Capitulo X

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Eran pasadas las tres de la tarde y yo apenas despertaba.

No había podido conciliar el sueño hasta sabe qué horas en la mañana. No sé cómo llegue a la copa de aquel árbol. Realmente tampoco sabía dónde estaba, la noche anterior corrí sin rumbo, intentando escapar de aquel ensordecedor cañón que aún taladraba mis oídos.

Comí un par de manzanas y me baje del árbol dispuesto a avanzar.

Estaba harto de aquellos juegos.

Un cañón se escuchó.

Bastante cerca.

Gire a todas direcciones por si alguien se aproximaba, pero no vi a nadie.

Camine hacia el norte con el machete bien aferrado a mi mano.

Estaba dispuesto a matar a quien sea.

Otro cañón se escuchó.

Comencé a desesperarme. Quizá mi mente me estaba jugando chueco. Y aún no superaba lo de anoche.

Pero no era así, otro cañón se hizo presente.

¡Tres muertos en cinco minutos!

¿Los profesionales estarían cerca?

Comencé a correr lo más rápido que pude. Escuche otro cañón y acelere el paso aún más.

Hasta estrellarme contra otro tributo que al igual que yo corría en dirección contraria a la mía. Por el impacto ambos salimos disparados en direcciones contrarias.

 — ¡Maldición! —dijo él

Conocía aquella voz.

Era Giovanni distrito cuatro.

Nos pusimos de pie al mismo tiempo, no dejábamos de vernos fijamente. Una sonrisa torcida creció en su rostro, lo suficiente como para darme cuenta de que aquello se volvería una batalla.

¿Quizá él mato a los otros tributos?

Con un ágil movimiento comenzó a atacarme con su espada, logre bloquearlo con el machete percatándome de la fina línea color carmesí en ella.

Había matado a alguien hace poco.

Logre devolverle el golpe y aquello se convirtió en una pelea de espadas.

Aunque yo tenía un machete.

No quiero ni imaginarme lo emocionados que deberían estar los del capitolio con aquello. Amaban las espadas.

—Tenía tiempo buscándote, Distrito ocho —dijo al atacarme, mientras bloqueaba su golpe—. ¿Te creíste muy gracioso en las entrevistas, no?

—Un poco — conteste con una sonrisa, empujándolo.

Aquello le molesto, comenzó a lanzarme una serie de ataques repetitivos más veloces.

Me costaba seguirle el ritmo.

— ¡Ataca! —gritaba. Yo no hacía más que bloquear sus ataques.

Con un buen movimiento con la espada, logro lanzar mi machete por los aires.

Pensé que estaba acabado.

— ¿Quién es la niña ahora? —dijo con una sonrisa

—Tú —conteste mientras levantaba la espada en alto para atacarme. Aproveche ese momento para lanzarle el ultimo de mis cuchillos a su mano izquierda, logre clavarle el cuchillo. Soltó la espada en un grito agudo. Me fulmino con la mirada mientras sacaba el cuchillo de su mano y lo arrojaba detrás de unos arbustos.

Me abalance sobre él quedando a Ahorcajadas sobre su cuerpo y comencé a darle una serie de puñetazos.

— ¿En la cara no? —sonreí mientras lo golpeaba.

Un puñetazo.

Dos puñetazos.

La nariz y el labio superior le sangraban.

Tres puñetazos.

La gente del capitolio debía estar tan entusiasmada.

Llegaron dos paracaídas en ese momento.

Eso me distrajo.

Giovanni cambio el asunto. Ahora él estaba sobre mí.

Primer puñetazo.

Me rompió el labio.

Segundo puñetazo.

Un golpe en la frente.

No le permití darme un tercer puñetazo, lo sujete de los brazos y comenzamos a forcejear.

Rodamos por un momento, ninguno lograba tomar al otro.

Llego el momento en donde nos cansamos. Nos dimos la espalda un momento.

Eso fue un error.

Alcanzo su espada y se preparó para atacarme.

Pero lo detuve.

—Se…dónde está Xiadani —mi respiración como la de él, estaba agitada. Envaino su espada y me tomo por el cuello de mi chamarra.

— ¿Dónde está? —me miro desafiante. Estaba tan cansado como yo. Sonreí estirando mi mano.

—No funciona así —le dije—. Hagamos un pacto por ahora, yo también quiero protegerla. — dudo un poco, pero al final acepto. Estrechamos nuestras manos.

Realmente estaba agradecido porque aquello sucediera.

Me dirigí hacia uno de los paracaídas con una etiqueta con mi nombre.

Era medicina.

Yo no necesitaba medicina.

—Está cerca de la Cornucopia, por el arroyo. Esa debe ser su zona. No puede avanzar más o morirá.

— ¿Por qué estás tan seguro? —preguntó

—Hay frutos cerca y es muy fácil pescar por ahí. Además no es tan fuerte como para adentrarse más lejos —le digo con seguridad.

—Debe de tener hambre e incluso debe estar enferma…— ¡La medicina! —. Toma —le arrojo el paracaídas —. Es medicina, llego del capitolio. Pero no la necesito, estoy seguro que ella sí, Solo no le digas que yo te la di. Estoy seguro que llegara más para ella. Esto solo te servirá un par de días. ¡Corre! —le digo

El asiente con una sonrisa y se dispone a retirarse.

—Giovanni —digo, él gira para prestarme atención —. Golpeas como niña —sonrío dándole la espalda. Perfectamente puedo ver su sonrisa torcida.

Escucho como se aleja.

Llegue a la segunda cascada horas después.

Me limpie las heridas con el agua fresca de la cascada y de nuevo, me di un baño.

Nadie llegaría a aquella zona.

Estaba seguro de eso.

Y de nuevo me equivoque.

Apenas salí del agua con la ropa interior puesta y empapada.

Aquellos dos chicos salieron de entre los arbustos.

 —Te escondías muy bien, Distrito Ocho —La sonrisa de Brando era iluminada por la Luna. El chico del distrito dos, Lucas, estaba con él.

[Fanfic] Los juegos del hambre: En la piel de Mario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora