropiadas que seguramente serán inadecuadas y no sabré hacerlo bien. De todas formas, estoy segura de que esto es un sueño y que no pasará nada si le digo cualquier cosa. Además, seguro que es un sueño lúcido y podré controlar las situaciones, ¿no?
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Faishore: La Bruja del Crepúsculo
FantasyLa vida de Ashley siempre pareció extraña, llena de desgracias a las que nunca supo darle una respuesta. Un día, se ve obligada a abandonarlo todo para viajar a un mundo nuevo, donde nada es lo que parece. Creyendo que allí todos sus problemas...