Capítulo XXXVI

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"Las razones por las que te odio"

Los presentes ya llevaban más de media hora sentados en esa silla tratando de aguantar las ganas de no luchar por zafarse de las cadenas puesto que Marianne había dicho que si lo intentaban estas pondrían más y más fuerza hasta que cada miembro fuera explotado, aunque todos siguen temblando Marianne espera con paciencia que cualquiera hable. Christian es el único a parte de Marianne que no está atado y eso indigna a muchos pues es él, el único que ha intentado matarla, es el más sospechoso de todos.

— Bien, esto me molesta —soltó Nievas con el ceño fruncido sin quitar su mirada furiosa de Christian— ¿porqué Christian no está atado como nosotros? ¡Carajo, es el más sospechoso! —por fin todos le dieron la razón y hasta el mismo mencionado se preguntaba lo mismo aunque hasta cierta parte se alegraba de que confiara en él.

— Eso es simple, él ya pasó su prueba —dijo sin quitar esa espeluznante sonrisa— ¿alguna otra pregunta? —dijo en tono chillón mientras dirigía su mirada a Emiliano.

— Bueno, no se como sentirme al saber que confías más en ese bastardo antes que en mi —dijo evitando los ojos de Marianne, Emiliano lo intentaba pero parecía imposible con la posición que tenía, los ojos de la chica eran la cosa más espeluznante que podría existir a parte de ver al rey en persona, y es que era eso, ella se parecía tanto al rey, con su sonrisa cargada de astucia que te hacia sentir impotente y sus ojos que se tornaban oscuros para intimidarte. tan oscuros que la parte blanca quedaba en los bordes, casi sin poder verse.

— ¿Hmm? ¿De que te preocupas? Se que tú no eres el culpable, duh, pero tenía que hacerlo todo por igual —Emiliano cerró los ojos por largos segundos para no ver su sonrisa, sabía que temblaría si la veía y era un lujo que no podía darse, no frente a sus colegas.

— ¿Entonces sabes quién es el traidor? —Marianne dejó de verlo para contestar bastante dudosa.

— Tal vez... —la presión aumentó en la sala. Algunas personas comenzaban a dudar de sí mismos y ponían expresiones culpables. Ante lo último Marianne se relamió los labios con satisfacción, Christian solo frunció el ceño y la miró fijamente llamando la atención de castaña que de inmediato volteó y le sonrió dulcemente.

— Eres desagradable Christian, creí que como asesino disfrutarías esto pero parece que es lo contrario —se burló Abraham del castaño haciendo que este posara su mirada sobre él de forma seria, sonrió un poco solo por verlo en aquella situación, si era él quien sufría, aquel príncipe maldito, él estaría bien con eso pero fue la momentánea expresión de Marianne lo que terminó de hacer que odiara más a aquel joven de cabellos nuez que incluso muerto de miedo se atrevía a burlarse.

— Cierra la boca —ordenó Marianne con un tono autoritario cargado de tristeza, Christian solo se dedicó a bajar la mirada y apretar un poco los labios. Se preguntaba porque iba tan lejos cuando era notorio que odiaba hacerse la malvada del cuento pero sus expresiones no parecían mentir tampoco, se preguntaba sin atreverse a hacerlo si ella era un ángel o un demonio, tal vez solo era una humana muy indecisa.

— Ya deja esa fachada y déjanos ir —dijo Abraham intentando zafarse con su propia fuerza poniendo a Marianne con los pelos de punta.

— No hagas eso —pensó solo con mirar como Abraham estaba atado más fuerte a la silla.— Cállate —dijo tratando de no hacer visible el temblor de sus labios sin dirigirle la mirada, Christian la seguía observando curioso de su aparente dolor.

Virtual Life [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora