14. La Bruja del Crepúsculo

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Me pregunto si el maquillaje podría ayudar en algo. Dicen que la fealdad se arregla con él, pero tampoco lo sé muy bien. A lo mejor si me dejara el pelo más largo ayudaría, porque el peinado que tengo es muy soso. Y creo que si comiera un poquito más también ayudaría. Así la cara se me pondría más redonda y acabaría como esas chicas asiáticas tan guapas.

La ropa de este sitio no sé si me convence mucho. Egan compró para mí un vestido doble que se cierra por dentro y por fuera. La primera capa es verde y llega hasta los muslos, y la capa interior es de color blanco y alcanza mis tobillos. Los repliegues no sé si ayudan mucho a caminar, pero me encuentro un poco incómoda. De todas formas me acostumbro a la ropa interior de este sitio, así que eso ya es algo. Por lo que he entendido es una especie de maya que se ajusta al cuerpo.

Con motivo del inicio del Zeurixi la gente se reúne con sus seres más queridos, okinda. De hecho, hay un dicho: «al okinda nunca se le abandona». Me resulta muy bonito, porque yo nunca he tenido una familia, y para mí Egan es como mi okinda. Siento que ha sido el único que se ha preocupado por mí, pero creo que él, en realidad, no comparte esa misma impresión de mí.

—¿Ya estás preparada? —pregunta cuando aparezco en el salón. Se le ve más arreglado de lo normal, aunque no me extraña, hoy es fiesta. Asiento con la cabeza—. Genial, hoy te voy a llevar a un sitio muy especial.

Llevo las manos al pecho, para mí cualquier lugar de aquí es especial. ¿Será que hoy vamos a explorar más lejos? O puede ser otra cosa. Hace un momento ha ido a ver a Naomi, a lo mejor iremos con ella a alguna parte. No me hace ninguna gracia, es muy hiriente conmigo, la última vez casi podía ver como se reía de mí. Seguro que me odia como hacen todos los de aquí.

—Usaremos un hechizo de teletransporte ya que no podemos ir volando.

—¿Teletransporte?

Se le ilumina la cara, casi parece un niño al que le acaban de dar un caramelo. Resulta muy adorable verlo, sobre todo porque se le sonrojan las mejillas.

—Hoy he ido a ver a Naomi para que me lo enseñara.

Conque eso era. ¿Entonces no tendré que verla? Menos mal, hoy esperaba un día bonito y ella me lo habría estropeado. Egan se levanta del sofá y lo corre un poco para hacer un hueco en el suelo. Se acerca a un mueble que hay a su izquierda y abre el primer cajón, del cual escarba y saca una cera para dibujar. De reojo me mira y sonríe. Yo aparto la mirada al instante.

—¿Cómo lo vas a hacer? ¿Para qué es esa cera?

—Ahora lo verás.

Con un gesto me indica que me aparte. Veloz como él solo dibuja un símbolo en el suelo. Es increíble los detalles con los que ha podido dibujarlo; las persianas están bajas y no entra mucha luz. Eso se debe a que no le gusta subirlas demasiado: teme que alguien del exterior nos vea. Sin embargo, parece que esta vez ha podido ver bien lo que hacía. Yo fuerzo un poco la vista para ver mejor. Es un hexágono. En cada esquina hay un círculo y en el centro un árbol. El tronco tiene varias líneas que se enroscan en espiral nacidas de varías raíces, a su vez, terminan en varias ramas del mismo aspecto. No hay hojas, lo que es una pena.

—¿Alguna vez te he hablado de la magia rúnica?

—No lo sé —intento recordar, pero he visto tantas cosas relacionadas con ella que ya no sé si la he visto alguna vez—. Creo que no, no me suena.

—Se basa en dibujar runas y alimentarse de ellas para usar magia.

—¿Cómo que alimentarse de ellas?

—A través de la naturaleza: del aire, del fuego, del bosque, de los ríos y el mar, de todo. Con esta runa podremos viajar adonde queramos. Tú solo entra en el dibujo y déjame a mí el resto.

Faishore: La Bruja del CrepúsculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora