Capitulo XII

35 5 0
                                    

Habían pasado diez días desde el inicio de los juegos.
Esto estaba a punto de terminar.
Fueron varias las noches en la que ningún tributo murió.
Estoy seguro que el capitolio pronto haría algo para cambiar la situación.

 Me había quedado sin alimentos. Así que me dirigí al rio a pescar algo con la flecha que aún conservaba, eso y mi machete era lo único que me quedaba.
Aunque sin una arco la flecha me era completamente inútil.

Llegue al rio ansioso por pescar algo. Mi interior se volvía loco por algo de comer.
Me quite mis tenis y doble mis pantalones.

Estuve a punto de pescar algo cuando siento que me toman de los hombros y me arroja hacía atrás.

El golpe que me di en la cabeza me aturde por un momento. Logro concentrarme y observar a la chica sobre mí.

Era Yolanda, su psicópata sonrisa era inconfundible.

 —Distrito ocho —dice con una sonrisa.
No pude musitar palabra alguna. Tampoco podía moverme. Tenía al basilisco frente a mí. Me sentía un pequeño ratón en aquel momento.

 —Sabes esconderte muy bien, chico —me susurra al oído—. Que descortés. Yo tenía muchas ganas de contarte algo —casi siento su lengua en mi oreja.

Sentí como arranco mi manga derecha de un jalón.
Entonces recordé aquel momento.
Recordé los gritos de Alison.
Recordé como marcaba a los distritos.
Era mi turno.

 Comencé a gritar incontrolablemente, no. Intente forcejear pero era mucho más fuerte que yo. No me servía de nada. Vi como levantaba el cuchillo en alto y acomoda mi brazo como si de papel para dibujar se tratara.

Sentí la punta del cuchillo clavarse en mi piel y comenzar a moverse dentro.

 —¡¡Para!! —gritaba.

La risa de Yolanda aturdía mis oídos, mis ojos comenzaba a cubrirse de una fina capa de lágrimas. Pero no lloraba.

El dolor era indescriptible, Yolanda seguía dibujando en mí, no suplicaba más. Solo gritaba.

Se detuvo, había terminado de marcarme un ocho en mi brazo izquierdo.
Se acercó lo suficiente a mí para susúrrame al odio.

—No te preocupes por Brando, se lo que ese estúpido te dijo. Pero no lo hará, créeme —mi respiración aún estaba agitada, pude ver su aterradora sonrisa —. Soy yo quien va a matar a esa chiquilla del distrito cuatro frente a tus ojos y frente a los ojos de la estúpida del distrito doce —rio a carcajadas.

Aquello me molesto, tome fuerzas de donde pude para tomar la flecha que estaba aún lado de mí y clavársela en el pie. Dio un fuerte grito y pude quitármela de encima.

Hasta ese momento me percate que Danna estaba con ella, apunto de atacarme con aquella hacha.

— ¡Déjalo! —ordeno Yolanda. Yo tomaba mis cosas como rayo y salía pintando de ahí—. Este estúpido sufrirá más cuando mate a esa estúpida frente a sus ojos, ¿Escuchaste? ¡¡Voy a matarla!! —fue lo último que escuché.

 

No sé cuánto tiempo corrí. Calculo un par de horas.

Me detuve bajo unos frondosos robles. Limpie mis heridas y me unte un poco de ungüento que me había llegado días atrás. Ardía, me cubrí la herida con un par de vendas en mi mochila y suspire.

Estaba realmente débil. Perdí mucha sangre, no había comida nada y utilice todas mis fuerzas mientras corría.

Tome la última manzana en mi mochila y le di un fuerte mordisco.
Comencé a tararear la canción de cuna que Max cantaba en el orfanatorio.
Aquella canción que siempre me calmaba.

“Tana-tá-na-na-na. Na-na-na-na-na. Tana-na-na-na-na.”
Y los Sinsajos del bosque comenzaron a cantar la canción por mí.

 Fue en ese momento en donde me solté a llorar.

— ¿Por qué no estás aquí Max? Te necesito…

Realmente agradecí que las cámaras del capitolio, no estuvieran ahí.

[Fanfic] Los juegos del hambre: En la piel de Mario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora