Uff...no lo maté

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Era alucinante todo lo que había pasado en el fin de semana, tenía miedo, Javier era muy apuesto y hubo un tiempo en el que me sentí muy atraída hacia él, pero ahora sabía que no era un buen tipo y no podía permitirme sentir nada por él, lo que había pasado esos días no cambiaba nada, además, estaba Quique, a quien si amaba y con quien siempre soñé tener algo.

Cuando le conté a mis amigas, se volvieron locas, primero no lo podían creer, igual que yo, después empezaron a hacer bromas y a shipear, pero cuando empezamos a hablar seriamente, los consejos no paraban. A ellas les parecía divertido estar en una situación así, jamás en la vida creímos que algo como esto podría pasarle a chicas como nosotras. Yo estaba aterrada.

Cuando entramos a clase de álgebra, todas miramos hacia el lugar vacío de Javier. Me preocupó no verlo. Y si el golpe le había dejado más que solo raspones y moretones?

Entrando a química, Quique me preguntó enseguida por las banditas en los brazos. No tuve el valor de contarle la historia y con temor de que de alguna forma lo descubriera, solo le dije que me había caído de la bicicleta. No hizo demasiadas preguntas, lo cual fue un gran alivio.

Cancelaron la clase de cómputo, algo sobre una reunión tenía ocupada a nuestra maestra. Me quedé un rato fuera del laboratorio esperando ver a Javier, me sentí algo tonta preocupándome por él, aunque quizás lo que sentía era culpa.

— Vendrán a mi ensayo? — preguntó Sara al final de las clases.

Había olvidado por completo que estaba en la obra de teatro de este año, no tenía planes con Quique y sabía que Javier también participaría, así que era un buen pretexto para ver si es que llegaba al ensayo. No asistió, me estaba preocupando y obviamente no podía preguntarle a Quique por él. Aquella noche tuve pesadillas pensando que había logrado medio matar a Javier.

Me sentí profundamente aliviada cuando al llegar a álgebra, Javier ya estaba sentado en su lugar habitual. Me miró muy sonriente, Ed le estaba preguntando como es que se había lastimado así, tenía los brazos casi llenos de banditas y algunos moretones en la mejilla y el cuello, que saltaban inmediatamente a la vista debido a su piel tan blanca. Yo era la culpable de todo ello y solo pude sonreír y sentarme rápido en la butaca, esperando que no fuera a hablarme.

La clase terminó y yo estaba tan nerviosa pensando en qué le iba a decir. Guardé mis cosas tan rápido como pude y quise salir junto a las chicas, pero el maestro me retuvo unos minutos y ellas me dejaron ahí, creí que también me había librado de Javier pero al salir del salón me esperaba en el pasillo.

— Sobreviví, ya deja de sonreír, tu plan no funcionó.

Yo sonreía por nerviosismo, me sentí tan tonta.

— De verdad me asusté cuando no te vi ayer.

— Te preocupas por mi? — dijo con esa sonrisa y mirada tan sensual.

— No, me preocupaba ir a la cárcel.

— Ehehehehe — se tocó el estómago y su expresión de dolor lo dijo todo, le dolía todo hasta cuando reía.

— Lo siento — sentía que nunca serían suficientes las veces que podía disculparme.

Me acerqué y puse mi mano sobre su hombro, se incorporó otra vez poco a poco, era muy alto, ahora mi mano tocaba su brazo. Miré las banditas sobre sus raspones, alrededor de estas podía verse su piel roja.

— Estaré bien — dijo cuando se percató de que miraba apenada sus heridas.

— Me siento muy mal, pude haberte fracturado algo.

— Pero no fue así, ya deja de lamentarlo — me sonrió con ternura —. Será una anécdota graciosa para contar, no crees?

Reí ante su comentario, quizás en el futuro sería gracioso, pero ahora la culpa no me dejaba en paz.

Amor En SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora