Capítulo LVI

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"Un demonio con rostro de ángel"

Su bienvenida fue más una advertencia para que no se acercaran a aquel país ausente y contrario a lo que cualquier humano normal que le tiene miedo a la muerte entraron sin la autorización del peor de los males, el cuerpo de Marianne se encontró con una anhelación del pasado y entonces como un mortal comenzó a temblar con la mirada casi en blanco y juro que la voz no saldría, pero hasta sus pensamientos le traicionaron cuando pronunció correctamente una palabra comprometedora.

— Madre... —aquella mirada penetraba hasta el alma de quien se atreviera a mirarle de frente a los ojos sin miedos. El dedo índice de la mujer señaló con firmeza a la chica que al movimiento cayó de rodillas y sin fuerzas al suelo.

— Tú... ¡maldita hija bastarda, ¿Cómo te atreves a dirigirte a mi siquiera después de lastimar el orgullo de tu hermana?! —las lágrimas de miedo comenzaron a recorrer el rostro de la chica más fuerte que ellos habían conocido, ambas manos intentaron cubrir su vergüenza pero las lágrimas que caían al suelo fueron tantas que resultaba imposible.

— L-lo... sien-to —dijo con voz cortada, tan débil e indefensa que si un soldado normal la viera se asustaría de la situación. Eran simple, pensar que las palabras de una simple mujer pondrían de rodillas a la chica que mató al rey y se levantó numerosas veces en batalla, era increíble, y si eso era posible quien fuera que las estuviera doblegando debería ser una monstruosidad tan grande que ni Marianne pudiera sobrellevar.

— Que madre tan fea, acusando de esa forma a su propia hija, maltratando su pobre corazón y encima de todo asustando de esa forma a una chiquilla indefensa —Abraham dio un paso al frente de Marianne y guardó su arma con bastante tranquilidad, Christian tan solo se quedo detrás esperando a ver el destino de su amigo.

— Abraham Almería, ¿qué te trae a mi país, pequeño? —el muchacho rió ante tal chiste mencionando su estatura en el, soltó un suspiro y sonrió de forma ladina.

— Madam de Ibañez —se inclinó ante ella sin retirar su semblante de burla— ¿gusta tomar una taza de té conmigo? —ofreció su mano sin retirar la sonrisa de burla de su rostro.

— Igual a tu padre, todo un rufián —dijo la mujer de piel clara y ojos azules que resaltaban el pelirrojo cabello y las pecas en su piel.

— Perdón, los malos hábitos también se heredan —se levantó con una mirada cargada de odio— aunque esto fue por hacer llorar a mi princesa —apenas se puso de pie un golpe con una vara de metal lo mandó a volar lejos hasta estrellarse con la pared.

— Así que prefieres a la zorra de Marianne antes que a mi querida Seraphim —Abraham se levantó de los escombros con dificultad y escupió un poco de sangre al suelo.

— ¡Por supuesto que la prefiero a ella, es el demonio con cara de ángel más hermoso que he visto, sus alas negras cargadas de dolor son las más bellas que cualquier humano normal pude distinguir, solo los verdaderos monstruos pueden captar tal belleza! —la vara de metal impactó contra él una vez más haciendo que Marianne dejara de llorar, apretó los labios y sonrió.

— Estúpido —pronunció la mujer dirigiendo su vista a Christian que se mantenía serio ante la situación— enamorándose de esa forma de un horrible monstruo, y lo peor, que ni siquiera lo eligió a él —sonrió haciendo que el mayor tomara un poco de aire con algún tipo de aura oscura.

Virtual Life [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora