Ordenadamente caótico

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Remus regresó de su tarde en la biblioteca. Había adelantado los trabajos de Aritmacia y Estudios muggles gracias a la inestimable ayuda de Lily, y en aquellos momentos le apetecía echarse sobre su cama hasta que su cuerpo dejase de doler.

Se acercaba la noche del plenilunio. Sus huesos crujían, los músculos se estiraban y el lobo luchaba por desgarrar la cárcel de carne que lo mantenía encerrado. Era obvio para todos que estaba cansado y debía de volver a su sala común; así lo había dicho Lily, con ese retintín, y así iba a hacer.

No le apetecía discutir con nadie en aquellos días.

No se sorprendió al encontrar la habitación desordenada. Un huracán de furia plateada había pasado por allí y, aún estando ausente, el caos permanecía. ¿Qué había buscado Sirius con tanta desesperación? No lo sabía, pero tampoco tenía fuerzas suficientes para iniciar una guerra con intención de sonsacarle lo que sea que fuese.

Las bufandas y túnicas de colores bermejos colgaban de los doseles de las cuatro camas. La suya, vecina a la cama de Sirius, había acabado cubierta con ropa usada; antes de que pudiese protestar o sonrojarse, Remus vio que se trataba del uniforme de Quidditch.

—Cómo es tan guarro... —susurró, apartando la mirada con recelo y sus enfermizas mejillas ardiendo.

Con un decadente movimiento de varita, toda la ropa acabó sobre la cama de Sirius. En otro momento se hubiese molestado, pero la llamada de la luna era cada vez más intensa y a cada segundo que pasaba se notaba cada vez más cansado.

Arropado por una de las túnicas, sintió por fin la seguridad y paz que buscaba. Se arrebujó en ella, escuchando la lejana canción de cuna que cantaban la luna y coreaban las estrellas.

El lobo durmió con él. Ambos refugiados en los olores de la lluvia, mermelada, magia y chispas que cosquilleaban en su sensible nariz.

Un dedo calloso acarició la cicatriz que cubría su mejilla. Piel tersa y tierna siendo maltratada por el repentino frío que la rozó, y fue viajando por su rostro siguiendo las cicatrices que lo marcaban.

Remus notó cómo se acercaban a él figuras de miel, lirio y queso, hablaban entre ellas y una fuerza imperante las mandaba callar. Olía a chocolate y lluvia, chispeaba en su nariz.

Entre vaporosas nubes de calidez y pálida luz, un cuerpo se acurrucó junto al suyo y le acompañó en sus sueños. El olor a chocolate le acompañó en forma de un gran perro negro que aullaba a la luna y sorteaba las raíces del Bosque Prohibido junto a él.

Moon and StarsWhere stories live. Discover now